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¿Qué es lo importante que hay que saber? | Revista Colibri
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¿Qué es lo importante que hay que saber?

por Santiago Carrillo

La tarde del jueves 20 de noviembre estaba oscura. Las nubes anticipaban la locura: una vez más, la federal dispuesta a la tortura.

Dos pibes, de 20 y 22 años, intentaban robar el estéreo de un auto cuando la voz de un vigilante les gritó “¡Alto!” como por altoparlante.

Los vecinos que presenciaron la secuencia vieron como eran baleados quienes no pudieron contar el porqué de su delincuencia. Más de ocho tiros se escucharon, hasta que los presentes alertaron que ambos en el piso se quedaron. Uno muerto; el otro gravemente herido.

Fueron los testigos quienes afirmaron que sangrando estaban los que desarmados andaban. La Agronomía, barrio de parques y alegría, aquella tarde se vistió de agonía en la esquina Beiró y General Artigas.

La número 47 es la Comisaría, que el traje impermeable bien impune lucía. Negados a dar información, a la oficial María Dorgan se le escapó un dato casi como por soplón: “No podemos dar nombres porque hay secreto de sumario. Además, no conviene que el caso salga a la luz porque tenemos que proteger al personal policial involucrado”.

¿Protegerlos del gatillo fácil?; ¿Estarían afirmando que la prensa no debe saber algunas cosas?; si Clarín cubrió la noticia diciendo que eran dos “motochorros” –claro estereotipo de una sociedad acomodada-, ¿Deberíamos suponer que estos medios son sus voceros?

Además, luego de cinco años y ocho meses de invisibilización del caso de Luciano Arruga por parte de estos mercaderes de información y después afirmando que murió por un accidente –cuando ya no podían ocultarlo más debajo de la alfombra- como comunicado de prensa de los centros de poder, nosotros le respondemos: “El atropello fue de la policía”. Levantamos la bandera con la cara de Luciano porque él es la contracara de la represión policial. Entonces, nos preguntamos, ¿Estamos siendo correctamente informados?

El treinta y un de enero de 2009 desapareció Luciano Arruga, de dieciséis años, en Lomas del Mirador, en el partido bonaerense de La Matanza, luego de que la policía de la provincia lo obligara a robar para ellos, teniendo asegurada la liberación de la zona y estando detenido solo unas horas por ser menor de edad. Arruga se negó a cometer el ilícito y la fuerza de seguridad lo persiguió, secuestró, torturó y finalmente desapareció. La mamá de Luciano, Mónica, perdió todas las esperanzas de volver a ver a su hijo con vida, cuando el 17 de octubre pasado confirmaron en el Cementerio de Chacarita que su cuerpo había ingresado en 2009 como “persona desconocida”.

Mientras que los siete policías implicados en el caso siguen en actividad, y ni al menos están procesados por la Justicia, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y el Intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, quien a su vez es el máximo conductor del peronismo en la provincia, siguen insistiendo en que la solución del inminente crecimiento del “paco” en las zonas más humildes está en la incorporación de más efectivos. La primera apuesta fue la Policía bonaerense, luego la municipal y finalmente Gendarmería: “Son los que juzgan por portación de rostro a los habitantes de las villas”, afirmó Vanesa Arruga, hermana de Luciano. ¿Acaso nuestros dirigentes son tan ingenuos para seguir confiando en las fuerzas de seguridad?

A pesar de ello, el pueblo es quien finalmente elige a los representantes a través del sufragio universal como en toda democracia moderna y, gracias a los medios de comunicación, ellos pueden informarse debidamente para tomar la decisión correcta en su juicio. Además, el periodismo cuenta con el deber de denunciar todo aquello que atente contra la humanidad: “El verdadero periodismo es intencional, se fija un objetivo e intenta provocar algún tipo de cambio; se lucha por algo”, afirmó en una conferencia el consagrado periodista polaco Ryszard Kapuscinski.

Sin embargo, no cuesta demasiado trabajo prender la televisión o comprar cualquier diario para verificar que las notas más populares son, por ejemplo, una crónica de la muerte de Ricardo Fort, con sus insaciables debates sin argumentos e instalando el tema en el vox populi al menos por dos semanas; informes más que extensos sobre el valor de los útiles escolares, buscando generar inestabilidad social y política, o datos inútiles como la temperatura “barrio por barrio”. Estos conceptos están fundados por empresas que buscan la venta de información y dejan de lado el compromiso de educar a la población. Entonces, ¿Si no se recibe educación, se puede elegir conscientemente?; ¿Si los dueños de las empresas de medios, quienes codifican la información arbitrariamente, no son elegidos por el pueblo existe realmente la democracia?

Hasta el momento las grandes corporaciones siguen generando ganancias, preocupando a la población sobre la cotización del dólar cuando por minuto un niño muere de hambre en el mundo; los políticos siguen jactándose de ser fieles al pueblo por defender los derechos humanos y condenar a los culpables de nuestra dictadura más sangrienta, pero a más de treinta años sigue desapareciendo gente. A su vez, la familia Arruga sigue reclamando justicia por el asesinato de Luciano, quien fue condenado simplemente por negarse a robar. Y mientras tanto, nos seguimos preguntando: ¿Qué es lo importante qué hay que saber?

 

Ilustración: Juan Paz

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