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Selva y destierro | Revista Colibri
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Selva y destierro

Por Luz Rodriguez

Entrevista a Sol Bonelli, directora de la obra «Flores de Tajy»

 

Flores de Tajy es una obra que tiene en su centro la trata de personas. Retrata el caso de la Naty, una muchacha del Paraguay arrebatada de su tierra y de su propia vida para pertenecer a la de Mostro, proxeneta y dueño de la cueva donde es sometida a la prostitución. Naty busca consuelo en sus compañeras la Loba y Cris -la madama travesti-, de la racha que le tocó vivir y de los abusos repetidos que sufre en manos de su principal cliente, Miguel.

“Es para público masculino, yo se lo dedico a los varones” expresa audaz la directora de la obra, Sol Bonelli. “Lo que más me inquieta saber es qué piensan ellos cuando ven esta obra, porque muchos fueron a un prostíbulo y muchos pueden haber estado en una situación similar”.

-La obra pasó por España…

-Si, esa fue como la frutilla del postre. Fueron dos centros culturales que dependían del Ayuntamiento de Madrid, lo organizó el Gobierno. La embajada nos bancó los pasajes y nosotros vivimos ahí con lo nuestro, hicimos funciones gratuitas en dos lugares distintos. Una experiencia, imagínate… llevar la obra, algo hermoso, pero a la vez un laburo.

Durante el 2017 arrancamos yendo a Rosario en abril, hicimos dos funciones, nos contactó la Universidad. Después fuimos a la Comuna Alcorta en Santa Fe para el tres de junio. Y en julio fuimos a Solano, un centro cultural del gobierno provincial en el Municipio de Quilmes. Nos llevó el Ministerio de Justicia y el de Desarrollo Social de la Provincia. Todas las funciones gratuitas.  España fue el final de ese año de giras. En cierto punto es lo que pude hacer, frente a algo que me conmovía y que me tomaba la fibra íntima. El mundo de la prostitución siempre me conmovió en el sentido de que siempre me pareció injusto, deforme.

– ¿Cómo se manejan para solventan las giras?

-Siempre por suerte, y también por lo que despierta este cruce entre el arte y una problemática que es muy grave en nuestro país como en el mundo, fuimos como “invitados a”. Nosotros intentamos moverlo, pero en España estaba esta convocatoria abierta y le mandamos; y la embajada nos respaldó. Si no, no hubiésemos podido hacerlo. Justo se dio en el marco del 25 de noviembre que es el Dia de Lucha en contra de todas las violencias hacia las Mujeres. Un día que cayo feriado fuimos hasta Toledo y hasta en un servilletero decía “el machismo mata”. Es una problemática que está pasando alrededor del mundo. El machismo, hablando de prostitución y de todo lo demás. Para mí, la trata va de la mano de la prostitución; no para mí, es un hecho, la gran mayoría de explotación sexual se da en prostíbulos, o tiene como ese fin.

– ¿Cómo fue el proceso de elaboración del guion para que abarque una problemática tan compleja? 

-Yo venía de escribir una serie de ocho capítulos sobre casos de trata y nunca era desde el lugar de la víctima. Cuando dije “quiero hacer teatro”, quería explorar más la poesía que es lo que más me convoca como escritora, y evidentemente el tema social me atraviesa. Siento que el arte tiene que servir para algo, no solo hablar de mis emociones, tiene que mover. El germen de la obra es “un día voy a ser buena madre”, porque había sido madre en el medio. Mismo estaba haciendo arreglos en mi casa y había obreros. A mí me convocan mucho los acentos, me encantan, entonces fui linkeando un universo que yo ya conocía, con este ser especial que es una chica de la selva del Paraguay. Era un mundo muy interesante poéticamente. Y esto de que digan frases en guaraní, que el espectador quede afuera, sentir esa sensación de otredad, de decir “che, ¿qué está diciendo?”, tal como lo sienten muchas víctimas traídas. Cuando me puse a investigar sobre la cultura guaraní investigué un montón de mitos y leyendas, como la del Curupí, que viola a las vírgenes a la hora de la siesta, que lo dice el monólogo pero con una cuestión que no es a la hora de la siesta y que ella no es que estaba caminando por el monte.

– ¿Por qué decidiste pasar del monólogo al diálogo? ¿Fue una forma de reflejar el ínterin?

-Nació primero como un monólogo porque el taller que estaba haciendo era de monólogos. Taller que, casi te diría, quedó intacto porque solo corté partes y en el medio hice estos flashbacks. Entonces a la hora de que los demás personajes hablen, hablen más con refranes, como una cultura que está atrapada en esas cristalizaciones lingüísticas. Eso de mambeada de haber estudiado letras.

Además, porque era más corto. Yo quería escribir una obra de teatro antes de morir. Primero escribí varios monólogos que el espectador recorría. Era La Naty, con el colchón en el piso, y después te ibas a otra habitación. Eso lo empecé a pulir porque era una locura que todos los personajes hablen así pero mucho también quedó porque para mí es como la antítesis de la poesía selvática, La Naty y estas leyendas guaraníes. La antítesis sería esta gente que habla sólo con refranes y los sostiene, como una especie de alusión a situaciones vividas mil veces, como esta naturalización de ir de putas que tanto hombres y mujeres tienen.  Hombres que van, que son parte de los culpables y los que sostienen este circo en marcha, hombres que no van, pero no dicen nada a los que van; y mujeres que saben que otros hombres van y tampoco dicen nada y medio hasta sostienen que vayan a desquitarse con ‘esas’: “te descargas con la puta, lo que no le haces a tu novia”.

– ¿A raíz de qué fue que planteaste que Miguel, quien está constantemente sometiendo a La Naty, le pida apoyo?

-Para mí es parte de un lugar común que está en el universo masculino. Y para mí era una cuestión terrible, de no ver más allá de su propia nariz, de exigir amor en una situación donde él se está abusando completamente y no ver ese abuso. La gran mayoría no es que solo buscan la penetración y el placer sexual, buscan humillar, penetrarte con objetos. Hay un libro interesante que se llama ‘Ir de putas’ que escribió un psicoanalista basado en lo que le contaban sus pacientes y el concluye eso, lo que buscan no es placer sexual, no tienen ganas de coger.

– ¿Por qué a Mostro lo nombran, pero no lo muestran?

-Ese personaje duró un mes y dijo: “che yo tengo que buscar trabajo, no puedo juntarme a ensayar”, nada, cosas de la vida del teatro independiente que suelen pasar. Entonces no teníamos Mostro. Conseguimos otro Miguel porque también se había caído. Flor Patruno siempre fue la Naty, desde el monólogo hasta cuando empezó, ella vivió todo el proceso conmigo. En un momento, cuando ya la obra estaba avanzada, no conseguíamos el personaje, y me dice: “¿y si lo recuerdan ellos?”. Y a mí me pareció genial, porque además Mostro adquiere una gran identidad en la obra, creo que muchas veces se lo nombra. Alguien me dijo en una crítica: “Mostro es la sociedad”. Si, mostro es el proxeneta, duro y puro en la historia. En cierto punto me encantó esta interpretación, en un sentido figurado puede ser la sociedad que hace la vista gorda, que avala, que omite, que participa.

– ¿Entre ustedes debatían?

-Todos partíamos de la base y estábamos de acuerdo que la trata es algo terrible, que hay una desigualdad base para que suceda. Tampoco es que yo a la hora de hacer casting necesito que estén de acuerdo ideológicamente conmigo para hacer la obra, pero eso se emana un poco, creo que se da a entender esto que hablamos. Que hay una desigualdad base, porque esto de decir “bueno yo lo elijo, yo quiero estar acá” cuando vos ves a la Naty bailando arriba del parlante puede ser que no sepas si la trajeron del Paraguay drogada, o engañada, y después la drogaron y la violaron tanto que se creyó que ese era su lugar. Vos ves a una chica bailando arriba del parlante, sonriendo. Pareciera que está ahí porque quiere y que, en cualquier momento, si deja de querer, puede bajarse e irse. Eso es falso. En Flores de Tajy creo que es bastante obvio decir: “quienes están acá, cayeron acá”.

-La obra fue reconocida por el Consejo Nacional de la Mujer, ¿qué opinión tenés sobre las políticas que actualmente rigen sobre la trata? ¿qué falta hacer desde el Estado?

-No son suficientes. Sonia Sanchez, Alika (Kinan), Zaida Gatti de la Oficina de Rescate, todas concuerdan en lo mismo, primero no hay plata. No hay camas, digo, pasa lo mismo que con la violencia de género que no sea trata. Yo llamo, denuncio, y no hay siquiera un lugar de acogimiento que banque todas las denuncias que hay, es como que seguís estando en riesgo.

En verdad lo que hay que hacer no es una sola cosa sino un factor en conjunto, el Consejo Nacional tiene muy poca plata para hacer todo lo que hay que hacer, en principio. Y las víctimas, la única que llegó a ser querellante en su causa fue Alika porque es una chica preparada, con mucha garra. Tiene seis hijos, cuatro películas en una vida. Lo que quiero decir es que tenés que ser un personaje muy particular para poder llegar, si no, quedas en el camino. Porque son minas dañadas psicológicamente, muchas son menores cuando ingresan al sistema prostibulario. Hay una desigualdad estructural para que la trata suceda. Las víctimas declaran y después de dos días de estar inmersas en un mundo con esas reglas, el Estado no se hace cargo. Sí, hay unos planes que son migajas obviamente, y muchas veces refuerzan como un lugar común de “bueno, te enseñan a limpiar o a hacer las uñas”, que igual, mientras haya una punta para mí vale, pero nunca termina de ser un tratamiento integral. Son víctimas que muchas no pueden salir del shock que tienen y quedan rezagadas en el Sistema Judicial. Llega un punto en el que, esto es a modo personal de decepción mía, hay tantas batallas que dar que si no sos abogada como que te perdés, imagínate una víctima de trata.

– ¿Qué organizaciones abolicionistas fueron a ver la obra?

– Vinieron las Madres Víctimas de Trata y Alika. Fue una función de prensa en la que invitamos a periodistas, críticos y miembros de la ONG y vinieron ellas con un custodio. Esto es para que veas el nivel, una de las madres tiene un custodio porque a ambas de sus hijas las llevaron y por las cosas que denunció. Termina la función y el custodio empieza a decir que le faltan las balas, dándose a entender que alguien se las había sacado lo cual era imposible porque yo estaba atrás de todo y veía.  La cuestión es que se empezó a armar una paranoia. Finalmente, el tipo nunca había tenido las balas, ni antes de la función. Lo cual puso en manifiesto de una manera casi surrealista cómo están desprotegidas esas mujeres que se suponen, están protegidas con custodia. El tema es, yo como ciudadana ¿qué puedo hacer?, lo único que puedo hacer es esto, una obra de teatro en la que se apunte a concientizar y a mostrar esto; que los hombres sostienen este negocio, que las chicas que están ahí bailando no siempre es porque quieren, la inmensa mayoría no es porque quieren.

– ¿Cómo manejas el enfrentamiento entre abolicionistas y regulacionistas desde tu perspectiva feminista?

– Decirle a una mina: “tenés derecho a prostituirte”, me parece rarísimo. Avalarlo con leyes es condenar a las pobres a que ese sea su camino. Es avalar una explotación inmensa, porque si te lo ponés a pensar en viceversa, ¿cuántos hombres prostituidos hay? ¿cuántas mujeres van de puto? No existe ni la palabra. Cuando eso sólo se ejerce sobre la mujer entonces hay una desigualdad base. Para mí, es muy raro pensar que una mujer empoderada tiene que trabajar de prostituta, no lo puedo ver así. Legalizar para mi es blanquear el proxenetismo, digo, si esto siendo ilegal funciona tan bien, imaginate siendo legal. Funcionaría perfecto.

– ¿Perfecto para quién?

-Para los que ya viven de eso. Pensar que puedo ser una prostituta autónoma es ser muy ingenua. Si, puede suceder, pero hay redes criminales. Las de AMMAR para mi ponen su ejemplo de vida por delante de las estadísticas. Yo sospecho eso, y por otro lado esas no son representativas, ¿quiénes de la prostitución nacional?, te vas a Constitución todas las chicas son dominicanas, son inmigrantes. ¿Quiénes de ellas lo eligen porque quieren y no porque las trajeron engañadas?, y que si no hacen eso las deportan de vuelta a su país donde se cagan de hambre. No es representativo que a una le vaya bien y se pueda comprar un departamento. La prostitución siempre es la pata floja donde se sostiene, para mí es obvio lo falaz de eso; más allá, para mí no hay que legalizar, pero sí abolir los códigos contravencionales, hay que apoyar a esas chicas para que las que quieran salir puedan hacerlo, y las que no, no sean criminalizadas. Lo que quieren es que se reconozca la prostitución como trabajo y para mí lo hacen con fines de un sindicato que se estaría forrando de guita. Detrás de ciertos derechos que buscan en verdad quieren blanquear, o sea hay mucho lobby desde muchos lugares. No lo digo yo, lo dice Sonia Sánchez, lo decía Alika (Kinan).

– ¿Tenés otra producción en mente?

-Si, ahora está siendo ‘Mamífera’ que está en cartel, hicimos la primera temporada el año pasado. Y en febrero estrenamos “El Camarín de las Musas”, esta vez sí me metí con la maternidad, finalmente lo logré. Nos está yendo muy bien con Mamífera porque desde una perspectiva lógicamente feminista habla sobre la maternidad y yo tomé un poco el eje del trabajo, cómo compensar esos dos mundos. Creo que es un gran debate pendiente en el feminismo. Hay una sociedad que deposita en las mujeres todo el trabajo no remunerado. No podemos decir “no, la maternidad es una cárcel” porque hay un montón de mujeres que quieren serlo y no por eso se merecen estar encerradas criando solas a sus hijos. El padre tiene tres días, yo tuve una cesárea un viernes y el lunes el tipo vuelve a laburar.  No hay guarderías. O esto de tener cerca a tus hijos en tu propio lugar de trabajo también tiene que ver con leyes, como que son antinomia con lo natural. Todo el tiempo quieren romper el binomio madre-hijo/a. Ellos quieren que a los cuarenta días el pibe esté durmiendo solo, tomando mamadera. Un bebé que vos separás de la madre tan tempranamente, sufre, y la madre también lo sufre, y el sistema lo único que hace es empujarlo a eso. Pero en Mamífera se ve esa contradicción, de cómo querer ser madre y también querer tener proyectos propios. Parecía una contradicción interesante de abordar en un contexto que las mujeres se están replanteando mucho qué rol les toca. Está bueno hablar del lado B de la maternidad y lo que implica, y las cosas que se dan por sentadas de cómo compatibilizas esos mundos, pero bueno todo esto es en tono más comedia. Nosotros nos divertimos mucho, hay gente que se ríe mucho y muchas que lloran también. Soy positiva, en cierto punto se está concientizando, y ya es la segunda obra. Tengo otra, pero me voy a dedicar a escribirla tranquila. Siempre hay algo de lo personal que es como el deseo, el motivo y lo que empuja a realizar proyectos.

-El deseo que mueve…

-Sí, para mí por lo menos es así, sobre todo cuando es algo que no es por plata. Seguramente algo de feminismo mezclado va a haber en cualquiera de las obras que escriba, porque es una manera de pararse ante el mundo, decir “che esto que es tan normal para algunos para mí está mal y hay que cambiarlo porque no puede seguir así”. Por suerte cada vez somos más que lo estamos viendo y reclamando, y que nos estamos haciendo cargo de que nadie va a venir a levantar nuestra bandera por nosotras. Que las cosas que nos pasan a las mujeres, nosotras las tenemos que cambiar. Hay algo que me reconozco mucho que es esto de “la hermana”, por eso también en Flores de Tajy la Loba y Naty están todo el tiempo en roce. Siempre hay competencia, quien queda mejor con el proxeneta, si una sabe que un cliente es mejor y te da más plata, o es más suave, se va a preservar una misma. Situaciones de riesgo en las que es muy difícil la sororidad, la compasión por el otro o por la otra. A esa lógica del miedo hay que contraponerle la lógica del amor, y decir “che a vos te pasó, a mí también, nos están cagando a todas”. Asique me parece que hay que ser feminista ante todo y es un momento histórico único, eso sí que no tiene precio. Estamos en una ebullición que hay que aprovechar, dar los pasos que hay que dar y no relajar. Yo soy militante autónoma, pero hago desde mi lugar lo que puedo y lo que me sale.

– ¿Te consideras feminista?

-Sí, obvio. Antes costaba decirlo y ahora es un orgullo, por un lado, por otro es cansador, hay contextos en los que te agota, ¿todo hay que explicar?, o te toman de punto. No sé hasta qué punto es real lo que me plantean, o hasta qué punto me lo hacen para chicanearme, no sólo con referencia a la prostitución, sino con todo. Los típicos casos de “¿y la chica que mató al novio?”, chicos eso no es representativo ¿por qué se agarran de esa excepción para explicar que muere una por día sólo por ser mujer?

Sí, soy feminista y hace poco hasta lo puse en mi cv. Hay algo que siento que es necesario que lo digamos, que no haya esa persecución de “ah entonces odias a los varones”, me parece arcaico. Pero me divierto mucho también, me doy cuenta de que la micro-militancia, especialmente los domingos al mediodía en los asados, no la renuncio jamás. Jamás me voy a quedar callada para no evitar debate en la mesa. No mal, pero sí bien de decir “chicos replanteense”, dejémonos de ver la ropa que llevaba puesta, si la chica caminaba a horario sola, si viajaban solas, todas esas cosas que siento que están empezando algunos a replantearse un poco.

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