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Desentierro, Emiliana Miguelez - Fotógrafe del Mes | Revista Colibri
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Desentierro, Emiliana Miguelez – Fotógrafe del Mes

Fotógrafe del mes – Emiliana Miguelez
Edición #78
Por Alana Rodríguez

Emiliana Miguelez es fotógrafa argentina, nacida en 1976 en el Municipio de Lomas de Zamora. Fue reportera grafica del diario Clarín durante 16 años y, actualmente, colabora con Revista Anfibia, Revista Crisis y Socompa. Su andar por distintos territorios la inspiró a realizar su proyecto «Viaje conurbano», en donde hace un recorrido por distintos espacios de la Provincia de Buenos Aires, en contexto con su devenir histórico y con las personas que la habitan.

-¿Cómo fuiste interiorizándote en el lenguaje fotográfico?, ¿qué es lo que te conecta con esta forma de comunicar?

Mi relación con la expresión visual creo que fue desde siempre. Desde muy chica, fue una necesidad para comunicarme. En principio, con mi papá específicamente, él vivía con nosotros en Burzaco, pero viajaba todo el año. Era soldador en gasoductos, entonces se iba a lugares de la Argentina que estaban muy lejos por mucho tiempo y sin acceso a la comunicación. Generalmente, las obras estaban en el medio de la estepa o de la puna y la forma que teníamos de comunicarnos era cuando él nos mandaba fotografías comentadas.

Como yo no tenía cámara, mi manera de contarle cosas era a través de cuadros de historietas y fue como un primer acercamiento a documentar algo a través de la imagen. Puntualmente, ésta expresión es una síntesis para mí, porque muchas veces mi organización de pensamiento no es lineal y la fotografía, la imagen o la narrativa visual, siempre me permitió poner todas esas pistas en el hecho comunicacional o expresivo.

Para mí, fue muy fácil en principio y después se me hizo natural, casi sin hacerlo consiente. Lo precioso que tiene la fotografía o por lo menos lo que a mí me alucina de esa expresión es que muchas veces aparecen cosas que no las teníamos previamente racionalizadas y, cuando aparecen, desmontan la rigidez de un pre-concepto. Eso hace un ida y vuelta dialéctico que en mi caso me colabora con poder entender mejor en dónde estoy y que está pasando en ese momento.

-En tu proyecto “Viaje conurbano hay una búsqueda de representar cómo se fue conformando el territorio a partir de los distintos acontecimientos históricos, en un recorrido que va desde la “campaña del desierto que sentó las bases de como está conformado el territorio hoy en día. ¿Cómo fue el proceso de realización de este proyecto?, ¿Por qué pensás que fue necesario este registro?

En realidad, no fue esa la intención en principio. Yo me encontré con este trabajo de forma errática, en el sentido de que fue un proceso más surrealista. Trabajaba para un medio local hegemónico, porque era uno de los suplementos del diario Clarín. Recorría todo el tiempo mi propio territorio, la zona sur del conurbano y, muchas veces, era tanta la contradicción entre el qué se iba a buscar para una nota de un medio de comunicación y en lo que pasaba territorialmente. A mí me interpelaba constantemente esa relación, esa falla comunicacional.

Entonces, yo empezaba a fotografiar lo que a mí me interesaba que estaba más a allá de esa cobertura, buscando entender un poco más cuál era el quiebre entre el pre-concepto y lo que pasaba realmente en esos lugares. Son lugares que yo transitaba cuando era chica, entonces, de alguna manera lo tenía más interiorizado y tenía otra puesta en valor de lo que ahí estaba pasando.

Después de un tiempo, me di cuenta de que estaba construyendo sobre algo en específico, entonces sobre la edición vino el pensamiento de tratar de narrar visualmente en relación con lo que estaba aconteciendo en ese lugar y lo que nos pasó como historia, como pueblo a lo largo de 200 años en esos mismos territorios. Cuando fui consiente de eso, fue cuando volví a fotografiar los lugares. Muchas de las fotos que ya había hecho previamente permanecieron y, en la edición, fue más que nada la decisión de armar esta estructura narrativa, por esta cuestión de que muchas veces me daba cuenta después lo que había fotografiado y en qué clave lo había hecho.

No siempre soy consiente de todos los detalles de todas las posibles narrativas que hay y, quizás, logro encontrar mi propio hilo narrativo después. Esa primera instancia de viaje conurbano que también tuvo su salida y circulación de una manera específica, se abrió a la necesidad de poder narrarlo con otras imágenes que se sumarán, que tuvieran que ver con esta cuestión más precisa de linkear que somos productos históricos.

La verdad que no sé si es necesario el registro, sí es necesario mi manera de verlo y que es necesario poder ver otras maneras narrativas que no sean las que están establecidas ni en el discurso oficial y estatal, ni en el discurso de los medios nacionales que narran desde una centralidad específica sin conocer del todo a los territorios.

¿Cómo se traducen en imágenes estos procesos históricos que conformaron el territorio conurbano?

No hay manera de traducción, lo que sí puede haber son referencias, señalamientos o gestos que señalen. Yo entiendo que todo lo que nos atravesó cómo proceso histórico desde la conquista marcó este límite, que es en dónde está el mito de origen del estado nacional, todo lo que nos fue pasando está en las imágenes, está en el territorio, está en las marcas.

Muchas veces las naturalizamos, muchas veces no somos conscientes, pero vivimos entre monumentos a determinadas personas, festejando determinadas fechas. Hay cuestiones que nosotros atravesamos cotidianamente que tienen que ver con un discurso, con una apreciación sobre cuál fue nuestro origen y cuál es nuestra identidad, que es una ficción narrada. Toda construcción es ficción. Ahí hay puntas que pueden estar señaladas o vinculadas con otros procesos históricos y hoy nos preguntamos, ya después de 200 años, ¿por qué no todos tenemos acceso a la vivienda?, ¿por qué no todos los que estamos en este territorio, que es basto y que tiene tierras despobladas, tenemos acceso a un lugar?

Son preguntas que aparecen una y otra vez en las noticias, son temas recurrentes. La recuperación de tierras o la ocupación de tierras según quien sea el que narra, son temas que son de hoy en día, pero tienen sus orígenes específicos y de legitimidad hace más de 200 años. Y hace más de 200 años vienen escribiendo en una narrativa que justifica esa falta de derechos.

-El territorio es un recurso o temática, que está presente en todas tus producciones, recorriendo distintos espacios, analizando y profundizando sobre cómo se conforman y cómo dialogan con las personas que los habitan. Entonces, ¿qué representa para vos el territorio?

El territorio es el espacio vital físico material, dónde se da esa praxis, esa dialéctica entre las biografías de quienes vivimos ahí y los discursos políticos o los discursos de organización de un estado nacional, con todo lo que conlleva. No solo desde lo estatal, sino también hablo desde discursos hegemónicos, la hegemonía no está solo en el poder del estado hoy en día, sino que hay algo más líquido en dónde los poderes económicos traspasan a las organizaciones estatales. Y eso también trabaja sobre nuestros cuerpos y nuestras narrativas.

Para mí, el territorio es el lugar en donde se hace esa praxis entre una organización conceptual que intenta encapsular una praxis y las biografías de todes les que estamos ahí intentando sobrevivir, resistir o poder contar nuestras propias narrativas. Es un espacio en donde existe esa disputa. Por otro lado, también lo territorial es en algún punto un poco ideal. Yo escucho muchas veces hablar del conurbano y me resulta que la idea del conurbano es una ficción, hay tantos conurbanos como personas que lo habitan, más allá de que hay diferentes comunidades, diferentes lugares de enunciación en cuanto a pertenencias a grupos identitarios diferentes, en realidad cada cual tiene su propia narrativa sobre su propio acontecer en su territorio.

-La incorporación de las imágenes y de todo el proceso del desentierro de los libros en Burzaco añade a tus relatos territoriales una perspectiva desde lo íntimo, desde tu historia más personal. Y esto lleva a pensar sobre esa relación tan presente en tus proyectos sobre la identidad y el territorio. ¿Cómo interactúa la identidad con el territorio?, ¿Son parte de una misma estructura?, ¿Se retroalimentan?

Para mí, entre las identidades hay una relación dialéctica permanente, son los lugares en donde se da la praxis, las experiencias. Se narran mutuamente, entre el lugar y quiénes las habitan. Personalmente, incluir un episodio familiar en la trama sobre mi mirada de ese territorio, me fue sumamente necesario por la cuestión de que hacer el señalamiento de una narrativa oficial marca necesariamente la biografía de alguien. A la vez, la biografía de alguien puede marcar un acontecer comunitario.

Yo elijo narrar esta cuestión de que en 1976, que es el año en que nací, mis viejos eran ambos militantes del partido comunista, mi papá que era militante del sindicato de soldadores del estado y mi mamá estaba en el sindicato de trabajadores de la educación SUTEBA que recién empezaba a formarse. En esa instancia, tuvieron que enterrar libros, toda su biblioteca, y a lo que más me llama la atención es que no solo tuvieron que enterrar libros políticos, sino que también tuvieron que enterrar todo lo referente a literatura y poesía. Ese hecho es fundacional de mi propia vida porque fue el año en que nací, también fue contado a lo largo de la historia familiar de una manera que a siempre estuvo ligada a mis propias experiencias con mi familia y eso, en lo micro, era como una resonancia de lo que estaba pasando a nivel contextual.

Esta cuestión de enterrar, de que haya un espacio de poder que obligue a enterrar es una metáfora de lo que nos pasa como habitantes de un territorio en donde tenemos que contar la historia de otres y no la propia. Para mí, el desentierro es catártico en ese sentido. Las charlas que estoy teniendo con mi familia después de 45 años, en donde cada cual tiene su versión de la historia, y eso me da la pauta de que no hay una historia, tampoco la historia contra-hegemónica es una. Todas las resistencias son diferentes según quien las cuenta.

Lo que me interesa es que son fragmentos y esto tiene que ver mucho con la imagen, que también es fragmentaria, una imagen no es totalizadora de algo, cuenta una parte de algo y en relación con si hay otra imagen que la acompaña, cuenta otra historia.

Para mí, fue sumamente necesario porque yo empecé narrando el territorio desde las historias de otras personas con las que me sentía identificada y un poco eso me llevo a narrar mi propia historia, que tiene que ver con lo que les pasó a muchos en ese momento. Quizás no de forma literal, pero sí de forma conceptual y más allá de la tragedia de la masacre que fue el golpe militar y eso es algo que hoy en día sigue trayendo cosas a la superficie. En este caso, con los libros, es un viaje más metafórico después de 40 años ya, intentamos desenterrarlos y yo ya entendí que mis viejos no necesitan desenterrarlos, a mis viejos les duelen sus compañeros desaparecidos, les duelen un montón de otras cosas, les duele que con esos libros enterraron otro montón de cosas, después de entender que no los voy a desenterrar materialmente porque no agregan necesariamente a la historia en donde ya está presente la censura y esa apreciación de perdida, pero sí me sirve narrar su materialidad y todo lo que ocurre alrededor.

Con esas imágenes, poder darles un señalamiento de como se inscribe ese relato oficial en una biografía familiar. Con mis viejos hablando del desentierro, mi mamá siempre cuenta una anécdota que a mí me pareció sintomática que es que Silvio, el papá de mi abuela, que vino de Italia y era anarquista, cuando estuvo en el sur de Santa Fé, en un momento tuvo que enterrar la imprenta en donde hacia los fanzines y tuvo que irse, entonces, siempre hay un entierro, es como cíclico, siempre hay algo que esconder que tiene que ver con una manera de resistir y que siempre sale a la superficie.

-Queremos pedirte que elijas alguna fotografía que tenga un significado especial para vos, con la que tengas un cariño especial, de esas imágenes a las que volvés una y otra vez. Y que nos cuentes porqué la elegis y cuál es su historia.

Hay un montón de imágenes a las que vuelvo, sobre todo las de cuando yo era chica, porque son pocas. Hay una especialmente de cuando era bebé, siempre me gustó esa imagen porque estaba mal revelada, tenía como unos colores lila. En la foto, estaba en el patio de la casa de Burzaco en el medio de unos matorrales, que parece que está en el delta del Paraná. Mi viejo es isleño, entonces, no hay un centímetro que no esté habitado por vegetación.

Con el tiempo, fui adquiriendo la conciencia de que esa época fue la del entierro de los libros, osea que yo estaba sentada encima de lo que meses atrás habían intentado, en un gesto de desesperación, ocultar. Ese vínculo con lo que esa imagen expresaba, que era una tranquilidad absoluta contra lo que estaba pasando realmente en ese territorio, siempre me dio impresión.

Y otra imagen que está en el trabajo de viaje conurbano y en el de desentierro, es una imagen que yo hice a principio de los 2000 a un grupo de trabajadores, 20 años después de haber sido despedidos de su fuente de trabajo, en una aceitera. Es una foto de un día de mucha lluvia, entraban por primera vez después de 20 años a ver cómo había quedado la aceitera. Como estaba todo embarrado, hicimos un camino de madera y eran filas y filas de personas con paraguas yendo a ese paredón gigante.

Es una imagen que me quedó ahí latiendo, una imagen que quedó ahí en el archivo del diario porque nunca se publicó la nota. Con el tiempo, siempre la recordaba, la dibujé incluso, porque yo sabía que la tenía pero no la encontraba en el archivo. Y cuando empecé a editar lo de viaje conurbano, sentí que la necesitaba y me costó un montón encontrarla. Estaba mal archivada en el diario y mal revelada. Pero esa imagen fue el gesto inicial para empezar a trabajar con el material que tenía.

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