Loader
La creatividad del nómade | Revista Colibri
5081
post-template-default,single,single-post,postid-5081,single-format-standard,bridge-core-1.0.5,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,qode_grid_1300,qode-theme-ver-18.1,qode-theme-bridge,disabled_footer_top,disabled_footer_bottom,qode_header_in_grid,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.2,vc_responsive

La creatividad del nómade

Por Santiago Carrillo

Alejandro Carmona es diseñador gráfico y Lucía Cancelada licenciada en química, ambos recibidos en la Universidad de Buenos Aires. Tienen 30 y 31 años, respetivamente, y hace seis que son pareja. Sus almas libertarias fueron, quizás, lo que los cautivó mutuamente y entre sus conversaciones habrán compartido la fantasía de abandonar sus rutinas porteñas para calzarse una mochila en la espalda cual caparazón y recorrer Latinoamérica por tiempo indeterminado. Esta idea que probablemente nació mientras compartían un mate tomó realmente forma a fines del 2013.

La elección del continente no radicaba solo en que los destinos eran baratos para sus bolsillos ni la corta distancia por si algún imprevisto –que no faltó- los hacía volver, sino también porque “En toda la extensión americana hay una historia en común, que los lleva a sentirse conectados con los pueblos donde hay un vínculo cultural y territorial”.

En primer lugar, para dar el gran salto tenían que abandonar sus trabajos en una agencia de publicidad, en el caso de Alejandro, y en el Estado, por el lado de Lucía; el desapego más difícil serían los amigos y la familia. “Hacía ocho años que vivía sola y fue bastante complicado desarmar mi hogar y repartir mis pertenencias”, contó Lucía.

Finalmente, en abril de 2015, la utopía se tornó realizable y como dos nómades se fueron al norte escapándose del mundo. Arrancaron por el altiplano argentino y con su nuevo estilo de vida también pensaron la manera de sustentarlo: Huayra Muyoj.

En cada lugar que visitan ofrecen sus ideas y creatividad a los hostels, agencias de turismo o restaurantes, desde logotipos, flyers, avisos publicitarios, cartelería y hasta diseños de página web, pasando por la fotografía y redacción de textos, sin que haya intercambio de dinero: lo hacen a cambio de hospedaje, comida o excursiones. Hace casi un año que el proyecto autogestivo e independiente les permite continuar su viaje, que en este momento los encuentra en Medellín, Colombia, después de unos días en Salento y más de dos meses en Bolivia.

-En la decisión de no aceptar dinero, ¿Hay una ideología sobre la creación de nuevas relaciones laborales y de producción por fuera del capitalismo?
-En realidad, nació como una forma para sustentar el viaje, pero pudimos darnos cuenta que la relación con las personas que nos alojan es mucho más accesible y solidaria cuando no hay dinero de por medio. Sigue siendo una relación laboral, que en muchos casos la retribución recibida no es ni por asomo la que deberíamos exigir. Estamos convencidos de que es posible que algún día existan alternativas al sistema vigente, pero no creemos que este sea el caso porque los “voluntariados” no dejan de ser una forma precarizada de trabajo y muy conveniente para el turismo que abarata costos.

-¿Cuál es la reacción de la gente ante su proyecto?

-Hay de todo. Desde los que nos ignoran y se niegan, hasta los que aceptan gustosamente, sobre todo por el hecho de que podrían llevar a cabo aquello que venía postergando por falta de tiempo o recursos y con nuestro trabajo les cuesta una cama por unos días.

-¿De qué manera lo buscan?

-Los intercambios los hacemos por mail, escribiendo a todo lugar que pudiera estar interesado. A medida que pasa el tiempo se va haciendo más sencillo porque el proyecto crece y es más atractivo y profesional.

-¿Qué prejuicios tuvieron que afrontar con respecto a “sus clientes”?
-En Bolivia, por ejemplo, el vox populi nos decía que no íbamos a conseguir nada porque la gente “no iba a entender” lo que les ofrecíamos, y nos fue realmente bien porque solo pagamos una semana de hospedaje en los dos meses y medio que estuvimos en el país. Pero por otro lado, en este momento que estamos en Colombia, que tiene una concepción mercantil más alta, no nos está funcionando por la simple razón de que enero es el mes de temporada alta y todos los hoteles están llenos.

-Con respecto al viaje, ¿Cuál fue la experiencia que más los impresionó?

-La visita al Cerro Rico de Potosí, en Bolivia. Habíamos ido por nuestra cuenta y conocimos a Freddy, un chico más joven que nosotros y que ya era ex minero porque había sufrido un accidente, que nos ofreció una visita guiada. El impacto de conocer en primera persona las condiciones de trabajo y la historia personal de los mineros fue bastante movilizante, como también lo fue enterarnos que los niños trabajan allí dentro para acostumbrarse a las duras condiciones y que su expectativa de vida no supera los 40 años.

-Precisamente en Potosí realizan excursiones grupales hacia la mina donde se observa a los mineros en su actividad, y estas pueden omitir la información sobre la explotación infantil para no perjudicar su negocio. Entonces, ¿Cuán importante es la inserción en el territorio originario y que análisis hacen del exhibicionismo de condiciones de estas características?

-Creemos que hay una dicotomía entre la actitud consumista del turismo y la intención de conocer y aprehender la situación social, económica y cultural del país que uno visita. Por un lado, creemos que es necesaria la reflexión y problematización del rol que uno está jugando en la relación con las personas de una comunidad a la que uno no pertenece, y por el otro aborrecemos la posición de espectadores de una imagen estática que se le ofrece al turista convencional a modo de “postal”.

-En un momento la mamá de Alejandro tuvo que ser operada y cuando se enteraron estuvieron a punto de volver. ¿Cómo manejaron el infortunio y qué influyente fue su apoyo en esta situación, alejados de todos los vínculos?

-Nos enteramos después de unos días, porque estábamos incomunicados en Villagrande, Bolivia. La posibilidad del retorno sonaba fuerte y nos trasladamos a una ciudad más grande con aeropuerto a esperar novedades. El apoyo entre nosotros siempre está, hablamos mucho y pasamos la mayoría del tiempo juntos –aunque no necesariamente siempre sea algo bueno-. Pero en este caso fue fundamental la comunicación y el apoyo a la distancia de muchos amigos y familiares que nos aconsejaban o enviaban su buena onda para que tomemos la mejor decisión.

-¿Qué les dio la vida nómade?

-Nos brindó la posibilidad de conocer lugares a los que jamás imaginamos llegar, personar y realidades que nunca nos habíamos cruzado y poder pensar un proyecto personal desligado de la vida que llevábamos en Buenos Aires. Pero lo más importante es demostrarnos a nosotros mismos que nos propusimos algo y lo estamos logrando.

No Comments

Post A Comment