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Poemas de existencia lesbiana | Revista Colibri
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Poemas de existencia lesbiana

Por Sofía Fusario

Cuerpo 
Seguramente haya polvo en mi habitación. La pieza es impura como mis estrías. De cualquier manera la mantengo ordenada, así la tristeza habita su espacio. Sucede que el dolor nunca es claro, pero es natural como mi cuerpo partido de rabias.
*
Compañera
La pava y su lentitud. Cuánto amo lo que no importa, y lo que las otras también aman. Esta pasión de parecernos. Porque las imágenes de mí ya se alejan; son imágenes del espanto. Lo que queda es la calma de un cuerpo desconocido. El deseo de ser dos esperando que hierva el agua.
*
Publica
Trazo con pequeños gestos una existencia sutil y roja. Cada vez son menos las miradas y más las manos. No hay cámaras en mi habitación; yo hago de mi cuerpo un espacio público. Los márgenes son más blancos y más anchos. Ahora puedo comer tranquila porque aquí sí quepo.
*
 
Singularidad
La escritura es ceniza. El fuego que me quema es una baba que se va. Los textos que más me gustan son como arañas. Aparecen entre las cosas, deshacen las telas de claridad. Las arañas de las que te hablo son negras, gordas y peludas. Las palabras de mis textos trabajan como una maquinaria infinita sobre sucesos olvidados. Yo resalto esas operaciones con sangre. Patas lentas y oscuras escriben en clave otro mapa.
*
 
Rabia
Hoy me salvó mi rabia. Mis ojos, por primera vez firmes, detuvieron una operación mortuoria adentro mío. Un procedimiento mamado de apartar la mirada, de llenarme de tristeza y vergüenza el pecho. Me miraste. A los ojos. Después las tetas desencajadas. Después los ojos de nuevo. Y volviste a mirarme las tetas, furiosas y desencajadas. Pero tuviste miedo. Tu espanto me recorrió de arriba a abajo el cuerpo. No pude ni quise bajar la vista, no pude ser otra. Insustituible y singular. Tuviste miedo de mí. Toda la violencia de la que soy capaz brilla como silencios de cuchillos que no callo.
*
 
Destemple cursi
Ni siquiera el dedo más firme sobre la punta del clítoris
ni los grandes libros consumidos
ni los silencios que prolongo como una sombra:
nada ha roto el hechizo.
Sigo siendo una niña
llorosa y obstinada,
todavía dos copas de helado
todavía el problema de no estar tampoco muertas.
Todavía los caprichos y los testimonios a la luna,
la histeria bendita, y no me toques.
Todavía es sólo una mi lucha.
Ay tristeza-madre
encuéntrame esta noche
por lo menos un poco más clara,
aliéntame una vez más
a volver a querer
como una cruz ardiendo en las brasas del día
aunque no amanezca verano.
Ilustración: Armando Bravo
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