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Soledad Rosas: amor y mercancía | Revista Colibri
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Soledad Rosas: amor y mercancía

Por Nicole Martin

Crítica de “Amor y anarquía” y “Soledad”

“Los terroristas son ustedes: administradores y patrones del TAV, jueces, canas de todo tipo, periodistas y opinadores varios, políticos todos, ciudadanos silenciosos, con sus persecuciones, con sus jaulas dentro y fuera de la cárcel, con su tácito e inocente silencio, ustedes le pusieron la soga al cuello”- Leyenda de un volante en protesta del suicidio de Baleno, novio de Soledad

¿Qué es lo que mueve a los cuerpos por la historia? ¿La eventualidad, la casualidad? ¿O serán las decisiones de las personas que -conciente o inconcientemente- pasan por esa esquina en donde en un tiempo y lugar específicos (la oportunidad), las tangentes se cruzan y escriben un instante que brillará por sobre los demás?

El libro «Amor y anarquía. La vida urgente de Soledad Rosas 1974-1998» de Martín Caparrós retrata la vida de la activista argentina Soledad Rosas, nacida en Barrio Norte en 1974, hallada colgada en una granja italiana, donde cumplía prisión domiciliaria. La investigación periodística que realiza el escritor vuela por entre los hechos, las cartas, los testimonios que le dieron voz a la historia que se convertiría en un relato trágico de Turín, donde la niña de los Rosas se convirtió en enemiga del Estado italiano.

El relato de Caparrós vendió cientos de ejemplares en los últimos meses, producto de la publicidad que hizo Agustina Macri en la película «Soledad». La hija del Presidente se inspiró en la crónica periodística del escritor para realizar su ópera prima. El periodista elogió la actuación de la protagonista, Vera Spinetta, en este largometraje, y destacó la elección de los momentos que Macri seleccionó para contar la historia de Soledad.

Sin embargo, la película enfatiza el romance entre la anarquista y Edoardo “Baleno” Massari, un factor que sin dudas fue importante en su historia, pero que no fue el motivo por el cual Soledad se involucró en el movimiento de okupas en Italia, como Macri insinúa. Las propias letras de las cartas y diarios de la protagonista, expuestas por Caparrós en su libro, demuestran que ella ya estaba descubriendo aquella faceta ideológica y política antes de conocer al italiano que se suicidó tres meses y poco más antes que ella.

Porque Soledad no fue condenada por su relación amorosa, sino por ideas prohibidas. Massari y Rosas compartían una lucha y una filosofía de vida contra el sistema capitalista y eran compañeres. Si Macri decidió hacer incapié en el hecho de que estaban enamorades, más que desarrollar la ideología que los unía, es porque el público argentino está más educado en el romanticismo que en el anarquismo. Y la prensa que vendió la historia de Soledad en su momento, también lo sabía: la etiqueta de “Romeo y Julieta” es fórmula de éxito en el mercado.

“Amor y anarquía” también se sirve de este recurso, y el orden del título lo advierte. Pero en comparación a la película, es notable la búsqueda de rigurosidad periodística que hace Caparrós en su trabajo, desarrollando hechos que evidencian la parte más humana de su protagonista, y que opacan su caracterización como mártir. Como los fragmentos de las cartas que demuestran que a Soledad no pretendía ni le interesaba ser un símbolo político. Otro factor que seguramente influenció las consecuencias trágicas del suceso.

Soledad llegó en septiembre de 1997 a Italia y se suicidó en julio de 1998. Ni un año hizo falta para que se convierta en una piedrita -devenida en bolón- en el zapato inmenso y poderoso del gobierno italiano. Lo suficientemente molesta como para que se invierta el dinero y el tiempo de la policía para espiarla, perseguirla y construirle una causa por terrorismo y subversión a partir de grabaciones y escuchas telefónicas. Frágil, porque no hay ni hubo pruebas de su criminalidad, pero con una carátula lo suficientemente ambiciosa como para que la prensa haga lo demás. Pero Macri tampoco se enfoca en cómo el gobierno demonizó y persiguió a les tres imputades (Soledad Rosas, Edoardo Massari y Silvano Pelissero) atribuyéndoles las causas de todos sus males. Como todo recorte, la selección de escenas del cine es una decisión política.

«Con esta mierda no van a lavar la historia», gritó una manifestante en el estreno de la película de Macri, hace dos semanas, cuando descontentos atacaron la proyección en el Village y a locales del shopping. Irónicamente, en una de las escenas de la película, les okupas hablan de cómo boicotear la realización de una película sobre ellos. Hablan del hecho como una burla a su ideología y de su forma de vida. Parece un chiste de la directora incluir esta escena. El anarquismo no acepta la figura de mártir, como tampoco admite la propiedad privada o la decisión de cualquiera por sobre la del individuo. No hace falta conocer a la «Sole» para suponer que también ella hubiera protestado.

«¿Por qué ella y no cualquier otra?», se pregunta el autor. Ese es otro punto en el que difieren los relatos de Caparrós y Macri. Si la película de Soledad solamente la plantea como una persona que poco entiende de política y que llega al lugar donde cambia su vida por amor, es porque le falta un capítulo. El viaje de Soledad a través del anarquismo había empezado antes de Baleno. Y, desde la cárcel, Soledad demostró ser dueña de sus decisiones, cuando se negó a defender su inocencia a costa de sus compañeres. Firme, rechazó el papel de niña ingenua que le propuso su abogado, traído desde Buenos Aires por su familia, y con el que, probablemente, hubiera conseguido la libertad. Fue dueña de aquella decisión, como también de su propia muerte.

Aunque la película menciona esta transformación, Caparrós destaca considerablemente más aquella fortaleza. Y aunque presenta suficientes documentos como para considerarle un buen trabajo periodístico, no evita incluir su postura. En la construcción que va avanzando entre los lugares donde Soledad luchó, Caparrós habla de «la historia de cómo un Estado se inventa a sus propios enemigos». Y es éste un posicionamiento más justo con la realidad que el del recorte de Agustina Macri. A diferencia de la película, “Amor y anarquía” tampoco se olvida de desarrollar el papel de la prensa en la demonización del anarquismo y el retrato de las ideas del movimiento de okupas en Italia. “Terroristas son los periodistas”, escribía el movimiento de okupas en sus boletines.

El saldo final, los cuatro ahorcamientos (y un quinto dudoso, el político), fueron lo que le otorgaron a la historia el toque trágico que probablemente facilitó el éxito, porque los suicidios no necesitan demasiado marketing. Caparrós se refiere a este acto como una pregunta sin respuesta o una respuesta con demasiada información. Aunque les compañeres de Soledad y Baleno terminaron por aceptar públicamente sus suicidios, no hay notas que comprueben el verdadero final de les anarquistas. En el caso de Soledad, quienes la encontraron colgada en el baño, hicieron declaraciones diferentes sobre la supuesta nota suicida. Que existió, que decía que había que quemarla o que no había nota alguna. Macri prefirió obviar esta profundización.

Si Soledad y su novio se colocaron la soga al cuello elles mismes, o si fue el sistema democrático en general y las mismas reglas que obligan a escribir Estado en mayúscula -como Dios-, es el dato que terminaría por concluir la crónica periodística de Caparrós, que inevitablemente, y como tantos otros sucesos de la historia, quedará custodiado por la oscuridad de las palabras que no son dichas, o que las desaparece el fuego.

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