Loader
"No hay democracia mientras existan niños con hambre" | Revista Colibri
5067
post-template-default,single,single-post,postid-5067,single-format-standard,bridge-core-1.0.5,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,qode_grid_1300,qode-theme-ver-18.1,qode-theme-bridge,disabled_footer_top,disabled_footer_bottom,qode_header_in_grid,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.2,vc_responsive

«No hay democracia mientras existan niños con hambre»

Diálogo con Osvaldo Bayer

por Santiago Carrillo

En la esquina de la calle Arcos y la avenida Monroe, en pleno barrio porteño de Belgrano, una pared se destacaba sobre las demás. A lo alto, una frase del General José de San Martín titulaba el mural allí pintado: “Nuestros paisanos los indios”; por debajo y atravesando un Wiphala –bandera de los pueblos originarios-, un hombre y una mujer se abrazaban formando el continente latinoamericano. A la derecha de las ventanas del lugar había una mujer con un gorro de paja que contemplaba el vuelo de un águila. En el medio estaba la puerta gris de la propiedad. En ella, un cartel que indicaba que no se trataba de una simple casa: era “El Tugurio”.

Al ingresar, a la izquierda había una biblioteca alta desbordada de libros. En frente, una sala propia para la lectura con otra biblioteca -más grande que la anterior- con más libros, diferentes premiaciones, cuadros y muchas hojas amontonadas entre sí. En el medio, una lámpara de suelo brindaba una cálida luz tenue que invadía paz en un barrio donde el ruido de los colectivos ya es sonido ambiente. Debajo de la iluminación, estaba Osvaldo Bayer sentado en un sillón, con su reconfortante sonrisa de abuelo misericordioso que invitaba sentarse a su lado.


Los 87 años de Bayer solo se notaban por sus lentos pasos y la curvatura de su espalda. Sin embargo, la fuerza de su grave voz denotaba un hombre que sigue fiel a sus ideas como cualquier adolescente socialista y revolucionario. Tal vez, porque a su edad “sigue trabajando para mantenerse joven”.


El historiador, guionista de cine y también periodista está incursionando por primera vez en teatro como actor en la obra “Las putas de San Julián”, el último capítulo del segundo tomo de su obra célebre que el 7 de noviembre pasado cumplió 40 años de su primer publicación: “La Patagonia rebelde”.


En 1974, el gobierno de María Estela Martínez de Perón no estaba contento con que se contara la historia de unos obreros rurales que fueron masacrados por el Ejército al exigir condiciones dignas de trabajo a los terratenientes del sur argentino. Por ello, Bayer estuvo en las listas de la Alianza Anticomunista Argentina, dirigida por José López Rega, y tuvo que mudarse con su esposa y cuatro hijos a Alemania para que no lo asesinaran.

Anteriormente, el menor de los tres hijos de un matrimonio de alemanes escribió junto a Rogelio García Lupo en la revista Continente, fundó La Chispa en 1958, “el primer diario independiente de la Patagonia”, en Esquel, provincia de Chubut, y fue redactor en Clarín hasta 1971 cuando el director, Héctor Magnetto, lo echó. Bayer afirmó que “las pasó todas”: estuvo preso, exiliado y lo echaron de empresas por ser leal a lo que pensaba. Sin embargo, sostuvo que su mujer fue una compañera indispensable. “Hubiera sido todo más difícil si se hubiera separado de mí, porque cuando me quedaba sin trabajo ella alimentó a mis hijos”, declaró Bayer.


-Antes de dedicarse a la investigación, usted tuvo diversos oficios. Uno de ellos fue marinero timonel en un barco por el río Paraná; en esa embarcación fue el único que adhirió a la huelga marítima con tan solo 18 años, ¿Cuáles fueron las motivaciones que le despertaban esas ideas?

-Mi hermano mayor fue muy consejero mío. Sin embargo,   la influencia más grande fue mi padre que era socialista. Cuando era niño me contaba las matanzas que sufrieron los obreros en las huelgas patagónicas de la década del ’20, porque con mi madre vivían en Santa Cruz cuando se desataron las manifestaciones. Luego de aquella huelga de 1950 me echaron por ser el único que paró las actividades en el vapor Madrid, en Rosario. Sin embargo, 50 años más tarde fui homenajeado por la Asociación Marítima. 
-En su libro “Los anarquistas expropiadores” se detiene a contar el origen de los linyeras, ¿Tiene alguna afinidad por ellos teniendo en cuenta también que su abuelo fue vagabundo por decisión propia luego de construir arados en El Tirol, Alemania?
-Siempre admiré a los linyeras. Su estilo de vida en comunidad, su trabajo en el campo y el armado de las cooperativas me pareció fabuloso. Lo que más me atraía de ellos era el sentido de la libertad, sin darle importancia a la propiedad. Yo he conocido a muchos de ellos y eran casi todos poetas o filósofos. Sin embargo, la mayoría decaían y vivían como pordioseros; a mí me gusta ser parte de la sociedad y luchar desde adentro.
-Una de sus batallas fue dentro del periodismo. En abril de 2012, en la contratapa que escribe para Página12, contaba con indignación que le habían cerrado las puertas radiales de la ciudad a Herman Schiller quien, según usted, contaba las historias de los que no tenían voz, ¿El rol que cumplía Schiller debería ser un deber del periodismo?
-Exactamente. En una verdadera democracia todos deberían tener el derecho de voz, y no solo aquellos que pagan los avisos publicitarios. Las grandes empresas informan lo que quieren: uno lee Página12 -donde escribo porque no me aplican censura- o Clarín y son informaciones completamente distintas. Cada uno sigue su ideología, en vez de brindar la noticia tal cual es. Los organismos de difusión tienen que ser cooperativas de periodistas, donde ejerzan aquellos que conozcan la profesión y no representen los intereses empresariales.

-¿Qué opina sobre la manipulación mediática que hacía Rodolfo González Pacheco, en el diario anarquista La Antorcha, cuando mentía sobre la inocencia de Miguel Roscigna –uno de los referentes del movimiento de los anarquistas expropiadores, que cometían asaltos para sustentar su lucha política-  en el robo de los sueldos del Hospital Rawson en octubre de 1927?
-Cuando se está en un período de una verdadera revolución se agotan tácticas que tal vez no tengan mucho de verdad. Se utilizó para confundir a los que estaban en el poder y me pareció bien, porque en definitiva no eran inocentes y cometían asaltos peores.
-Existe en el imaginario social la consideración de que el anarquismo es caótico. Entonces, ¿Cree que hay algún error de comunicación en la sociedad que malinterpreta al movimiento, sabiendo que pregona la camaradería y la igualdad?
-El anarquismo es la mejor de las sociedades. Se trata de disfrutar la esencia de la vida en comunidad; es una verdadera organización de base. Aunque ha habido grandes pensadores en el anarquismo y sus principios estén bien conceptualizados, nunca se han analizado bien las ideas libertarias. Jamás se pudieron llevar a cabo, salvo en pequeñas regiones de España durante la Guerra Civil donde se vivía en igualdad de condiciones. La sociedad toma ese concepto del anarquismo porque el capitalismo es muy poderoso, no quiere ni que los pueblos intenten esas ideas y se basa inmediatamente en la policía y las fuerzas armadas para la represión.
-El sociólogo francés Pierre Bourdieu sostenía que “no hay mecanismos de poder que no deban una parte de su eficacia al desconocimiento de los mecanismos en los que se funda”. Entonces, ¿Puede considerarse a la democracia como un sistema ficticio que funciona como mecanismo de poder?
-Por supuesto que mientras haya dictaduras apoyo a las democratizaciones del país. Durante la democracia hago las críticas necesarias para demostrar que no es una verdadera democracia. No se trata de poner un papelito en una urna cada dos años; no hay democracia mientras haya personas viviendo en una villa miseria, niños que pasen hambre y existan regiones donde las poblaciones no tienen acceso al agua.

No Comments

Post A Comment