«Mutiladas» – Vuelos de Emergencia
Por Luz Rodriguez
Yo estaba debajo de un toldo a medio ensamblar y sonaba cumbia muy fuerte. Era una casa pequeña y básica, muy básica: habitaciones dormitorio y hasta ahí se extendía la comodidad del lugar. Muchas chicas ahí, sonriendo desorientadas, no parecían estar en su eje. Bailaban desorbitadas. No las conocía y hasta sospecho que ni ellas mismas se conocían en ese momento.
Todas teníamos la misma edad. Yo todavía no me había iniciado y ellas ya eran veteranas.
“¿Dónde estoy?” me pregunto. Una amiga estaba ahí conmigo, ella ya llevaba tiempo en esa cueva. Me dice acostumbrada, y con angustia, que las cosas son así, que ya está.
Empecé a recorrer el sitio prestando atención a las instalaciones. Veo camas con cadenas atadas a las patas. Y justo ahí, en ese momento, se encendió mi alarma. Seguí el recorrido y ví a un chico arreglar un interruptor de luz en el patio interno. Ya había entrado en razón sobre qué cosas me deparaban ahí sabiendo que era nueva, me negaba rotundamente a ceder. Ahí noté la presencia de una puerta de reja con un alambre de gallinero y del otro lado de ella un montón de llaves acumuladas en un gancho; “es ahora o nunca”. Salté con la pulsión de un animal aprovechando la oportunidad.
Del otro lado de la reja me esperaba el tan ansiado gancho, lo tomé con fuerza y corrí hacia el portón de entrada. El chico que estaba arreglando la luz me gritó, como si eso me frenara. Yo seguí, escuchando a mi amiga de fondo pidiéndome que les avise cuál es la llave.
Elegí una llave al azar, del tal preciado gancho, y en eso elegí probar; metí la llave, giré, y la cerradura cedió, pude salir. Y ahí me desperté. La desorbitada ahora era yo: una sensación simultánea de alivio y desesperación. “Esto pasa todos los días, le está pasando a alguna chica mientras yo trato de despabilarme”. Le está pasando a alguna chica ahora, mientras vos lees esto.
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