Loader
¡Carnaval toda la vida! | Revista Colibri
135
post-template-default,single,single-post,postid-135,single-format-standard,bridge-core-1.0.5,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,qode_grid_1300,qode-theme-ver-18.1,qode-theme-bridge,disabled_footer_top,disabled_footer_bottom,qode_header_in_grid,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.2,vc_responsive

¡Carnaval toda la vida!

Por Santiago Carrillo

Siete micros del tipo escolares que trasladaban unas 280 personas –entre murgueros y acompañantes- extasiadas de alegría para compartir, se acercaron a la avenida General Mosconi con intersección en la calle Zamudio, en pleno barrio porteño de Villa Pueyrredón, para animar el corso del vecindario. Los trajes de lentejuelas amarillas y blancas, los bombos, redoblantes y el típico himno que conmemora a los compañeros que murieron, con el ritmo de Un beso y una flor de Nino Bravo, dejó en evidencia que se trataban de Los pibes de Don Bosco:
De día viviré pensando en esta murga
De noche estos bombos siempre sonaran,
Verás como una luz se enciende en tu camino,
Yo toco y te juro que de acá nunca me iré…
   Los niños dejaron de atender a su inconsciente que les rogaba cometer alguna travesura con la espuma carnavalera. Los adultos soltaron la atención de sus críos, porque ambos se perdieron entre la música y la danza. Todavía con el pomo en la mano, las personas bailaron, rieron y protagonizaron la fiesta popular.
   Una vez que la transpiración se había secado y el ritmo cardíaco era normal, Damián Chaparro, director de percusión de la comparsa proveniente de La Boca, dijo que luego de cada presentación, cuando está por dormirse en su cama, siempre reconstruye en su memoria el momento que entonan el himno en recuerdo a aquellas personas que fueron esenciales en la murga y abandonaron el plano terrenal. Chaparro, mientras bailaba y tocaba el bombo, no dejaba de ver a su lado al anterior director de percusión, quien también era su amigo.
   En otro plano, Chaparro explicó que el carnaval de Buenos Aires y la murga denotan un signo de la época colonial: el bombo proviene de la música africana, pero también simboliza el sonido que producía la marcha de los esclavos; el platillo representa el choque de las cadenas cuando caminaban, destruidas por la danza de las tres patadas que ilustran la libertad.
   Sin embargo, Bárbara Pacciani, actual Directora de la murga, afirmó que actualmente el carnaval está distorsionado y no existe un festivo original porque fue perdiéndose progresivamente con el correr de los años. De hecho, sucede desde épocas remotas anteriores a Cristo cuando era una celebración pagana en honor a Baco, Dios del vino. “Lamentablemente en la actualidad el centro de las murgas se torna a la competencia que existe entre las comparsas y la gente no sabe el significado del carnaval”, contó.
   Además, Chaparro dijo que algunas murgas “quieren formar bandas” porque agregan instrumentos como la guitarra, el bajo o el órgano, y generan así el enojo de los murgueros tradicionales aferrados al bombo y al platillo.
   El carnaval porteño tiene su momento durante los fines de semana de febrero, cuando las diferentes comparsas son dueñas de las avenidas y comparten su música y bailes. A pesar de ello, Chaparro es consciente de que no todos los barrios son murgueros y recordó que antes los corsos eran “inmensos”, mientras que hoy son de dos cuadras. 
   Sin embargo, aunque Chaparro entristece cuando van a un corso con poca gente, también disfruta de barrios como La Boca donde “la gente suele estar colgada de los balcones tirando agua”. “El carnaval es la fiesta del pueblo y es cuando el pobre tiene la voz”.
   Por otro lado, ciertos jóvenes prefieren buscar la fiesta a unos 232 kilómetros al norte y al costado de un río. En la zona del litoral argentino, el carnaval de mayor envergadura es el de la provincia de Entre Ríos, con epicentro en la ciudad de Gualeguaychú.
   El carnaval de Brasil, característico por su música tropical y sus trajes coloridos, influenció a la provincia de Corrientes. Esta última dispersó el contagio carioca para constituir el carnaval de Gualeguaychú -actualmente el más grande del país- a partir de la década del ’70.
   Damián Cáceres, encargado de marketing y prensa de la comparsa Marí-Marí, contó que el carnaval comienza el primer sábado de enero hasta la primera semana de marzo, y afirmó que gracias al feriado nacional de carnaval sancionado en 2011 se ha producido un auge que “rompe la ciudad”, beneficiándola económicamente gracias al turismo.
   En el carnaval de Gualeguaychú, las cinco comparsas existentes representan a un club local y compiten “sanamente” tres de ellas: la ganadora del año anterior y las dos últimas que van rotando entre sí. Cáceres, quien se regocijaba al contar que Marí-Marí, representando al Club Central Entrerriano, es la más ganadora, afirmó que los desafíos se centran en los carruajes, las coreografías, los trajes y las canciones que “sorprenden año a año” donde cada comparsa simboliza una temática diferente.
   Cáceres, que tiene 34 años y desde los siete que disfruta la festividad, afirmó que lo especial del Carnaval de Gualeguaychú es el sentido artístico, la pasión por defender los colores del club y compartir un momento de alegría con amigos, donde además se brinda un “gran espectáculo”.
   Aún más al norte, a unos 1.712 kilómetros por la Ruta Nacional n°9 desde la capital platense, el carnaval de Jujuy se diferencia del resto por ser un choque de culturas entre lo andino y lo católico, donde la premisa fundamental es el agradecimiento a la tierra y la unión.
   Pablo Pacheco, integrante hace diez años de la comparsa humahuaqueña Los Rompecorazones, contó que la gente del norte es muy sacrificada porque el trabajo no abunda y su prosperidad depende de las cosechas, que muchas veces es afectada por las propias características climáticas del lugar. “El carnaval es ante todo la unión con la tierra”, afirmó Pacheco explicando porque la gratitud está tan ligada a la festividad.
   Un jueves antes de carnaval es el “jueves de compadres”, donde originalmente se juntan solo los hombres a festejar. A la semana siguiente el turno es de las comadres, aunque actualmente se suele realizar de manera mixta porque Pacheco explicó que hay algunas cuestiones culturales que se van rompiendo. “Se festeja lo que uno quiera, motivos hay de sobra”, afirmó Pacheco. Al sábado siguiente se realiza la ceremonia del “desentierro del diablo” hasta el otro domingo que es el entierro del mismo.
   El diablo representa la alegría y lo que no está permitido durante todo el año pero sí en carnaval. Algunas personas se suelen disfrazar de diablos y ellos son alegres: “si te ven quieto, te pegan amigablemente con la cola para que bailes”, remató.
 
   Cuando comienza el carnaval se hace el ritual de la Pachamama, que consiste en realizar un hueco en la tierra y ofrendar lo más preciado de uno para que durante el año no le falte y también se pide para que no haya maldad en los festejos. Pacheco contó que cada uno ofrenda lo que quiere, pero con una consigna: “no seas amarrete porque como la tierra te dá, también te saca”.

 

   Las comparsas de Humahuaca suelen ser grupos de cuarenta personas aproximadamente que son amigos entre sí o familias, donde los músicos son parte de la misma y tocan carnavalito o huayno. Los Rompecorazones, luego de la ceremonia del desentierro hacen un asado con bebidas incluidas para quien quiera participar: “si uno va caminando con diez amigos, se lo invita sin prejuicio alguno”, afirmó Pacheco. Luego agregó: “carnaval es igualdad, todo se comparte”, explicando que durante esos nueve días se realizan las características invitaciones: alguna persona pone su casa, compra dos tachos de vino y comida para el que quiera pasar; hasta que no se termine lo ofrendado, nadie se puede ir. “Hay veces que uno tiene hasta tres invitaciones en el día, y termina siendo terrible”, asumió entre risas.
   El último día de carnaval el entierro se hace en el mismo lugar donde comenzó la festividad donde “los rompe” tienen su sitio prefijado. Pacheco contó que a las últimas horas de la tarde se hace un nuevo ritual de la Pachamama con la misma lógica: uno ofrenda lo que quiere, pero guarda toda la alegría que quedó para el año siguiente. Se dejan las serpentinas, que representan la alegría, y también el talco y papel picado que “es parte del traje para que todos sean iguales”. Después de un cierre emotivo y espiritual, Pacheco contó que “uno termina con cuarenta hermanos”.
   Muchas veces el arte logra sintetizar aquellas expresiones que la mente no llega a conjugar en palabras. La última estrofa del himno de Los Pibes de Don Bosco es testimonio del espíritu carnavalesco

 

Siempre habrá un lugar para ti y
Aquí soñaremos sin parar

Por vos y por mí,

Y con mi alma y tu corazón

Cada murguero es una ilusión,

Siempre hasta el fín.
No Comments

Post A Comment