La inquietud de siempre querer un poco más – Arte para el Café

Por Carla Peverelli
Fotos: Lean Vazquez

Gatika es artista, performer, bailarín y cantante. Su formación más fuerte es en danza contemporánea. Nació y creció en la provincia de San Juan, donde comenzó su amor por la danza y la performance, pudo bailar en los show de las dragas y mostras en el único boliche gay de San Juan, Rapsodia: “Fue mi primer despliegue marica, crecí muchisimo estando ahí y me marcó para siempre.”

A los 20 años, luego de haber ganado un concurso de danza, le otorgaron una beca en la escuela de un maestro reconocido de CABA y una audición para ingresar a una licenciatura en artes escénicas focalizada en danza en la Universidad Nacional de San Martín. Así fue cómo se fue a vivir a Buenos Aires. Recuerda cuando su maestro le dijo “el año que viene te venís a Buenos Aires, si no podes solo yo te ayudo”. Y aunque finalmente pudo juntar la plata para viajar haciendo un “té bingo” con la ayuda de su hermana, aún le agradece el empujón.

En conversación con Revista Colibrí comenta cómo fue su proceso de formación hasta decidir llevar a cabo el proyecto musical que tiene actualmente.

¿A qué edad o en qué momento supiste que querías dedicarte a bailar? 

Concretamente podría decir que a los 17 o 18. No se si pensaba en que quería “vivir de bailar”, no lo entendía de esa manera, pero no había otra cosa que me tomara tan en serio. Yo quería ser “Bailarín”, eso me importaba, quería estar al lado de los bailarines que admiraba, en las obras que me gustaban, que me tomaran tan en serio como yo me lo tomaba.

Siempre fui muy mandado. Tuve mi primer acercamiento en la adolescencia bailando ritmos latinos y como estaba tan manija aprendí muy rápido, pero yo quería algo más. Después conocí la danza contemporánea y clásica, ya era grande para lo esperable, me costaba mucho más y me resultaba muy desafiante. Me dediqué a estudiar mucho en poco tiempo porque sabía que estaba encontrando el lugar donde quería desplegarme, pero me costaba entender la parte redituable. Era romántico con el futuro de las cosas. 

Tenías 20 años y muchas ganas de crecer en la danza cuando viniste a la Ciudad de Buenos Aires e ingresaste a estudiar a la UNSAM. ¿Cómo fueron esos años? ¿Sentiste algún tipo de choque social y/o cultural o te sentiste cómodo rodeado de gente que estaba en la misma que vos? 

Veía a Buenos Aires como el próximo lugar donde quería estar pero le tenía mucho miedo y no conocía nada, a nadie ni cómo funcionaba el circuito, y además sabía que tan poco tiempo de formación eran muy poco para cualquier audición. Una vez que logré ingresar a la UNSAM se convirtió en el espacio de formación más fuerte por el que pase y además fue un gran abrazo social, gente en la misma que yo, pibes del interior estudiando y trabajando para poder mantenernos y vivir lejos de casa. 

Todo me resultaba nuevo. La ciudad, las distancias, los tiempos, los códigos dentro de las clases y afuera, las salidas, las fiestas, compartir casa con desconocidos, las mudanzas y a la vez crear un nuevo imaginario de Capital, totalmente distinto al que veía de lejos y enfrentar la independencia económica por completo. No lo sentía difícil, creo que por la edad, me enamoré rápidamente de Buenos Aires y el entusiasmo de tantas cosas nuevas. Lo que más me voló la cabeza fue ver la cantidad de posibilidades y movidas independientes que sucedían en la danza, que era lo que me interesaba en ese momento. Hoy puedo ver que San Juan creció muchísimo en ese aspecto, pero ese concepto tan natural aca para mi era novedoso en esa época.

¿Cómo inició y por qué “No es necesario”? ¿Fue ese el primer proyecto que dirigiste vos mismo? 

“No es necesario” fue el proyecto que personalmente me determinó un cambio, fue el resultado de una época donde yo estaba muy hambriento de algo distinto a lo que conocía desde la danza, sentía que quería algo más pero no sabía por dónde ni cómo, pero algo que tenía muy claro es que quería que lo que hiciera tuviera una llegada cada vez más amplia y, sobre todo, más diversa.  

No fue lo primero que dirigí. Desde que empecé a tener herramientas arranqué a mover proyectos propios en conjunto siempre con amigues, moviendolos por ciclo de danza o donde nos abrieran puertas. Tuve una gran formación técnica y escénica en la universidad, pero la formación más decisiva, la que más me curtió es la que hice por afuera, lo que buscaba, los vínculos que generaba, lo que conseguía en lo independiente y las movidas más oficiales. Y en eso estaba producir y presentar lo mío, lo nuestro. 

Así nació “No es necesario”.Un proyecto que llevábamos adelante con una gran amiga, Ludmi Mazzucchelli y fue nuestro gran amor. La única premisa que teníamos era que ahí podíamos hacer lo que quisiéramos, sin cumplir con ningún código que nosotres mismes nos imponíamos y sin cumplir con ninguna expectativa con la que creíamos que teníamos que cumplir. “No es necesario” era nuestro propio desafío para romper con la solemnidad y el objetivo era que tenía que gustarle a quien sea por un lugar o por otro. Era tan amplio que abría infinitas posibilidades.Tuvo varias “pruebas”, como le llamábamos, todas muy diferentes y para nosotres cada vez más “nuestra”. Pero la última prueba fue la que a mí personalmente me resultó un antes y un después.   

Luego de haber bailado en las fiestas del boliche gay de San Juan, ¿seguiste haciéndolo en Buenos Aires?

Sí, volví a la noche y a trabajar en fiestas. Y es curioso que en ambos momentos venía de la mano de un cambio de paradigma grande. 

Cuando salí del closet en San Juan, a los 17, solo había un espacio LGBT+, una sola fiesta y boliche gay, con todo el prejuicio que trae como resultado eso. Se sentía así, si vos decidías empezar a ir y blanquearlo asumías ser parte de los que van al “boli”, todavía eras un raro por animarte. Recuerdo como una escena de una peli la primera noche que fui y había un café concert, muchas dragas y mostras performeando, números de comedia increíbles y unas montadas que no había visto jamás en mi vida. Sentí tanta adrenalina y me sentí tan cómodo que no lo olvido más.

 No solo empecé a ir, si no que al poco tiempo bailaba en el escenario acompañando el show de las mostras. Esa época me hizo crecer mucho y me marcó para siempre. Ser parte del show era salir en fotos, en redes y hasta en diarios de la provincia. Esa exposición no era gratuita, sobre todo para los vínculos amistosos y familiares, recién estaba saliendo de la adolescencia. 

Con algunos años más y viviendo en Buenos Aires, me llamaron a participar de una fiesta emergente marica que dirigían dos sanjuaninos. Hoy la están moviendo en San Juan, generando más y nuevos espacios. De la mano de “La fuegah” volví a la noche, donde conocí dos cosas que me cambiaron nuevamente, mi grupo de amigues que siguen siendo mi familia y la idea de PERFORMEAR en la noche. Eso fue como una segunda salida del closet, estaba encontrando un segundo espacio donde las reglas de lo escénico las ponía yo y podía pasar lo que sea.  Además encontraba otro de mis objetivos por descarte, el público era más que diverso. De diferentes maneras sigo en la noche y la perfo, hoy llevando la música y el movimiento.

¿Cuándo se despertó en vos la idea de meterte en la música?, ¿escribís y producís tus propias canciones?

Desde hace bastante tiempo venía coqueteando con la idea de empezar a tomar clases de canto, a probar que pasa si uso la voz, si las cosas que escribo en mis cuadernos las empiezo a cantar, aunque sea como un juego. 

La última versión de “No es necesario” la planteamos como una experiencia performática (una excusa para nosotres mismes) donde cada une traía diferentes situaciones a partir de la frase “HOY TE TOCA MORIR LENTO”. Fue la oportunidad perfecta. Escribí un tema, compuse las melodías arriba de un beat y de la manera más rudimentaria, lo canté en vivo. Todas las funciones lo cantaba muy cansado, era parte de la escena, pero sucedía algo conmigo y con quienes iba a verlo que funcionaba y yo me volvía a sentir de una manera que no me sentía hace mucho. Así que así empezó esta nueva joda. 

Vino la pandemia y “No es necesario” se fue como muchas otras cosas, incluídas mis ganas de volver a la danza contemporánea, al menos de la manera que conocía. Fue frustrante y un duelo. Obviamente sigo bailando y lo que más soy es bailarín, pero encontré otras formas.

Aproveché el encierro para tomar clases de canto y aprender un poco más. Sigo en       proceso de aprender porque la producción musical es un mundo nuevo para mí y lo trato con mucho respeto y seriedad. Sobre todo, aprendo de quienes me acerco con las ideas para llevarlas adelante, lo entiendo como un proceso y trato de disfrutarlo. De esa manera. cada paso que voy dando me va enseñando un poco más y agregando calidad.

• Trabajas con amigues para llevar a cabo tus proyectos y con el EP que sacaste hace poco pasó lo mismo. Contanos sobre él y como fue producirlo con amigues, ¿sentís que es una ventaja? 

Corro con una gran ventaja. Soy parte de un grupo de amigues muy talentoses y que trabajan en distintos rubros dentro del mismo mundo; desde maquilladore, vestuaristas, fotógrafes, productores, directores audiovisuales, bailarines, musiques; literalmente de todo un poco. Y cada vez que algune de nosotres emprende un proyecto lo enfrentamos de alguna manera juntes y nos empujamos mucho a que suceda. 

Este caso no fue la excepción. El primer EP que saqué hace algunos meses fue para mi una primera prueba y que van a suceder nuevos temas que se acercan cada vez un poco más a lo que quiero. Al ser la producción musical algo nuevo, con cada paso que voy dando y con cada cosa que voy aprendiendo voy pudiendo decidir más y mejor por donde llevar el sonido. 

Mis amigues juegan en todo lo que rodea, en las tapas de los temas, en las producciones audiovisuales, en las producciones para cada show en vivo. Tenerles cerca hace que cada idea exista y se siente siempre muy genuino el placer de vernos avanzar individualmente y por consecuencia de manera grupal. Hablar de amigues como familia para mí tiene que ver  con la intimidad e incondicionalidad con la que transitamos casi todo lo que nos pasa. 

Soy fan de tu laburo y me encanta que des todo cada vez que producís algo, lo mismo está pasando con la música, no solo haces las canciones sino que también estás haciendo videoclips para cada una de ellas. ¿Qué sentís llevando las letras al lenguaje audiovisual? 

Primero gracias por el halago y por este espacio. Siendo un proyecto todavía incipiente es un gran mimo estar hablando con ustedes.

De alguna manera, este proyecto musical y performático para mí reúne todo lo que me interesa para decir: pongo el cuerpo, pongo mis palabras, pongo la voz, pongo toda la perfo en los shows en vivo, el lenguaje audiovisual generando más mundo, me pongo a mí mismo, mis modos, mis experiencias, mi manera de crear y conceptualizar cómo siento y veo las cosas. De forma casi juguetona voy y vengo a lo sensual, lo bello y lo oscuro de una mente ultra rumiante. Es de lo que más hablo, más o menos oculto. 

La curiosidad y la inquietud de siempre querer un poco más me invita a desafiarme y buscar ser para mí cada vez más auténtico y a hacer lo que se me dé la gana. 

Portada de FANTASEAR

Gatika sacó un EP en 2022, podes escucharlo en spotify, ver sus videos en YouTube  y seguir más de su trabajo en su página y redes sociales

ARTE PARA EL CAFÉ
es una sección de arte y cultura impulsada en 2023 y curada
por Carla Peverelli y Paula Colavitto.

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Mini bio de la autora: Carla Peverelli es fotógrafa y gestora cultural de la Ciudad de Buenos Aires, actualmente es productora de Revista Colibrí y por siempre amante de la fotografía y las artes visuales.

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