La consigna que hasta hace poco se multiplicaba en las calles, hoy deviene interrogante. La propiedad del cuerpo que ahora anda vigilado, contabilizado, vuelto estadística, organizado en posición, forma y vestido. Su cuerpo. El que nombra, el que le pertenece. Dice, su cuerpo. El que conoce de a ratos, portador de memoria, desbordado. Herido de furia, vulnerable y expuesto. ¿De qué sirve la propiedad?, ¿cuánto tiempo?, ¿vendrán a buscarlo?