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Fotografía como arte activo y transformador | Revista Colibri
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Fotografía como arte activo y transformador

Sobre «Ser parte de la lucha amorosa contra los que destruyen la vida”

Por Paula Colavitto
Ilustración: Paula Colavitto

 Un arma cargada de futuro

Desde las cavernas, el hombre se ha visto en la necesidad de crear y representar su mundo exterior. Si bien el arte ha nacido como una necesidad de expresión y de transformación por parte de los hombres, se ha vuelto una mercancía. El concepto de “arte” y su principal raíz de expresión y cambio se fueron diluyendo. Hoy en día, nuestro arte camina entre tropezones y caídas por una línea muy fina, al borde de pasar a ser un elemento de dominación y estar completamente al servicio de los poderosos.

La necesidad de reapropiarnos de nuestras creaciones y nuestra historia es inminente. Nuestra batalla debe ser cultural y nuestra arma más poderosa será el arte.

Sobre el poder de la fotografía

Donald Lowe, escritor de “Historia de la percepción burguesa”, explica en su libro que lo que vemos es “desde lo que somos” y que todo tiene que ver con nuestra cultura. Asimismo, define a la percepción como un vínculo intermediario entre el contenido del pensamiento y la estructura de la sociedad.

Del mismo modo, la mirada de cada persona, varía según cada cultura y con la mirada hablamos de “los modos de ver”, concepto de John Berger, refiriéndose a que nuestra percepción o apreciación de una imagen que depende de nuestro contexto histórico y social. «Aún cuando a los fotógrafos les interese sobre todo reflejar la realidad, siguen acechados por los tácitos imperativos del gusto y la conciencia», afirma.

Cuando la fotografía ya había alcanzado la técnica y el fotógrafo comenzó a experimentar, comenzó a ser valorada como objeto artístico. Más tarde y con el desarrollo de la fotografía documental, ésta también servió para dar fe de los acontecimientos sucedidos. Así, dentro de las sociedades, la fotografía comenzó ser apropiada por lo sectores poderosos de la sociedad y el arte comenzó a ser sólo visible de forma elitista y a ser colocado entre las clases privilegiadas, al margen de los demás. Ser “dueño” del objeto artístico, era ser dueño de una porción de la realidad. Al mismo tiempo, los medios masivos de comunicación se fueron apropiando de la fotografía documental, y así de la información, mediante su capacidad de manipulación de las imágenes a su beneficio. Tanto el arte del pasado y el arte del presente son y seguirán siendo una cuestión política, según Berger.

Sin lugar a dudas, la fotografía lleva consigo una carga de compromiso al que no se le puede hacer la vista gorda. Pero tanto la fotografía como otros medios de expresión artística y comunicadora están en peligro. Un peligro que no es su desaparición sino su ultraje y su vaciamiento.

 Sobre la mistificación del arte y el peligro del vaciamiento

¿No nos pasa? Es tristemente cierto que más de una vez nos hemos descubierto a nosotros mismos elogiando obras artísticas por la simple costumbre de aprobación del lugar en que se encuentran. Tanto así las fotografías cuando se exponen como obra de arte, la gente las experimenta de forma condicionada por una serie de hipótesis aprendidas acerca del arte.
Esto tiene su explicación en la historia y data sobre el peligro de la mistificación. Cuando se hizo posible la reproducción de las obras, su unicidad se vio modificada; si bien existía el original, los medios de reproducción facilitaron las copias y las posibilidades de que la obra pudiese ser vista en diferentes lugares y así se ampliaron las subjetividades de sentido alrededor de ésta. Esto fue un verdadero problema para las clases dominantes porque ahora la imagen ya no era elitista ni única, aunque sí era único el material original. Entonces, se dio un proceso de mistificación de la obra de arte original como estrategia y pretensión de una minoría oligarca de conservar y reivindicar los prestigios de su clase en retrospectiva y hacia el futuro.

Por otro lado, los contenidos denominados “culturales” e “informativos”, también varían según las clases sociales, en provecho de un “vaciamiento” de conciencia. Éste se da, según Armando Mattelart en «El medio de comunicación de masas y la lucha de clases» según: «el esquema burgués el medio de comunicación masiva, quién obedece a una dirección unilineal, desde arriba hacia abajo, es decir desde un emisor que trasmite la superestructura del modo de producción capitalista hacia un receptor que constituye una base cuya mayoría no ve reflejadas sus preocupaciones y formas de vida sino más bien aspiraciones, valores y normas que la dominación burguesa estima las más convenientes para su propia sobrevivencia. Se patentiza la imposición de un mensaje envasado por un grupo de especialistas a una base receptora”.

El arte burgués y también el arte flaco de contenido y lleno de decoraciones vanas y frivolidad, ya no construyen y si pudiéramos darnos cuenta de esto, se abriría una nueva clase de poder: uno donde todos tendríamos acceso real a las producciones del espíritu, no sólo como espectadores sino también como productores.

Sobre la necesidad de una contracultura y una comunicación alternativa

Si el arte y la información han sido expropiados, es necesario que sean devueltos. O mejor dicho, es necesario volver a construir una fotografía rica y artística que a la vez no deje de tener contenido.

Un contenido transformador y comunicador. Una foto que siendo imagen sea la voz de todos.

En palabras de Vicente Zito Lema: “no hay esperanza que sea quedarse con los brazos cruzados, hay una esperanza en el movimiento, esa esperanza en movimiento que yo trato de tener siempre me lleva a creer, a sostener, a luchar por un arte como un arma para cambiar el mundo”. La necesidad de hacernos el lugar para expresarnos, para mediante nuestras imágenes, darle vida a nuestro pensar y tener a la vez una relación directa y dialéctica con el exterior es indispensable a la hora de pensar en un arte transformador.

No es suficiente con “romper” con la forma dentro del mismo circuito, sino que hay dar un paso más allá, articular con los procesos de cambio y ahondar en un nuevo modo de entender el arte y la comunicación. Podemos estar en constante debate con la realidad y aportar no sólo contenido sino también, a través de nuevas formas de relacionarnos, sin dejar de lado la creatividad y, al contrario, usándola en provecho de un proceso de cambio, que debe ser más que nuestro derecho, nuestro deber como artistas.

 

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