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Fortín Tomado: la historia de un pasado, el cuento del presente | Revista Colibri
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Fortín Tomado: la historia de un pasado, el cuento del presente

Por Facundo Pirola

Sobre el proyecto de graduades de la UNA del año 2017:  Fortin Tomado, un pasado distópico. Con la dirección de Andres Binetti

Actuaciones: Ulises AttadíaMaria Pia baldiCamila CabralYamila de DominicisMarianela FaccioliMercedes HazañaChúmeyá Lanusse AguilarSoledad LarotondaAna Lucia LopezJulieta MassoFrancisco M. Mié LuraschiMaría Agustina MirásMaria Paula Monzon ChatelainRomina PalermoBelena PiresMaría Celina PosseAlejandro SegoviaLucía Vega

 

Distopia

Representación imaginaria de una sociedad futura con características negativas que son las causantes de alienación moral»
Del lat. mod. dystopia, y este del gr. δυσ- dys- ‘dis-2’ y utopia ‘utopía’.

Literalmente «no-lugar».

 

Pasado Distópico parece un oxímoron borgeano; una paradoja temporal; una negación en sí misma, o no. El pasado es futuro. El futuro imaginado por la necesidad progresista extranjera. La búsqueda y posesión de superficies fluviales para tráfico y materias primas para industrias. El modelo soñado por Sarmiento y fogueado por Inglaterra.  

¡Territorio! Clamó el comercio. Y el territorio fue embargado, negociado, robado.
Un fortín en la mitad de la pampa resiste okupado por indias que se niegan a morir, o peor, a ser olvidadas. Única mancha/agujero en el mapa impoluto del proyecto nacional. Tierra y barro en el blanco mantel del festín extranjero.

La Difunta Correa, El payador, Las maestras de Sarmiento, un par de misioneros e incluso un apocalíptico Espectro de la Nación irán apareciendo para desenredar el hilo narrativo. La construcción del Mito Nacional es uno de los ejes del relato. La obra sintetiza personajes y elementos constitutivos del folklore e imagina su creación; explicita la necesidad de identidad nacional planteando Mitos todavía no Mitos, encarnados, con necesidad de concretarse porque sin ellos no hay Nación-Futuro.

La obra no busca ser una lección de historia. Tanto desde la dramaturgia como desde las actuaciones, la obra está salpicada de guiños al presente. Recurso que no desentona ni rompe con la verisimilitud del relato. Como si el pasado todavía hiciese eco y fuésemos reflejo (no consecuencia) de la historia, se desenrolla el espiral que se reproduce a sí misma.

 

Todavía estamos ahí, resistiendo el fortín. Somos la otredad. Aquella otredad que para Sarmiento, Mitre y Rivadavia era lectura de barbarie, de mugre, de in-civilización.

La lectura homogénea de lo que es el valor cultural y de lo que corresponde generar como sociedad es puesta en crisis durante la obra. Las indias son menos indias y más villeras, anarquistas, ricoteras o simplemente murgueras de puro barrio. Se mueven en malón y capturan y luchan porque ellas decidieron ser protagonistas de la Historia. Mujeres cuya tierra suya les fue expropiada y que sólo quieren los huesos capturados del cadáver de su hermano.  Mujeres que sólo quieren irse a vivir en paz al sur rodeadas de huertas orgánicas para el comercio de mermelada casera.

El presente referenciado y el pasado distópico se mezclan en la narrativa de un relato trasversal a todas nuestras épocas, porque tal vez nació allí, en esos primeros pasos del Ser Nacional.

No desentonan ni el rock, ni la villa, ni Perón o el payador que patina un alto rap. La realidad y la ficción dialogan como lo hicieron siempre, mezclándose y confundiéndose cuando las voces narrantes así lo requieren para inventar Historia. Porque eso es lo pasó así, acá y de verdad y el resto se inventó, es mentira. Sarmiento de Blanco y Rosas el Sangriento; La Revolución Libertadora y Perón; el futuro Amarillo Esperanza o la debacle socialista.

La obra reflexiona sobre el Estado y la potestad de su fuerza, de lo inevitable del fracaso y de lo inevitable de la resistencia. El fracaso es morir, pero no en carne, lo que elevaría el fracaso a estado de heroísmo, sino dejar morir la herencia: el dejarse asimilar (o exiliarse) por el progreso, por la ciudad, retratada de miradas hostiles, de snobs, de juicios por color de piel; de telas más suaves y colchones más blandos que el piso y un par de mantas.

Olvidar el pasado bárbaro y abrazar el futuro progresista.

 

La contemporaneidad se filtra porque el tema sigue tan vigente como lo estará siempre que haya lecturas sobre lo ajeno y lo extraño. Esa misma lectura que realizamos de manera inconsciente cuando nos cruzamos de calle al ver una capucha o una gorra. La misma lectura que este gobierno hace de los pobres. La misma lectura de Gendarmería fusilando negres villeros por negres y villeros. Plazas cerradas por rejas y espacios populares restringidos.

De un Estado que prefiere que se mueran pibas antes que ponerle los puntos a la Iglesia. La Buena Gente versus El resto. Gobierno reprimiendo Estado, porque “seguridad son más de 13.000 efectivos en las calles”.

El progreso moderno de cemento, cristales, oficinas y mercado financiero. De torres de pisos en barrios residenciales. De grúas que, como buitres, se alimentan de los restos de los edificios derrumbados.

Fortin tomado, un pasado distopico  se presenta Sábados a las 21:00 hasta el 3/11 y luego Sábado – 23:00 hs – Del 10/11/2018 al 24/11/2018 en Teatro Beckett, Guardia Vieja

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