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"Un año de danza", en el Centro cultural de la Cooperación | Revista Colibri
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«Un año de danza», en el Centro cultural de la Cooperación

Por Maii Kisz

El centro porteño no sólo ofrece una amplia escena teatral. En plena calle Corrientes, a cuadras del obelisco, el Centro cultural de la cooperación ofrece distintas actividades, incluyendo teatro, música y también cine. A partir del mes de Septiembre, todos los jueves a las 21 horas, se podrá ver Un año de danza. Revista Colibrí te ofrece un tentador adelanto.

Cuando las personas buscan la excelencia, adoctrinan su cuerpo por voluntad propia y se imponen pruebas que pocos pueden superar pero que los llevarán a lograr su cometido. Un año de danza es un documental ideado y dirigido por la periodista y documentalista Cecilia Miljiker, quién a través del lente de la cámara muestra, y hace partícipe a todos los que vean el material, cómo vive un grupo de niños y niñas su primer ciclo lectivo en la Escuela de Danza del Teatro Colón.

El audiovisual retrata la progresión que hacen los niños de entre 9 y 12 años y las niñas de entre 8 y 11 años desde que ingresan a la escuela hasta su baile de fin de curso. “Los chicos que realmente llegan, los que la pasan bien y no se enferman, son los que realmente tienen una vocación temprana y fuerte. Si ellos no tienen ganas, no pueden hacer tanto esfuerzo”, opina Cecilia tras haber realizado 77 horas de grabación y un trabajo que, entre filmaciones y posproducción, llevó más de dos años.

Respetando un orden cronológico, todo comienza con el examen de ingreso, que dura tres días, durante los cuales se evalúa a quienes se presentan y esto deviene en la eliminación de muchas de las personas que pretenden asistir a esa escuela. En caso de que quienes no queden seleccionados no hayan llegado el límite de edad, pueden presentarse al año siguiente. El momento de comunicar los resultados finales es uno de los retratados por Cecilia: al entrar a la prueba les ponían a los y las ingresantes un cartelito con un número en la malla. Al terminar cada uno de los días de prueba, una hoja con números en la puerta es la encargada de anunciar quienes quedan eliminados y quiénes pasan a la siguiente etapa. “No podía creer lo duro que era ese momento”, afirma la directora y agrega: “Una de las nenas que entró tenía una amiga que no pasó las pruebas y estaba llorando y llorando porque ella, a pesar de haber logrado ingresar, quería entrar con su amiga”.

El documental fue grabado a dos cámaras, de las cuales estuvieron encargados la directora y Guillermo Bergandi. También asistía a las jornadas de grabación Ezequiel Scillone, encargado de tomar el sonido en directo. “Nosotros estábamos muy concentrados en poder realizar las tomas y no me pude compenetrar del todo con los sentimientos de la gente en el momento en el que exponían los resultados, pero para filmar era un caos”. Solo 20 logran entrar cada año y, si bien la mayoría pasan a segundo, pocos logran a egresar. Quienes terminan la carrera no tienen asegurado entrar al Ballet Estable del Colón. El título otorgado tiene mucho prestigio, pero no es habilitante para ser docente ni tiene valor terciario.

La escuela cuenta con dos sucursales: una reciente en Mar del Plata y la de Capital Federal. Quienes quieren realizar su trayectoria en este espacio no tienen más opción que trasladarse. “Hay gente que hace todo con mucho esfuerzo. Quienes viven lejos se levantan muy temprano y viajan en subte, tren y colectivo”, cuenta Cecilia y no deja de recalcar que esto es un gasto que, por más que la escuela sea gratis, en ocasiones es difícil de afrontar. Tanto el viaje como la ropa: Una malla de baile ronda los mil pesos y lo mismo los zapatos. Cecilia apunta que existe una cooperadora destinada a ayudar a quienes no pueden realizar tantos gastos.

Si bien el documental muestra el caso específico del Colón, la exigencia es propia de este baile en general, dada la complejidad del ballet y sus vestuarios específicos. En las clases, se comienza practicando con la barra para afianzar las posiciones. Una vez perfeccionada la técnica se empieza a bailar en el espacio, en el piso y a practicar punta.

Los chicos y las chicas terminan el día con un alto nivel de agotamiento, pero cumplir el sueño de bailar y el sentimiento de estar sobre un escenario realizando los pasos que alguna vez  desearon lograr, les impulsa a continuar y les proporciona la energía necesaria para realizar la primaria, hacer ensayos, clases y muestra de fin de año. “La resistencia que tienen es increíble. Algunos no aguantan más y hacen el colegio libre. Van nada más que a la escuela del Colón y después de mitad de año solo van a los ensayos, así que al medio día ya se van a la casa”, explica Cecilia.

El montaje, a cargo de Santiago Parysow, fue cuidadosamente realizado a fin de mostrar parte de cada una de las clases, los avances y la variedad de cosas que se enseñan. “La clase de técnica es exigente porque es lo que los chicos tienen que hacer perfecto. La de educación física también lo es. Los momentos de más relax eran la clase de francés y música”, cuenta la directora y comenta también esto se veía en las filmaciones y que al momento de la post producción buscaron transmitir este equilibrio que se producía entre clases de mucho desgaste y clases más distendidas.

Técnica, punta, ejercicios, francés y teoría musical conforman el repertorio de aprendizajes para quienes transitan las aulas de la Escuela de Danza del Colón. Amistades, bromas, frustraciones, correcciones, muchísimas emociones y muchas más ganas de seguir bailando se transmiten en imágenes y palabras a lo largo del documental que culmina con la esperada presentación de fin de año. En esas escenas finales, queda demostrado el crecimiento de los chicos y las chicas que lograron ingresar ese año, resultado de toda la energía que le pusieron para superar los obstáculos y nutrirse de las enseñanzas

 

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