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Ciudad de cine y estrellas en el Patio | Revista Colibri
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Ciudad de cine y estrellas en el Patio

Primero un poco de historia: ubicado en Av. Tte. Gral. Donato Álvarez a la altura de 175, El Patio de los Lecheros supo ser una estación de tren, bajo el nombre homónimo, donde se recibían los miles de litros de leche proveniente de los campos del interior de la Argentina.
Los lecheros,  inmigrantes de diversos orígenes (y en su mayoría europeos), esperaban el tren para vender la leche por las calles porteñas, donde toda la nueva ola inmigratoria del siglo se asentaba. Esta práctica fue así hasta que llegado el año 1961 cayó en desuso por la prohibición de la venta de leche sin proceso de pasteurización.
Llegado el año 2016 el predio fue puesto en valor para que tanto familias como grupos de amigos llevaran a cabo momentos compartidos a la hora de desplegarse propuestas gastronómicas y de entretenimiento. Así, y con el objetivo de darle vida a este patio, se favoreció el desarrollo de la zona con respecto a la seguridad y la generación de empleos.
Entre los espacios que se pueden disfrutar se encuentran: Huerta urbana, sector de proyección, sector de mesas y sillas, kermesse con juegos, mini-mercado con frutas y jugos orgánicos.

De allí y en más El Patio de los Lecheros se ha convertido en algo mayor que un enclave de la ciudad. Y (con razón) que se permita un poco el juego de palabras: es un punto clave en el barrio. Y allí donde antes se reunían la gastronomía, sus sus foodtrucks y sus cervezas tiradas, con shows acústicos y productos regionales, ahora se sumó otra actividad: desde mediados del mes de febrero y hasta el 4 de marzo se desarrolló el ciclo Antojo de Cine.

¿De qué vino la propuesta?: ver una película bajo las estrellas. Con un vaso en una mano y una delicia en la otra, se pudieron ver algunos de los estrenos más importantes del 2017, además de con entrada libre y gratuita. Y la oferta fue variada: se proyectó El Planeta de los Simios: La Guerra y también Anina: Un misterio de ida y vuelta. Los más chicos pudieron disfrutar con Los Pitufos: La Aldea Escondida y los más valientes se animaron a ver It, el clásico de Stephen King adaptado recientemente por los argentinos Andy y Bárbara Muschietti. En tres fines de semana fueron un total de once las películas que se exhibieron al aire libre y en la oscuridad de la noche.

Pocos –a decir verdad y, sin dudarlo, ninguno- de los trabajadores que allá, por los años 60, poblaban la intersección de Donato Álvarez y Bacacay, habrán soñado con un futuro en el que gastronomía y cine se encuentren en ese mismo lugar común. Pero sí hay algo que es muy cierto: tan importante fue esa leche pura, que viajaba por miles y miles de kilómetros desde los campos del interior del país hasta esa estación convertida en espacio de encuentro, como la posibilidad del acceso a la cultura de forma gratuita. Pero sí, es cierto: las películas no sacan ni el hambre o la sed. Sin embargo más cierto es que hacen pensar, disfrutar, llorar, emocionar. Las películas alegran la vida. Y eso es lo que las hace tan imprescindibles.

 

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