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Rodar en la Ciudad aún es posible | Revista Colibri
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Rodar en la Ciudad aún es posible

Con una longitud de casi 900 kilómetros, el primer tranvía porteño (cabe aclarar: de tracción de sangre) circuló en 1863 y únicamente como una prolongación del Ferrocarril del Norte, que recorría desde la Plaza de Mayo a Retiro. En 1865 el Ferrocarril del Sur hizo lo propio e instaló su línea de tranvías de prolongación desde la Estación Constitución hasta el predio de Lima y Av. Belgrano. Cuando llega el año 1870 entran en escena los hermanos Lacroze con su “Tramway Central”, para establecer vías en el casco céntrico de Buenos Aires.
Casi 100 años después de su debút, en el año 1963, dejan de funcionar y sus recorridos comienzan a escasear. Sin embargo, toda historia siempre cuenta con un “pero” que (por suerte( salvaguarda las excepciones que valen la pena. La excepción acá sería Caballito: cada fin de semana, una pequeña flota se abre paso por un circuito de dos kilómetros, para el regocijo de los pasajeros.

Los tranvías que parten desde Emilio Mitre al 500, cada 25 minutos y, de forma gratuita, se encuentran a tres cuadras del Parque Chacabuco y de la estación del Subte E que carga con el mismo nombre que la calle, y avanzan lentos pero seguros en un recorrido que suelen ser compartidos por abuelos, padres e hijos.

Recientemente se han cumplido cuarenta años desde que funciona la Asociación Amigos del Tranvía y la historia sigue su curso. Fue el 16 de julio de 1974 que el arquitecto Aquilino González Podestá fundó, junto a sus compañeros, esa asociación que reúne a aficionados y estudiosos de todo el país. Además de los recorridos gratuitos, la AAT también tiene otros objetivos: la conservación y restauración de coches históricos, la documentación y recopilación de material de lectura en una biblioteca popular y la coordinación de conferencias audiovisuales sobre el tema.

Algunos de los coches más importantes (por su valía histórica) tienen más de 50 y hasta 70 años de antigüedad y fueron construidos en, por ejemplo, Portugal, Bélgica o Inglaterra y muchos de ellos, además de haber sido utilizados por los tranvía de antaño, también recorrieron las oscuras vías de los subtes porteños.

Actualmente, a sus 82 años, el arquitecto Podestá continúa presidiendo la asociación, tras 40 años ininterrumpidos de pasión, compañerismo y mucho trabajo.

Los sábados de 16 a 19.30 y los domingos de 10 a 13 y de 16 a 19.30, el tiempo se detiene para quienes suben a los vehículos. Ellos están en el 2016, sí, pero también se encuentran suspendidos en un punto medio, que divide el presente del pasado. Ahora, el tranvía funciona como una pequeña máquina del tiempo, que rejuvenece a los más grandes por un rato y entretiene a los más jóvenes con recuerdos de un pasado cercano.
Un paseo sobre uno de estos te puede llevar a sentirte en otro país, otra época, (o ¿por qué no?) otra persona. Para los que quieren recordar el mundo del transporte de antaño; su juventud; infancia; adolescencia; para hacerle sentir lo mismo a los más pequeños de la familia y de la casa; a transportarlos en un juguete gigante; para todo esto, y más, ésta es una cita imperdible. Y es de Caballito.

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