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Entrevista a Nora Cortiñas | Revista Colibri
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Entrevista a Nora Cortiñas

Por Micaela Petrarca

El pelo blanco y las arrugas que marcan su piel es lo único que dejan ver sus 86 años. La sonrisa pícara detrás de sus anécdotas, su mirada dulce y materna, la fuerza que la mantiene de pie y siempre en camino son su esencia.

“Dale mamá, anda, no bajes los brazos, no pares, no te canses”

Me quito los zapatos, la presión que deja de ejercer sobre mis pies me confiesa que fue un largo día. Me lavo las manos, propio de la rutina diaria, y casi de manera desapercibida miro mi rostro en el espejo. Estoy agotada. Tengo que decírmelo, sino pareciera que soy un robot, y nunca dejé de ser de carne y hueso.

Mi hijo desapareció el 15 de abril de 1977, cuando esperaba el tren para ir a trabajar. Era un militante social que luchaba por un mundo mejor. Gustavo molestaba a un Proceso de muerte neoliberal. Cuando desapareció creí que me moría, pero no podía morirme, tenía que buscarlo. Lo que conté, es lo único que sé. La memoria de ese hijo que luchaba es lo que me da vitalidad. La familia que me rodea, mi hijo Marcelo, mis nietos y sus voces diciéndome que ellos están, que yo siga; es lo que me da fuerza.

Sigo levantándome y retomando la lucha frente a cada injusticia, frente a cada violación de los derechos humanos, levantando la bandera de lucha de los 30 mil desaparecidos, porque llevo la memoria adentro. Y por qué quedarme en mi casa y no seguir hasta el final de este camino, sería sepultar para siempre a mi hijo.

La abuela de todas las luchas

-Siempre estas presente en distintas instancias de reclamo como en el acampe qom, la desaparición de Luciano Arruga o en la despedida de Lohana Berkins ¿Es un deber continuar la lucha?

Sin duda fue tomar las banderas de lucha de nuestros hijos y nuestras hijas. Al cabo de los años decidimos participar de marchas como la blanca de los docentes, la de los hospitales, o la del día del trabajador porque en los 30 mil desaparecidos hay de todas las profesiones, de todos los estratos sociales y de todas las religiones.

Yo sé que esté donde esté soterrado mi hijo me dirá: “dale mamá, anda, no bajes los brazos, no pares, no te canses” por eso sigo. Creo que es el mejor homenaje que les puedo hacer, a Gustavo y a mi hijo Marcelo, a mis nietos y a mis bisnietas.

-Con la desaparición de Gustavo tu vida tuvo un cambio rotundo, ¿cómo fue el proceso de unión y organización?

La organización se fue modificando con los años, probamos todos los mecanismos habidos y por haber. Primero fue encontrar un lugar, en la Plaza no podíamos reunirnos por la cantidad de madres que éramos y por la persecución, lo resolvimos juntándonos un día en la casa de cada una.

En cuanto a la dinámica todas opinábamos. Discutíamos donde ir, hacíamos documentos que si se los aprobábamos, lo firmábamos y se mandaban. Nos dividíamos en pequeños grupos para ir, por ejemplo, tres al Ministerio de Marina, otras tres al de guerra y otras al episcopado. Nos organizábamos entre nosotras distribuyendo los roles.

Con el tiempo nos prestaron una oficina el movimiento ecuménico hasta que a Adolfo Pérez Esquivel nos cedió un espacio. Y el departamento que tenemos ahora lo pudimos comprar por una campaña que hicimos con músicos y actores mediante recitales. En el último recital tocó Serrat, se completó todo. Se vendieron 30 mil entradas. 30 mil desaparecidos y se vendieron 30 mil entradas, fue un recital bajo la lluvia inolvidable.

-¿Y el financiamiento?

Y para mantenernos recibíamos con el gobierno anterior -ahora no sabemos qué va a pasar- una pequeña subvención, muy pequeña que no ha alcanzado para mucho pero como la línea fundadora está compuesta por madres que seguimos siendo críticas con una línea independiente de la política, fue lo que nos tocó. Otras organizaciones como la de Hebe o Abuelas que simpatizaron con el gobierno kirchnerista han recibido más dinero.

Aparte hemos recibido ayuda de organizaciones de mujeres del exterior y a veces, en los viajes colectas, nos dan una donación. Y para redondear, cada madre aporta todos los meses un poco.

“Tráiganme a la cabecilla”

No queríamos que fueran hombres a la Plaza, menos jóvenes. Creíamos que éramos intocables, pero también llegó el momento para nosotras. Siempre fuimos detenidas, maltratadas y reprimidas.

Bajaban a todas las personas que estaban en algún colectivo de línea y nos subían a nosotras para llevarnos a la comisaria.

“Que venga la cabecilla”, nos gritaba el oficial. “Somos todas iguales”, respondíamos. Pero la tenían conmigo. “Ustedes tiene cabecilla, tráiganme a esa señora acá” y me señalaban.

Deben pagar una multa de 30 centavos o quedarse cinco días en la cárcel – gritaba de nuevo el oficial y comenzaba el barullo en la comisaria.

Yo quiero cinco días de cárcel, quiero ver si me llevan donde está mi hija – respondió una madre.

Yo saque en silencio mi monedero y le entregue las monedas al oficial. Él enseguida separó treinta centavos, me los devolvió y dijo:

-Le dije 30, señora

-No no, cóbrese lo de la semana que viene.

Y se ponía como loco.

-¿Qué pasaba cuando las llevaban presas?

Enseguida se comunicaban los abogados de otros organismos, las embajadas llamaban a la comisaria, mandaban cartas desde Europa, se hacía un gran despelote para que nos liberaran y lo terminaban haciendo.

-¿Alguna vez las torturaron?

Era una maltrato psicológica: “a ustedes les va a pasar lo mismo que a sus hijos”, “sin en vez de estar los azules, estuviéramos los verdes, ustedes ya no estarían acá”, y el desprecio que nos tenían, no se lo guardaban.

-¿Qué es el pañuelo blanco?

Es una prenda que perturba a los jueces, también a veces a algún policía, perturbó algún militar que hubiera querido arrancarnos el pañuelo de la cabeza pero al mismo tiempo genera respeto. Emociona a mucha gente.

Yo lo quiero mucho, me lo pongo con orgullo. Lo respeto y lo honro. Hasta que me muera va ser una prenda de la búsqueda, de la verdad, de la memoria, de la justicia y un homenaje a los 30 mil desaparecidos. A Gustavo y a los 30 mil desaparecidos.

“Hace más de 40 años que estoy en la calle y nunca deje de estar”

Una vez en una entrevista me preguntaron: “Nora, ¿vos no te cansas?” ¿Queres que te diga? Sí estoy agotada, reventada, no doy más.

Pero a la mañana siguiente me levanto y retomo, ¿qué, voy a quedarme cómoda en mi casa? No. Y ahora escucho a personas que dicen: “ahora vamos a tener que salir”, y yo les recuerdo que hace más de 40 años que estoy en la calle y que nunca deje de estar.

-En la dictadura luchaban por un enemigo en común, hoy ¿contra qué o quién deberían luchar todos los organismos de derechos humanos? 

Cuando termino la dictadura con cada gobierno tuvimos que seguir luchando. Con Alfonsín se formó la CONADEP, fue bienvenida aunque queríamos una comisión parlamentaria, pero la comisión trabajo muy perfectamente para tomar testimonio y preparar los juicios. Después vinieron los juicios pero los militares empezaron con el ruido de los sables, lograron que se interrumpieran y Alfonsín tuvo que dar las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Quedaron casi todos los que habían sido condenados en libertad y a los pocos que quedaban presos les dieron el indulto con el gobierno de Menem.

Todos los gobiernos constitucionales nos tuvieron en la calle porque siempre fue lucha, siempre tuvimos que pelear todo y denunciar injusticias, siempre estamos buscando la verdad y la justicia, y siempre tuvimos que hacer memoria.

-¿Por qué es importante mantener la independencia política?

Porque si no, no podemos hacerle denuncias al gobierno. Los derechos humanos solo los viola el estado, todo lo demás son delitos de la comunidad. Si estás en un organismo de derechos humanos no podes tener partidismo político porque si alguien te dice que fue reprimido, y es el Estado quién reprime, ¿Cómo lo defendes si simpatizas con el gobierno? Es claro. Y es lo que pasó por aplaudir todo, incluso cosas que había que criticar para modificarlas, llegamos a donde estamos ahora.

-¿Qué balance haces de los doce años del gobierno kirchnerista?

De entrada tuvimos muchos logros, tuvo gestos como bajar los cuadros -que en cualquier momento éste los vuelve a poner- pero también fue Kirchner quien puso una ley antiterrorista, la repudiamos antes y la tenemos que repudiar ahora. El proyecto X donde inclusive yo también estoy, ¿por qué estamos en un proyecto X?, cuando hubo que protestar contra Milani, muchos jóvenes aplaudieron diciendo “si la presidenta lo puso…” o quedaron en silencio.

-¿Y qué expectativas tenes con el nuevo gobierno?

Todo lo que hizo hasta ahora fue contra el pueblo, desmantelo todos los espacios donde teníamos trabajo en Derechos Humanos, despidió infinidad de personas y no todos los que fueron dejados en la calle eran ñoquis cómo decían. El que cobra y no viene hay que echarlo, perfecto. Pero no echar indiscriminadamente como lo hicieron, a gente que estaba hacía uno o dos años pero que trabajaba.

Creo que busca humillar al pueblo como diciendo “nosotros ganamos y vamos hacer lo que se nos dé la gana con el pueblo”, una manera de tipo venganza.

-Más el accionar violento con el que se maneja…

La represión que hubo en Cresta Roja, entrar en una villa a los tiros contra una murga que estaba ensayando con pibitos de 1 año, de 2 años. Es tan infame que es imperdonable. Vamos a tener que unirnos para actuar, unir todos los pedazos que quedaron rotos en todos estos años de gobierno. Los organismos de derechos humanos quedamos bastante desunidos porque los que simpatizaban pretendían que no salgamos a criticar.

“Hay una grieta por donde va la historia, no pueden exterminarla ni hacerla desaparecer”

-¿Qué esperas para el 24 de marzo y de aquí para adelante?

Si para enfrentar a una dictadura sangrienta estábamos todos juntos, para enfrentar a este gobierno neoliberal que hasta ahora no hace más que perjudicar al pueblo, hay que estar unidos, pero no revueltos. Y tomar conciencia que se hicieron cosas antes que ahora va a implementar este gobierno, como la ley antiterrorista cuando le venga bien.

Tenemos que tratar de estar unidos pero honestamente, haciendo una autocrítica. Si nos juntamos con el que todavía no quiere escuchar que se equivocaron, no vamos a ningún lado. La autocrítica es necesaria, no que pidan perdón, solo decir “si, esto lo tenemos porque nosotros nos equivocamos”. Es lo que pretendo para el 24 de marzo. No vamos a llegar juntos porque todavía hay una negación a que se perdió y hay que recomponer esto.

De aquí adelante vamos a tener que poner mucho esfuerzo para que no nos arrebaten los logros que tuvimos, defender los juicios a raja tabla porque corren peligro. Ya hay muchos sitios que tenían archivos, que tenían trabajos excelentes sobre la memoria, sobre el juicio y sobre la justicia y fueron desmantelados. No tenemos que permitir que siga haciendo desastres este gobierno. Peligra todo.

-¿Qué opinas sobre la visita de Obama en una fecha tan particular como el 24 de marzo?

No estoy de acuerdo que se reciba a ese señor. Estados Unidos tuvo que ver con el terrorismo de estado en Argentina y esa herida sigue abierta. Seguimos sin saber nada sobre los desaparecidos, sigue habiendo gente que no conoce su verdadera identidad. Que se lo reciba al presidente de Estados Unidos pero no en la ESMA, no pude pisar ese lugar. Ni en la Casa de Gobierno un 24 de marzo, en esa fecha que marchamos para recordar y repudiar todos esos episodios tan sangrientos.

-¿Qué pensas de la legitimación de la teoría de los dos demonios?

Tenemos que ejercitar la comunicación y el testimonio vivo con la gente. Recordarles a las personas que se olvidaron y a la que vivió indiferente esos años que la historia es esta. Las voces de la teoría de los dos demonios son aquellos que quieren borrar la historia, pero nadie va a poder borrarla. La Argentina está marcada a sangre y fuego. Podrán borrar y quemar archivos, pero no la historia porque está escrita en el infinito, en la vivencia de todos los días. Hay una fisura, una grieta por donde va y no pueden exterminarla ni hacerla desaparecer.

-¿Qué te producen los 40 años?

Los 40 años me dicen que usamos la mitad de nuestra vida luchando día a día. Y me dicen que hay que seguir porque todavía no sabemos qué pasó con nuestros hijos y nuestras hijas, todavía hay alrededor de 400 jóvenes que no conocen su verdadera identidad. Pero me dejan la satisfacción de que tenemos tres generaciones de jóvenes que retomaron las banderas de lucha y eso me da la seguridad de que la lucha sigue, ¿quién se va animar a borrar la historia?.

*

Nos vamos a otra habitación, mas iluminada. Estamos en silencio, mientras yo preparo la cámara, Nora se termina de arreglar para la foto. Su voz me distrae, pero no me está hablando a mí. Está con ellos, con sus hijos.

Nora me regala una imagen que quedará imborrable en mi memoria. Es un cuadro perfecto: en el centro esta ella, atándose el pañuelo, mirando la foto del retrato de Gustavo. La pared está llena de retratos de desaparecidos. Nora les habla a todos:

-¿Quién se va animar a borrar la historia?, no la pueden borrar.
Se ríe, se da vuelta, me mira fijo. Su cara esta iluminada por su sonrisa.

-¿Sacamos la foto?

Fotografía: Micaela Petrarca

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