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La sátira, ese humor que no es para cualquiera | Revista Colibri
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La sátira, ese humor que no es para cualquiera

                                               Por Gonzalo Echeveste y Santiago Carrillo

El escritor mexicano Lazlo Moussong dijo una vez que “la sátira golpea las buenas consciencias y rompe esquemas tradicionales de ver la realidad: no busca entretener, sino cambiar el pensamiento común”. Nuestro país cuenta con una rica historia si hablamos de generación de sátiras: Satiricón, Humor, Caras y Caretas, o personajes históricos tales como Mafalda o Clemente; a todos le cabe a la perfección la definición de Moussong.
En la actualidad, la Revista Barcelona, con un humor quizás más ácido y explícito, es quien sigue la línea de estas revistas, pero también en los últimos años y con la explosión de las redes sociales, se fue desarrollando otro tipo de humor, que sí tiene que ver con divertirse y mirar a la realidad de una forma más relajada. Así apareció EAMEO, un grupo de Facebook que, editando imágenes de la realidad cargadas de humor, lograron obtener más de 460 mil seguidores.
La ventaja que tienen los medios satíricos, es que no tienen condicionamientos a la hora de tratar distintos temas. “El humor no tiene límites, lo que tiene límites es la gente para el humor ya que suele tener puesta la sensibilidad en pavadas. Es válido hacer chistes con cualquier cosa”, dice “El Migue”, uno de los diez integrantes del equipo de Eameo. “Romualdo Quiroga”, compañero de El Migue, sostiene que la risa relativiza las cosas y “pone en cuestión lo que el mandato social ordena que algunas cosas haya que tomarlas en serio”, en referencia al rol que cumple la comedia como constructor social y cultural.
En la misma sintonía, Ingrid Beck, fundadora y directora de Revista Barcelona, opina que “se puede hacer humor y sátira con cualquier cosa” porque lo importante es “lo que decís y no la herramienta que usas”. Tal es el caso de una tapa de la revista, en la que se ve una imagen del Papa Francisco y un título polémico: “¡Putazo!”. Esa combinación genera polémica entre aquellos que opinan que no es humorística sino más bien ofensiva. “Tiene que ser ofensiva, sino no tiene sentido. Si ofendemos a quien buscábamos ofender, bienvenido sea”, agrega Beck, y explica que “hay gente con la que compartimos códigos, que disfruta y que valora la ironía, la sátira y la parodia y hay gente que no, que es muy literal”.
El Migue cuenta que en Eameo suelen hacer un chiste sobre cualquier tema y de repente se arma un debate muy serio, donde se insultan y discuten de manera agresiva. “En la actualidad parece que a la gente le gusta pelearse”, remata.
Otro de los códigos que deben compartir no tiene que ver con la valoración del humor sino con lo informado que está el lector: un par de hombres trabajando en una oficina, que al parecer es del FBI. Un partido del Barcelona de fondo, una boleta con la candidatura de Ivo Cutzarida, una tarjeta sube y una factura de Arba entre tantos documentos, y a lo lejos, casi desapercibido, se lo ve frente a un monitor al fiscal Alberto Nisman. La imagen que se describe y aparece en el portal de los “ameos” nunca existió, pero gracias a una pincelada electrónica, se hace realidad.
Todos esos pequeños aportes del photoshop, hacen que en su conjunto tenga un significado cómico, pero si el que lo mira no está atento a lo que pasa día a día, no puede ser capaz de valorizarlo. “Buscamos la asociación de ideas a través del ingenio y la risa, porque relativiza las cosas”, dice “El Dylan”, un alegre muchacho de 32 años con patillas al estilo Kicillof y fue uno de los fundadores de Eameo.
“También pasa que el lector se informa más con nosotros que con los medios tradicionales”, aporta Beck. Es que, justamente, Barcelona nació con la idea de ser una parodia de los grandes medios, y en forma de crítica, trata los temas que los otros no: “Acá entra en juego nuestra ética periodística: no solo debemos tocar temas que están en los medios, sino también aquellos que omiten adrede, con temas que no tocan pero por intereses, a propósito”.
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