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José Luis Cabezas, 21 años de memoria | Revista Colibri
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José Luis Cabezas, 21 años de memoria

Por Micaela Petrarca

Una foto puede ser el instante preciso, el momento del hecho, la primera persona. Una imagen puede hablar por sí sola sin necesidad de epígrafe. “Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente”, había declarado Yabrán. José Luis Cabezas dio en el blanco y por eso fue asesinado el 25 de enero de 1997.

—Gabriel, mañana llega “El Tío”.
—Ah, ¿sí? ¿Sabés por dónde va a andar?.
—Tengo el dato de que a las 18:00 va a estar en La Pérgola, en Valeria del Mar, pero no es seguro que vaya. Está recién llegado.
—OK. Muchas gracias. Vamos a ver si tenemos suerte.

(fragmento del dialogo que tuvo Gabriel Michi, compañero de trabajo de José Luis Cabezas, con una fuente off the record el 14 de febrero de 1996)

La investigación sobre Alfredo Yabrán había comenzado en 1992 cuando una de las editoras de la revista Noticias mandó a averiguar a quién pertenecían los servicios postales privados Oca, Ocassa, Intercargo y Edcadassa. Aquel era el principal negocio en el que residía el poder de Yabrán.

Su nombre se hizo público por primera vez tres años después cuando el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, declaró en la Cámara de Diputados: “Hay una mafia enquistada en el poder y su jefe es Alfredo Yabrán”, pero su imagen era un misterio. “Ni los servicios de inteligencia tienen una foto mía”, había declarado el mismo.

Desde la acusación, Yabrán se volvió una figura enigmática y poderosa, su imagen era buscada por todos los medios de comunicación. Gabriel y José fueron a buscarlo a esa playa gracias al dato que una fuente off the record les había entregado. Cabezas disparó su cámara, lo capturó y escondió su herramienta debajo de una mochila.

La foto sería icónica. El empresario caminando junto a su esposa en la playa de Pinamar fue tapa de la revista Noticias el 3 de marzo de 1996. Desde entonces Cabezas recibió llamadas de amenazas y finalmente fue secuestrado y asesinado el 25 de enero de 1997 a la salida de un evento en Pinamar. Fue el «castigo» por investigar y ser fiel a su oficio, pero fundamentalmente por ponerle rostro al poder económico.

No nos olvidamos de Cabezas.
Ni de los entramados mafiosos entre empresarios poderosos y la policía.
¡Por la libertad de expresión!

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