
Por Paula Colavitto
La plaza de Lomas del Mirador estaba repleta. La juventud y las familias la llenaban de cantos, abrazos y compañerismo. Las madres, nunca solas, abrieron sus corazones y los extendieron hacia los presentes con palabras sobre cada una de sus luchas; los testimonios eran estremecedores, la bronca a la impunidad hacía cerrar y apretar bien fuerte los puños. Las lagrimas inevitables llegaron sin hacerse esperar, reafirmando una vez más, la necesidad de unidad y lucha. Entre la muchedumbre se encontraba la abuela Nora Cortiñas, a quien todos sus años no hicieron más que ponerla joven y fuerte. Siempre firme, otra madre luchadora, buscadora implacable de aquellos primeros Luciano Arruga.
Entonces un nene, de no más de 5 años, se le acercó con la más hermosa ternura e inocencia para tomar la fotografía de Carlos, su hijo desaparecido; fotografía que hace años lleva colgando de su cuello. Y así el tiempo se detuvo…
Nora: Mi hijo
Niño: ¿Está muerto?
Nora: No. Está desaparecido, lo desaparecieron como a Luciano.
Niño: ¿Quién?
Nora: Una gente muy mala.
Niño: ¿Quienes?.
Nora: -Y…los policías, los militares-.
Niño: ¿Lo estás buscando?
Nora: Sí…
Niño: …
Nora: -Lo estoy buscando hace ya muchos años-.
Aquel momento era de nadie más que de ellos dos, pero a la vez, debía ser de todos. Ellos nunca se detuvieron; aquellos «malos», siempre malos, siguen desapareciendo a nuestros pibes. Continúan caminando impunes por los barrios buscando a algún guachin para tener de punto y entonces, un día se encontraron con Luciano, como con tantos otros, pero con Luciano no pudieron, Luciano fue tan pero tan fuerte que se volvió la fuerza de todos, y mueve montañas de humanos. Hace que nos encontremos todos en la plaza y en las calles, como a la abuela Nora y a aquel niño de 5 años. Hace que el grito sea bien fuerte: ¡Ni un pibe menos!
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Fotografía por Paula Colavitto |
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