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"Secundaria del futuro": una obsesión por la eficacia | Revista Colibri
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Collage por Belen Llanos

Por Colibrí Revista

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Luego de un mes, se levantó la toma de los colegios. Un mes donde una diversidad de jóvenes de distintos secundarios, se organizaron e hicieron escuchar su voz de reclamo por el derecho a la educación. A pesar de ser estigmatizados por el gobierno -quién impulsó una medida inconsulta y tardó para reunirse con el alumnado- y por los grandes medios de comunicación, que pretenden seguir repitiendo el discurso de que a los jóvenes no les interesa la política, no se comprometen con la sociedad, y que su voz es sólo la reproducción de una influencia, la juventud es también un actor social y político, que sigue exigiendo la participación en su espacio, y más allá de haber levantado la medida, siguen activos, siguen de pie.

   “Desde los medios hegemónicos se ha dicho que queremos decirles a los docentes como dar la materia, no decimos eso, sino que tiene importancia nuestra opinión y que nos damos cuenta como una reforma puede ser positiva o utilitaria para la escuela pública”, explica Ignacio Nattos, representante y militante de la Simón Bolívar y estudiante de la escuela técnica N°35, en diálogo con Colibrí Revista.

   En el documento «La escuela que queremos» subido a la página web oficial, el Gobierno de la ciudad plantea: «Transformar la cultura escolar implica repensar las lógicas y dinámicas institucionales: las normas, el régimen académico, el uso de tiempos y espacios para la enseñanza y el aprendizaje, el lugar asignado a los jóvenes en la escuela, el lugar de adultos y educadores, el de la comunidad, las relaciones de poder hacia el interior de la escuela, los tiempos y espacios de trabajo, las relaciones entre asignaturas, áreas…”; en esto estamos de acuerdo, pero para entender el contenido de la nueva reforma educativa denominada “Secundaria del futuro”, es necesario comprender que estrategias de poder están ocultas y qué lógica siguen las prácticas que se buscan implementar.

   La reforma se plantea como una profundización de la Nueva Escuela Secundaria (NES), una medida incorporada entre el 2014 y el 2015, para dar cumplimiento, según lo presenta el Gobierno de la Ciudad en su página, a la Ley 26.206 de Educación Nacional  “con el fin de mejorar la calidad y asegurar la equidad educativa en las escuelas”. En aquella reforma, entre otras cosas, se redujeron 158 planes de estudio a sólo 13 orientaciones.

   En el 2002, a través de la Ley 898, la Ciudad de Buenos Aires extendió la obligatoriedad de la educación hasta finalizar el nivel secundario. Esta medida fue establecida, a nivel nacional, en el año 2006, “lo que implica la necesidad de actualizar y transformar aquellos aspectos que la han constituido desde sus orígenes y que son obstáculos para garantizar el cumplimiento del derecho a la educación de todos los jóvenes”, detalla el documento “La escuela que queremos”.

   Para las medidas realizadas en torno a la igualdad en la educación, podemos retomar al pedagogo brasileño Dermeval Saviani y partir de dos grandes grupos de teorías educacionales. Si bien ambas parten de la base de que la marginalidad y la desigualdad son un hecho, por un lado, la no crítica, entiende a la escuela cómo un instrumento de igualación y, por el otro, la crítica-reproductivista la ve cómo una herramienta de discriminación social.

   Las reformas impuestas por el Gobierno nacional entrarían en la visión de concebir a la educación cómo una solución ante el problema de la marginalidad. Dentro de esta perspectiva, existió la pedagogía tradicional que identificó a la ignorancia como causa de la marginalidad y, entonces, a la escuela como antídoto contra esa ignorancia; posteriormente la nueva escuela, que descubre que el marginal ya no es el ignorante, sino el rechazado, y por lo tanto, la educación podía corregir la marginalidad en tanto aporte a la construcción de una sociedad cuyos miembros entiendan que cada individuo es único y se acepten mutuamente a pesar de sus diferencias.

   Desde otra perspectiva, la pedagogía tecnicista tiene como elemento principal la organización racional de los medios, que determina una posición secundaria para los profesores y alumnos, desplazados a la condición de ejecutores de un proceso. Marginado es ahora el incompetente, el ineficiente, el improductivo. La educación va a superar el problema de la desigualdad en la medida en que forme individuos eficientes, es decir, capaces de contribuir al aumento en la productividad de la sociedad.

   El documento sobre la “Secundaria del futuro” elaborado por el Gobierno de la Ciudad que se filtró y dio pie al debate, desarrolla que “el objetivo no está centrado en el aprendizaje, sino en el enfoque por capacidades necesarias para desenvolverse en la sociedad del futuro”, y propone aglutinar las materias en “áreas de conocimiento” integrando las asignaturas, llevadas a cabo por docentes en parejas pedagógicas: Ciencias sociales y humanidades (Historia, geografía, formación ética y ciudadana, economía y filosofía); Ciencias naturales y nuevas tecnologías (Matemática, biología, Educación Tecnológica, Física-química, tecnología de la información); Comunicación y expresión (Educación física, arte, lengua y literatura, lenguas adicionales); Orientaciones.

   Aglutinar dentro de un área materias tan profundas, extensas y subjetivas como lo son las ciencias sociales, sólo demuestra que hay un desarrollo que no se busca: la conciencia, el pensamiento crítico que permite entender la realidad. A partir de las leyes de funcionamiento de la sociedad que rigen históricamente, estas no sirven para aumentar la productividad y el desarrollo neoliberal de la sociedad, -lejos de eso, lo entorpecen-.

   Por otra parte, explica que la calificación ya no será numérica, sino por “créditos” que se otorgarán a través de guías realizadas, etapas alcanzadas en videojuegos educativos, horas de apoyo y participación en proyecto extracurriculares.

   El aprendizaje será entonces sinónimo de eficacia, de capacidad productiva. Los “créditos” serán obtenidos en base aquellos individuos eficientes que puedan contribuir al aumento de la productividad de la sociedad y los que no, serán incompetentes, ineficientes e improductivos, por lo tanto, marginados.

   Las medidas tomadas por el gobierno parecieran ir en concordancia con una escuela como aparato ideológico del Estado, dónde el objetivo está puesto en reproducir las lógicas de producción de tipo capitalista. La reforma establece que durante el último año, el 50% del tiempo escolar será destinado a la aplicación de los aprendizajes en empresas y organizaciones. La obligatoriedad de la escuela ya evidenció que los jóvenes de todas las clases sociales, deben ser parte de la misma audiencia que recibe saberes propios de una ideología dominante. La evaluación mediante créditos en base a la eficiencia y el aglutinamiento de materias de ciencias sociales y humanísticas -impidiendo así su profundización y reflexión- no educa para ser personas libres, sino que invita a una enseñanza de eficacia para la práctica mercantilista, capitalista y al desarrollo cero de conciencia.

   Además, la reforma propone que el docente sólo ocupe el 30% de clase a modo de introducción y que en el 70% del tiempo restante se desarrolle “trabajo autónomo y colaborativo donde el alumno aprende investigando, explorando y descubriendo solo o en grupo, con los docentes como facilitadores y orientadores, mediados por la tecnología”. Así detalla el documento del Gobierno de la Ciudad que se filtró y dio pie al debate. Es decir, que la posición del docente es secundaria, es un mero reproductor de un plan impuesto por personas ajenas al ámbito escolar, que definen que deben hacer, cómo y cuándo lo harán.

   Si no fuera por el documento filtrado, posiblemente, no hubiera salido el debate sobre esta reforma y se hubiera impuesto de manera inconsulta. Ya el diseño y desarrollo de la misma, se hizo sin tener en cuenta la participación de docentes y estudiantes. Y elles tienen cosas para decir: tiene que haber una reforma educativa, pero no hay ningún punto de ésta, que sea beneficio ni para la educación, ni para los estudiantes, ni para los docentes”, detalla Ignacio Nattos, estudiante de la escuela técnica N°35, y agrega: “en la práctica es inviable porque no hay presupuesto para los colegios, las escuelas no tienen gas ni luz”. Magali Peralta, estudiante del Carlos Pellegrini, también cree que hay que anular la reforma, “está orientada a las empresas privadas y además de mandarnos a trabajar gratis, reemplazan a nuestros docentes por facilitadores”. Ambos estudiantes ven a la reforma del mismo modo: “esta reforma educativa es la antesala de la reforma laboral que va ser mucho más dura”, explica Magali y en la misma sintonía, agrega Ignacio: “se le está sacando rol al profesor, el estatuto docente es una herramienta muy poderosa de los trabajadores de la educación y con distintas estrategias lo que se busca es sacarlos del rol que tiene”.

   La “Secundaria del futuro” se presenta como una obsesión por la eficacia. Si retomamos al pedagogo Gimeno Sacristán, está reforma va en dirección de una pedagogía por objetivos. Pensar a la educación como una institución que debe ser útil a los valores predominantes de nuestra sociedad, guiados por criterios de eficiencia, -considerando a este como valor básico en las sociedades industrializadas-. La escuela es entonces, una institución social creada y mantenida por la sociedad para rendir a ésta beneficios, formando a la juventud con valores relativos a la rentabilidad y no al razonamiento. En síntesis, tener una visión utilitaria de la enseñanza.

   Esta pedagogía pretende que, si la escuela tiene que preparar a los estudiantes para la vida, entonces el currículo debe procurar eso. Esto es, en referencia a la clase trabajadora productiva de la sociedad, una herramienta que debe fomentar habilidades, aptitudes, hábitos, actitudes y conocimientos necesarios para aportar a las actividades humanas productivas. La educación es entonces, un dispositivo al servicio de la reproducción social actual y debe ser estructurada en funciones separadas. El contenido,  lo decidirá la presión social. Los mecanismos, el gobierno y la ejecución, por último, los profesores, cuya única función es operativa.

   Ante esta concepción de la educación, lo importante del conocimiento está en su utilización, adquirir destrezas que habrán de demostrarse en la modificación de la conducta, perdiendo así el valor formativo de ser aprendidas como modelos de pensamiento que ayudan a comprenderse a sí mismo y al mundo que nos rodea. Educación del sometimiento al servicio de la repetición.

   Sin embargo, las inquietudes y necesidades de los estudiantes van por otro lado. Ignacio, por ejemplo, plantea: “se tiene que aplicar la Ley de Educación Sexual Integral,  e incluir un protocolo para la violencia de género, hay compañeras que fueron abusadas y conviven con violadores en el aula, planteamos que si hay una nueva escuela tiene que, considerar el estado de emergencia sobre las violencias de género”.

Agradecimientos a: Camilo González Opelt

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