
Por Santiago Carrillo
“No podía morir sin abrazarlo”, dijo Estela Barnes de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, refiriéndose al 114° nieto recuperado: su nieto.
Carlotto afirmó que ella se sintió privilegiada cuando los militares le entregaron el cadáver de su hija Laura en agosto del ’78. Sin embargo, privilegiados fueron los ojos que vieron a aquella joven abuela cuando comenzó su lucha para reencontrarse con su nieto, casualmente –o causalmente- dos meses antes en la mítica organización Madres de Plaza de Mayo.
Junto a las demás madres y abuelas, su objetivo era claro: la recuperación de los nietos de la dictadura. Este camino largo perduró más allá de radicales, peronistas de derecha y de izquierda y la hizo merecedora de múltiples reconocimientos por la causa en diversas universidades.
Pero el premio más importante fueron los 113 nietos recuperados hasta ayer, y el siguiente significaría la alegría más grande de Carlotto en 37 años. Guido, el hijo de Laura, músico y que se acercó voluntariamente a realizarse el control de ADN, podrá abrazar a su abuela.
Pero el premio más importante fueron los 113 nietos recuperados hasta ayer, y el siguiente significaría la alegría más grande de Carlotto en 37 años. Guido, el hijo de Laura, músico y que se acercó voluntariamente a realizarse el control de ADN, podrá abrazar a su abuela.

El 5 de agosto deberá ser recordado como la fecha en que la empatía inundó las calles y en que la alegría fue compartida entre extraños, gracias al concepto guevarista que Carlotto bien supo interpretar: “La única lucha que se pierde es la que se abandona”.
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