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Arte, política para la transformación | Revista Colibri
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Arte, política para la transformación

Por Nicole Martin y Paula Colavitto
Fotografía: Paula Colavitto

«El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma» – Bertolt Brecht

Blanca Rizzo, coreógrafa y performer, realiza talleres abiertos donde crea conciencia sobre problemáticas sociales, tales como la trata de personas y la violencia de género,  y ejecuta intervenciones en la vía pública para visibilizarlas.

Nota Blanca

La artista lleva su experiencia, su sonrisa y sus libros a todos los talleres que realiza. Entre sus títulos apilados se encuentran : «Mujer, violencia y capitalismo», «Ninguna mujer nace para puta»y entre sus favoritos: «Escenarios liminales», de Ileana Dieguez Caballero. El término «liminal» habla de la relación entre el fenómeno artístico y su entorno social. Justamente, Blanca deja que los hechos sociales sobre los que va a trabaja traviesen su cuerpo y así los vuelve arte. Lo liminal es un lugar donde se cruzan la vida y el arte, la condición ética y la creación estética.

Cuando Blanca prepara una performance, despliega una serie inmensa de hojas donde escribe todos los detalles, cada paso que se daráen la calle y cada expresión de los artistas que estarán en escena. Cuando el Adán le pregunta si ella misma inventó esta técnica, contesta que el conocimiento está en el inconsciente colectivo, que es como las plantas, que saca un brote por aquí y otro por allá, entonces no se puede explicar desde donde nace, pero que hace poco tiempo,  después de aplicarlo durante muchas intervenciones,había descubierto que lo que hacía era un storyboard -término de cine-.

El arte como elemento transformador de la realidad, como lo describe Bertolt Brecht, fue parte de su vida desde adolescente, cuando integró el conjunto estable de danza moderna de Concordia, Entre Rios, para luego mudarse a Buenos Aires, donde creció como bailarina-performer en el circuito under  y en los espacios político-urbanos de la época. Desde el 2001 hasta el 2009 formó cuatro grupos de danza y performance, entre los más importantes se destacan: Quarks-performers urbanos y el Entre-grupo de investigación performática en espacios no convencionales. Con este último grupo, entrenaba cuatro horas, tres veces por semana en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, donde dirigió el Área de Danzas del Laboratorio Cultural en el Centro Cultural Sábato. Dio clases de Entrenamiento Corporal del Actor en el Instituto de Teatro de Avellaneda y actualmente en la carrera de Artes Dramáticas de la Universidad de las Artes (UNA) y en la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático).

Además, actualmente, participa y coordina el colectivo Las mariposas A.U.G.E. (Acción urbana de género) en convivencia con Madres víctimas de trata. Las dos organizaciones convocan para el mes de Septiembre una semana dedicada a la lucha contra la trata de personas. La campaña se llamará «Se trata de no más trata», será un evento político y apartidario y transcurrirá desde el 23 de septiembre, Día Internacional de Lucha contra la Trata de Personasal 30 de septiembre, el primer aniversario de la creación de Madres víctimas de trata.

Nota Blanca OPCIONAL

-¿Por qué te decidiste a trabajar en contra la trata de personas?

En 2008 empecé a hacer estas performance, me habían invitado a un foro interamericano de la mujer en la facultad de abogacía y ahí se me prendió la lamparita. Lo hago como una militancia política. Yo pienso que un ser que hace arte y que hace el arte que hace, es producto de determinado contexto histórico. Soy de la década del 70 y con mi familia fuimos víctimas del terrorismo de Estado. La triple A puso una bomba en mi casa en el año 75, cuando yo tenía 17 años. Paralelamente, en mi casa se cultivaba música, lectura y danza. Tanto la política como el arte fueron dos marcas muy fuertes en mi vida. Mi corazón está en la lucha por las cicatrices de esa época, pero me empezó a hacer ruido que pasa con los desaparecidos en democracia.
Entonces empecé a mirar lo que hacía CORREPI (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional) y cómo nadie está a salvo de la trata. Desde Madres víctimas de trata estamos peleando porque la figura de trata sea un delito de lesa humanidad, que no prescriba. Es un delito de secuestro, tortura y muerte. No hay un trabajo sobre la trata, faltan leyes, cuerpos médicos, psicólogos, todo. Es un cuento que hay que armarlo.
Ni siquiera hay demasiada información sobre la trata, porque sólo se empezó a saber algo por la fundación de Susana Trimarco, pero yo la veía muy sola. No veía a un movimiento como «Madres de Plaza de Mayo» o algo de esa magnitud. Es increíble que siga tan oculto. Argentina es un país con las tres condiciones en este mercado: exporta, importa y transita chicas. Perú sólo exporta chicas. Chile es muy de paso y los grandes países europeos son solo importadores. Es como una mercadería.
A medida que me fui interiorizando, decidí seguir mi instinto e hice una performance muy fuerte, donde caminé desnuda -con un vestido de red- y me puse unos códigos de barra grandes, llamé a jóvenes a vestirse de negro y a llevar cartulinas negras, pisamos talco con otras chicas y dejamos nuestras leves huellas en estas cartulinas.

-¿Cómo comenzó tu trabajo con Las mariposas?

En 2014 hice una performance muy importante: había quedado un grupo muy entusiasmado del taller llamado «Mujer, violencia y capitalismo» y decidí hacer una performance el 8 de marzo. Caminamos en silencio por la calle Florida hasta el Paseo de los Artesanos, donde bajamos a un sótano a cambiarnos. De ahí caminamos 50 personas, en su mayoría mujeres, por la calle con una instalación en el cuerpo de papelitos de venta de sexo y códigos de barra. Y otro día nos vestimos todas de rojo y caminamos por la calle en silencio, pensando en las víctimas de la trata.
Al final de la intervención, las caras se transformaron completamente. Todos los presentes contaron que se emocionaron. Fue muy fuerte. La performance no es una representación sino una presentación, no es que estoy haciendo que soy esa chica sino que estoy poniendo el cuerpo para darle una entidad. Es decir, le presto el cuerpo para que vea la luz por un rato. Tiene un efecto de ritual. Las pibas se iban deformando, sentían el peso en su cuerpo y para cuando llegamos, no podíamos parar de llorar. Justamente de ahí surgió Las mariposas-A.U.G.E. Elegimos llamarnos así en nombre de las hermanas Mirabal.
Aclaro que Las mariposas y Madres victimas de trata son dos grupos independientes, pero como tratamos problemáticas de género convivimos y trabajamos juntos. En Madres victimas de trata me cerró el cuento de arte y política. El arte visibiliza y permite a los familiares juntarse y trabajar juntos. El familiar siente que no lo ve nadie, ni el juez ni la policía. Le niegan todo el tiempo la desaparición de su hija. Entonces esa persona se enferma, se pincha, se muere.
Margarita Meira, mi compañera en Madres, tuvo ovarios y siguió su lucha después de 23 años de que se lleven a su hija, pero no cualquiera tiene esa fuerza. Entonces los artistas tenemos un papel social muy importante porque las víctimas no se ven si alguien no los visibiliza. De ahí surge la semana de «Se trata de no más trata».

-Si toman temas sobre ausencias, como son los femicidios y la desaparición de personas, ¿cómo se trabaja esta presencia?

Con muchísimo ensayo. A veces hemos tenido cinco ensayos para una sola performance. A veces sólo uno, pero es necesario entrenar la presencia e interiorizarse en el tema. Hay gente que falta y cuando es el momento no está presente, piensa en otra cosa, es muy notable la diferencia entre la persona que está en el ritual y la que no. Lo trabajamos desde técnicas actorales, la respiración, el abrazo, quedarse en un abrazo mucho tiempo, luego soltarse y seguir sintiéndolo.
Luego hay que entrenar el cuerpo colectivo, poder salirse del yo y sentir el cuerpo como una herramienta de transformación, hacia adentro y hacia afuera. Porque la persona que pone el cuerpo en una performance, se transforma y nunca más se olvida del tema.
La performance es básicamente una presentación, no una re-presentación y por lo tanto los bailarines-performers se convierten en signos y huellas, como números y letras. Signos que deberán ser llenados de significado por el espectador quien se convertirá de esta manera en un espectador activo, que recibirá señales y deberá completar con su trabajo de imaginación, pensamiento y sensorialidad su propia significación. Huellas que dejan los cuerpos en el espacio y que a su vez dejan huellas en sí mismos.

Nota Blanca_1

-¿Por qué el espacio público como escenario?

Porque pasan cosas cuando se produce en los lugares comunes a todos. Por ejemplo, nosotros hicimos en la EMAD tres performances colectivas en la calle, contra de Lopérfido, y finalmente se fue. No fue sólo por eso, pero hay que entender que el espacio público es uno de los lugares más políticos. Es el lugar donde todos nos encontramos.

-¿Cuál es tu visión del arte en la dictadura?

Ya en la segunda mitad del siglo XX, más en los sesenta, las artes se venían mezclando entre sí. Entonces las artes visuales se metieron en el cuerpo, el cuerpo en la música y todo se empezó a hibridar. Lo performático, lo imprevisto, lo extraordinariamente efímero, los rituales irrepetibles contaminaron las textualidades escénicas vanguardistas que muchos llegaron a considerar como collages.
En los años setenta en nuestro país y en toda Latinoamerica, se produjo una politización del arte y una estatización de las prácticas políticas. Y antes de los años 70 hubo una ebullición de colectivos de arte y política, uno de esos grupos emblemáticos fue el FATRAC (Frente Antimperialista de Trabajadores de la Cultura), un nucleamiento de artistas, referentes culturales e intelectuales, vinculado con el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores).
Ya en los últimos años de la dictadura, envuelta en muertos, desaparecidos y exiliados, empezó a aparecer un movimiento de gente que trabajaba con lo roto, los pedazos de lo que había quedado. En los ochenta tuve la suerte de participar en el movimiento under: Cemento, Paracultural, Medio mundo, entre otros. Éramos una especie de tribu con la necesidad de liberarnos de toda la porquería de la dictadura que nos rodeaba. Nos juntábamos en sótanos o boliches que se copaban de gente a hacer varietés artísticas.
Más adelante, en el 89, participé en el grupo Escombros de la plata, donde fuimos 700 artistas a una cantera de cuatro manzanas, produjimos arte de todo tipo, y después todas las producciones se quemaron en fogatas. Esa era la idea, nada tenía que quedar. Cuatro mil personas pasaron durante aquel día. Eran movidas enormes. Ya en los noventa, aparecieron en los famosos escraches de hijos a los represores; el grupo GAP (Grupo de arte callejero, acciones y prácticas) estuvo muy presente.

-Los tercer viernes de cada mes, con Madres Víctimas de trata dan la vuelta a la pirámide de la Plaza de Mayo haciendo una performance, por qué eligieron este lugar?

Creo que la vuelta a la plaza es la gran performance por excelencia. Ha durado cuarenta años y producido una mega información acerca de los derechos humanos en Argentina. Si no fuera por esa ronda y por esas señoras con el pañuelo blanco en la cabeza yo creo que nadie se acordaría de la dictadura. Es impresionante lo que hizo esa performance, caminar en silencio con un pañuelo ya no es salir a una manifestación, sino estetizar la política.
Por eso también lo tomamos en Madres víctimas de trata y, después de hablar con Hebe y Norita y tener su aprobación, ya que es un lugar histórico y místico, empezamos a marchar el tercer viernes de cada mes, dando la vuelta a la plaza por las desaparecidas por la trata de personas, desapariciones de la democracia.

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