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La mirada de Evelyn - "Vuelos de Emergencia" | Revista Colibri
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La mirada de Evelyn – «Vuelos de Emergencia»

Por Daniel Alvarez

“…Una mujer (…) salpicada por

un profundo espejo…”

(Luis Alberto Spinetta)

 

Evelyn era una mujer con una dulzura irritante, pero a la vez resentida y dura por las promesas incumplidas de la vida. Además de laburar, podía pasar gran parte del día encerrada en su habitación o paseando por lugares vulgares de la ciudad.

A las veintiuna y treinta, luego de un baño para sacar la suciedad de su karma, salió de su casa sin importarle el cansancio que dominaba cada uno de sus músculos y tendones. En su interior sentía aquellas ganas tiránicas de salir a merodear por las calles inmundas que conforman el esqueleto de su ciudad.

Su andar lucía una pollera de color verde manzana -tal vez un poco arrugada, pero no le importaba- una remera negra y colgado en sus hombros un morral tejido por las manos de su padre, en el que metió un libro, un cuaderno, un lápiz, para escribir cartas y poemas de amor a los inmorales arrastrados por la soga de la vida, con los que se sentía identificada.

Caminó unas cuadras como si fuera un laberinto y cruzó la plaza, vacía de gente, hasta llegar a un bar.

En ella se mezclaban de manera desconcertante dos condiciones: una gran timidez y una indefensa melancolía sobre el mundo, que para varios resultaba ser disconformidad, que lamentablemente condiciona las formas de pensar. Esos inexplicables detalles habían ayudado a contrarrestar la monotonía de su vida, sin dejar de lado su autenticidad.

Entró acompañada por su soledad al bar. Se sentó a una mesa a repasar la degradación humana, que nunca fue escrita para ser comprendida como el simple acto de amar en un estado de exaltación, principalmente en los burdeles, sin importar las miradas de los otros. Ella vendía amor, retratando a los compradores en sus poemas, para que alguien se conmoviera al leerlos y pensara que todo lo que corre en el mundo no está ligado a la peste industrial, ni a las gotas que chorrean del cielo por ver las condiciones infrahumanas que abundan en la tierra.

Evelyn comenzó a sentir un tufo que le daba nauseas, pero no le molestaba, pues ya estaba acostumbrada. Desde la mesa, sus ojos desorbitados recorrían cada una de las extremidades del rincón, como si estuviera sacando una fotocopia memorística. Luego escribió unas líneas inspiradas por el lugar, y en un momento, sintió que unos ojos la miraban, pero no le dio importancia a esa mirada oculta.

Después le pareció escuchar palabras de una conversación que se dirigían hacia ella, de manera negativa. Siguió consumiendo lo que había pedido al mozo y las líneas seguían naciendo desde el vientre puntiagudo de la lapicera.

Muchos sostienen que en la ebriedad es difícil escribir poemas, pero en ese estado, para muchos es más fácil, ya que las líneas se deslizan como serpientes apareándose, hasta formar una figura en la arena. El poema termina siendo tan romántico o tan sexual como

dicha fornicación.

Pasó una hora y el temor que antes invadió su cuerpo por medio de una mirada desconocida, dejó de existir. Ese momento le recordaba sus historias de amor, que la desnudaban y la llevaban a pasear entre medio de las estrellas, para que se olvidara o se encontrara con sus demonios preferidos.

Algunos compañeros de trabajo comentaban que sus días y sus consideraciones sobre el mundo eran pesimistas, pero realmente ella veía al mundo maravilloso, dependiendo de cómo se lo interprete, del pie con que nos levantamos y de nuestra forma de caminar.

Solamente el sueño de poder conocer parte del mundo giraba en su cabeza. Los otros aspectos de la vida no le importaban.

Cuando la confusión comenzó a distraerla, sin saber qué pasaba realmente, sus ojos veían lo blanco en negro y a la inversa. La mirada que la espiaba era su propio reflejo en los espejos, diciendo que su cuerpo se separó del alma.

En ese instante pensó en volver a pintar su cuerpo desnudo, con todos los colores guardados en su interior y antes de que su cabeza reventara, se retiró del local para ir a su casa.

En lo que restaba de la noche, consumió los placeres eróticos, soñando el amor de su vida. Al terminar su rito se puso a leer un poema de Spinetta, para identificarse entre aquellas líneas que decían:

…La cara pequeña/ de otras ilusiones/ y otros secretos/ se cubre tímidamente/ asumida en un cuerpo/ arrebatado de la luz. /Los cofres dorados/ y sin magnitud/ ejecutan el formato/ de otro mundo indiferente a todo reflejo/, y la herrumbre de los días/ es un color que vivió en las formas/, en un error de no haber sido la propia cosa…”

Al día siguiente esa mirada que la atormentaba ya tenía otro matiz.

BIO:  Luis Daniel Álvarez nació en Andalgalá (Catamarca). Público los siguientes libros: «Pueblo y rebelión», «Vuelo onírico», “Sueños encajonados”, “Pájaros de aguardiente”. Publicó en  las siguientes antología: “Palabras dichas, Palabras escritas”, “La cueva» y «Tantanakuy: Pucara de las letras «. Colaboró con las revistas “La opinión», «Molinos de letras», «Horizonte literario», “El viento” y “La  Ciruja”. Actualmente vive en la ciudad de San Luis.

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