Habiendo agotado todo el maíz y el barro, tomaron una piedra Jade y tallaron en ella una flecha diminuta. Soplando sobre ella, la flecha salió volando ahora con vida, era un Colibrí. Le surgieron alas tan brillantes como el Sol y de colores perfectos.
Las personas mayas intentaron atrapar a estas aves majestuosas para adornarse con sus plumas. Ante lo que los Dioses alzaron su voz: “Quien ose capturar un colibrí, morirá”. Así es que hasta el día de hoy ningún Colibrí ha sido visto enjaulado o bajo el dominio de un sólo hombre.
El colibrí lleva de aquí para allá los pensamientos de los seres humanos.