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El regalo de navidad que aún falta | Revista Colibri
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El regalo de navidad que aún falta

Por Pablo Hernán Velázquez

Mas de la mitad de les niñes de nuestro país carece de alguno de los derechos básicos para su desarrollo y crecimiento. Si no tienen una vivienda digna, quizás vivan en lugares cuyo estado sanitario es deplorable, pero a lo mejor sus padres al menos pueden ingeniárselas para darles un plato de comida caliente, ya que si no lo tienen no pueden estudiar: el hambre no deja pensar. Existe una cantidad de frentes que el Estado tiene la obligación de atender para proteger la integridad, la salud, la educación, la nutrición y el goce de les niñes. Son obligaciones que el Estado se dió a sí mismo por la vía constitucional y los tratados internacionales a los que otorgó rigor de ley en la Reforma Constitucional de San Nicolás, en 1994. Sin embargo, en una época del año donde la mayoría de la gente corre de negocio en negocio a comprar juguetes o regalos de navidad para nuestres hijes, sobrines, nietes o ahijades, une de cada dos de estos menores carece de uno o más de los derechos básicos reconocidos en la Convención sobre los Derechos del Niño. Estos vacíos en la infancia de les niñes tienen la característica de decodificarse en clave de violencia en diferentes momentos de sus futuras vidas adultas, si es que llegan a ella.

POBREZA NO MONETARIA: UNA INFANCIA QUE VALGA SER VIVIDA

En los últimos días se conoció un alarmante indicador, en el cual UNICEF midió la pobreza desde una perspectiva multidimensional y no monetaria, y la misma arrojó la conclusión de que casi la mitad de les niñes de nuestro país (48%) son pobres, por tener al menos uno o varios aspectos básicos insatisfechos. Esto se traduce en un total de 6,3 millones de menores de 18 años que carecen de derechos relacionados con la protección social, la educación, el acceso al agua potable, saneamiento básico, vivienda adecuada y un hábitat seguro, todos ellos derechos garantizados por la Convención Sobre los Derechos Del Niño, tratado firmado en 1989. “El informe dice lo que todos vemos a diario en cada rincón del país”, comenta Nahuel Beibe, Secretario General de la Corriente Martín Fierro, quien a su vez agrega que “hay cada vez más familias en la pobreza y la indigencia con todas las complicaciones que eso implica para los niños y niñas que ven afectados sus derechos básicos”. Estos derechos negados hacen que no haya un proyecto de vida, ni una perspectiva de cambio, según explica Walter Córdoba, coordinador de Barrios de Pie en Capital Federal: “Es una situación de mucha vulneración de vacío, lo que genera mucha violencia y bronca, porque permanentemente estamos bombardeados por ideas de consumo, de que cuanto más tenés más vales”.

Azul estudia Psicología, y es militante de Nuevo Encuentro en la Villa 21-24, donde confluyen los barrios de Nueva Pompeya y Barracas, y se pregunta “¿Dónde están los defensores de los niños, los que militaron el aborto clandestino, y que hablaban del niño por nacer? ¿dónde están ahora preocupándose por el 48% de la pobreza infantil?” y afirma con tristeza que esas cifras se sienten. Esto no se trata del hambre, acá lo que está en el foco -desde la perspectiva de UNICEF- es que el acceso al agua potable, a prestaciones de salud, a la educación, a un techo, a prestaciones sociales y a un ambiente en condiciones sanitarias saludables para vivir constituyen una perspectiva de la pobreza que difiere del nivel de ingresos, pero se complementa con este. En el informe quedó claro desde la introducción: “La pobreza es más que la escasez o insuficiencia de ingresos”.

Fotografía: Vale Dranovsky

LA POBREZA DESDE LO MONETARIO Y UNA MIRADA INTEGRAL

El Estado Argentino privilegia el capital financiero, y por ese motivo la pobreza se mide de forma oficial en nuestro país basándose en el nivel de ingresos. Si con el método de UNICEF la pobreza infantil se eleva a un 48% de les menores, los guarismos basados en lo económico no son mucho más alentadores: bajo esa perspectiva, cuatro de cada diez chiques (42%) es pobre por el nivel de ingresos de su familia, y por no llegar a cubrir la canasta básica de alimentos. “Nosotres en un local tuvimos que hacer merenderos toda la semana, antes era solo los sábados, ahora son todos los días de semana, y almuerceros en otros barrios”, comenta Azul sobre su experiencia militante respecto al crecimiento del hambre. Por su parte, Nahuel traza una línea de tiempo para marcar las diferencias que nota en los últimos años: “Los chicos y las chicas que viven en las barriadas populares vienen con una mala alimentación sobrecargada de harinas, y muy reducida en carnes, frutas y verduras. A eso ahora se suman situaciones de hambre a las que nos habíamos desacostumbrado”. Estos trastornos en la alimentación fueron evidenciados por una investigación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), publicada en el mes de noviembre, que expone un aumento de la obesidad y la malnutrición en la región, y en el caso particular de la Argentina, como uno de los tres países de Latinoamérica en los cuales creció el hambre y la inseguridad alimentaria en los últimos tres años.

Bajo los términos actuales, y de acuerdo con las variaciones económicas producto de la mega devaluación que se experimentó con fuerza a mitad de año, una familia de cuatro necesita más de 24 mil pesos para no ser considerada pobre, más del 50% de lo que costaba hace un año a canasta básica. Si además tenemos en cuenta que todos los sectores laborales cerraron sus paritarias por debajo de este 50%, se puede inferir -aunque no hay nuevas cifras oficiales- que lejos de una movilidad ascendente, se elevó la vara y más familias quedaron bajo la línea de pobreza. Esta semana, el Centro de Investigaciones Participativas en Políticas Económicas y Sociales (Cippes) reveló un informe que indica que las estimaciones de la tasa de pobreza, en base a los datos referidos a Ingresos y Canasta Básica Alimentaria y Total de los hogares por regiones publicada por INDEC, muestran que al primer semestre de 2018 el 41,69% de les niñes y adolescentes de hasta 17 años vive en condiciones de pobreza en Argentina. Si para UNICEF, el número de menores que sufren de pobreza no monetaria ascienden a 6,7 millones, los datos de CIPPES implican que la cifra de niñes que viven en condición de pobreza por ingresos se eleva a 5,5; lo que demuestra la existencia de un núcleo duro y concentrado de pobreza estructural que concentra la mayoría de las carencias.
Así como de nada sirve construir una casa sin puertas ni techo, un análisis no puede disociarse de otro. La calidad de vida de une niñe cuya familia pueda cubrir la canasta básica de alimentos, pero vive junto a un basural o no tiene acceso al agua potable, se ve igualmente deteriorada porque se vulneran parte de sus derechos elementales.

 

AGUA, SANEAMIENTO Y MORTALIDAD INFANTIL

La Tasa de Mortalidad Infantil se utiliza como un indicador del nivel de calidad de vida de una población, y es la variable que da el número de muertes de niñes menores de un año de edad en un año determinado por cada 1000 niños nacidos vivos en el mismo año, y se tienen en cuenta factores que influyen y determinan el nivel de la misma: biológicos, demográficos, socio-económicos, culturales, ambientales, de atención de la salud y geográficos. Nuestro país llegó a tener un índice de mortalidad infantil de 18,31% en 2001, que al 2014 se redujo a la mitad y que con el dato de 2017 se mantiene estable (9,8%), aunque estos datos tienen graves problemas para su registro. Las principales causas de estas muertes son las afecciones neonatales, las afecciones respiratorias e infecciones gestrointestinales, y son causas que pueden evitarse.
Estas afecciones pueden ser atendidas con políticas de prevención y atención primaria del embarazo, y de los primeros meses desde el parto. Las complicaciones pulmonares y gastrointestinales pueden combatirse con acciones de prevención y atención primaria pediátrica, pero principalmente con el alto impacto sanitario que podría garantizar una infraestructura básica de higiene pública, agua potable, cloacas y eliminación de residuos.

El Estado Argentino aún no pudo lograr que siete millones de habitantes puedan acceder al agua potable en sus hogares, según el último dato oficial, también del Censo 2010, actualizado por el Banco Mundial en 2012, que también refleja que la mitad de la población no cobertura de red cloacal. Sin embargo, al desagregar los datos por provincias las brechas comienzan a moverse. Es así como estando tan cerca, la Ciudad de Buenos Aires tiene un 95% de acceso al agua potable, cuando la Provincia de Buenos Aires no llega a 80%, y el acceso a cloacas se ve severamente afectado en las provincias de menores recursos, por la falta de una política integral nacional que sea capaz de establecer un piso -y el sustento para sobrellevarlo- a cada provincia en materia de sanidad.

 

Fotografía: Vale Dranovsky

EDUCACIÓN PARA CONTENER MÁS QUE PARA FORMAR

Las funciones están disociadas. Hoy la escuela y los establecimientos educativos en su mayoría reciben un caudal de niñes y adolescentes que traen consigo muchas de las carencias que el Estado no se encarga de apaciguar. Así lo explica Nahuel, al afirmar que “la educación vuelve a ser pensada como una instancia de contención más que de desarrollo y eso genera una tensión permanente en el ámbito escolar porque no es la finalidad para la que fue concebida”. Se trata de uno de los eslabones decisivos en el desarrollo de les menores, para su futura vida adulta, y las fallas que se generan por el no acceso a la educación son muy complejas de resolver: “El pibe que no come como corresponde no va a poder pensar -sostiene Azul-, no va a poder hacer la tarea, no puede terminar la primaria, y ya sabemos que cuando no haces la secundaria y no tenés un título, no podes laburar porque este sistema margina, no solamente en cuanto al nivel económico, sino también a nivel construcción social y oportunidades”.

Pero esta no es la única deuda: “La educación no entusiasma, no interpela a los jóvenes” resalta Walter, y agrega “hay que ir incorporando tecnología y también nuevas concepciones a la hora de educar, un mayor sentido de lo comunitario y lo colectivo por encima de la individual, que es la clave en la que se configura este gobierno”. Se reproduce un sistema de desigualdades que impacta de lleno en la vida del niñe y el adolescente. Las carencias y falta de acceso al sistema educativo objetivamente afecta a un porcentaje cercano al 15% de les menores de 17 años de todo el país, con un foco mayor en la región patagónica, y la mínima expresión en la zona metropolitana (de mayor densidad a nivel país) y la región Noroeste. El número que la mayoría de los educadores utilizan para referirse al déficit en la educación, y a la dificultad para completar los estudios obligatorios data del último Censo Nacional de Población, efectuado en octubre del año 2010, donde se dejó constancia de que casi siete millones de adultos mayores de 20 años no había terminado el nivel primario o secundario.

El Estado ensayó algunas medidas con las cuales reconoce un déficit: en 2015 se habían egresado más de 600 mil personas del programa FINES, para finalizar los estudios de estos niveles, y aunque el programa continúa, ha sido víctima de sucesivos recortes que dificultan y limitan su capacidad de transformar una carencia que el Estado arrastra hace décadas. La Asignación Universal por Hijo brinda una prestación con la cual se otorga un sustento económico -insuficiente para salir del estado de pobreza- a una familia, y esta tiene la obligación de que el niñe cumpla con el calendario de vacunación y con la asistencia al colegio. Pero lo cierto es que no se van a poblar los colegios del país solo con buenos programas que tratan de paliar la elevada deserción en la escolaridad. Se necesita otro tipo de filosofía, y la voluntad de darle a cada establecimiento estatal las mínimas condiciones de saneamiento y seguridad, que las escuelas mantengan una relación dialógica en la cual les menores sean escuchades, participen y se sientan valorades, y una impostergable dignificación del trabajo docente, bastardeado y desvalorizado por la mayoría de los últimos gobiernos.

 

Dada la finalización de esta primera parte, Pablo Hernán Velázquez ahondará en los aspectos estatales e institucionales desde la criminalización de les niñes y los aportes que se pueden obtener a partir de la implementación de la ESI bajo el rótulo de «Que no falten en estas fiestas: aplicar la ESI y abandonar la criminalización», a continuación y en concordancia con los datos ya relevados y presentados en el presente escrito.

Agradecimientos:
UNICEF Argentina, Asociación Civil contra la Violencia Institucional (ACVI), Juan Carr (Red Solidaria), Juan Manuel (Barrios de Pie), Andrea Moyano (Abogada de niños, niñas y adolescentes), Ismael Jalil y Carla Sosa (CORREPI), Familiares de Nicolás Romero y Carlitos Abregú (victimas de gatillo fácil), Laura Reverter, Nadia García, Elena Calvín.

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