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El Che sigue vivo | Revista Colibri
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El Che sigue vivo

El 8 de octubre de 1967 fue fusilado Ernesto Che Guevara en la localidad boliviana de La Higuera, a manos de un soldado del ejército regular.  Luego de que el Partido Comunista regional le soltara las manos y del acecho de la CIA, la captura del pequeño grupo guerrillero era inminente.
El Che permaneció aislado por unas horas, mientras los que vestían pulcros trajes verde oliva reían regocijados por el placer prematuro de asesinar al hombre que tantos dolores de cabeza les había causado. Mario Terán tenía órdenes de los altos superiores de llevar a cabo el homicidio.
En cuanto entró al cuarto donde estaba el prisionero, El Che estaba sentado en un banco y le dijo con severa parsimonia: “Usted ha venido a matarme”. Terán comenzó a ver al Che grande, cada vez más grande, con los ojos brillantes y sentía que en cualquier momento iba a quitarle el arma.
-¡Póngase sereno –le dijo mientras lo miraba fijamente- y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!
Terán cerró los ojos y disparó dos ráfagas de su arma automática. Más tarde, los generales exhibirían el cuerpo y se sacarían fotos como si fuera un trofeo de guerra; de hecho, para ellos lo era. Los habitantes del pueblo y los alrededores de la selva asistieron al morboso evento, donde algunas mujeres vieron la similitud que tenía con Jesús crucificado y la mayoría se asustó al percibir que el Che seguía vivo por la expresión de su rostro, con la mirada puesta al horizonte.
Realmente estaba vivo; está vivo. Porque las ideas son capaces de trascender a las personas físicas y su enseñanza quedara inmortalizada por siempre: “Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo de su corazón una injusticia cometida por cualquiera, en cualquier parte del mundo. Esa es la cualidad más linda de un revolucionario”.
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