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Sueños | Revista Colibri
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Sueños

Por Abel Solari Pavon

A veces nuestro trote existencial, en donde nos perdemos y nos encontramos, está entre la almohada y una especie de limbo meditabundo que nos hace mitad sagrados mitad vagabundos. Ese trote nos hace recorrer la vía láctea, de constelación en constelación, un rebote intenso que nos lleva del cosmos a nuestro lecho sin visa ni pasaportes.

Los amplios senderos, que conducen de la ceguera a la lechosa luminosidad estelar de aquel limbo, están repletos de amigos, de recuerdos que mienten solo un poco, de temores que no reconocemos, de sales de rió y azucares de los mares, de sentimientos de lucidez extraordinarios tan extraordinarios como fugaces, de notas musicales que se materializan en al aire como gemas de un humo denso y perfumado, de voces claras y algunas muy confusas, de ecuaciones matemáticas tan extrañas como estúpidamente revolucionarias y evolucionarías, y repleto de todas estas cosas, el camino que transitamos desde nuestra catrera semielevados hacia el entendimiento universal. Esa clase de entendimiento que nos hace parecer como si fuéramos imperceptibles microorganismos en comparación a esta aparente iluminación que vivimos, es que sentimos como la llama que llevamos dentro nuestro se transmuta en agua y como esa agua se nos hace cuarzo, de esta manera transitando aquellos senderos, nuestra alma, en cuestión de minutos que parecieran horas y días, logra un cambio de estado que seria imposible por leyes temporales y de todo tipo, ni siquiera Fulcanelli, (famoso y enigmático alquimista) en toda una vida dedicada a la alquimia podría haber imaginado al fuego convertido en agua y mas luego en cuarzo puro (a menos que su desaparición de la faz de la tierra haya tenido que ver con ello).

Lo terrible de esta transmutación del espíritu y este recorrido cósmico por jardines divinos es que todo se esfuma y vuelve a hacerse carne cuando abrimos los ojos, tocamos la tierra con nuestros pies desnudos y nos preparamos para trabajar, estudiar o simplemente existir, entonces nuestro cuarzo de color y pureza se transforma inmediatamente en una roca negra y empañada que alberga por dentro algunas visiones deformadas, borrosas del viaje solar que vivimos al núcleo de nuestra alma, llamémoslo el trozo de universo omnipotente que todos llevamos dentro. ¿Quien pudiera retener algo en la conciencia de todo eso? ¿Que otra cosa mas quisiéramos que ser elevados a nuestra máxima potencia? Para no sentir nunca mas que caminamos a ciegas por esta ciénaga que llamamos “vivir”, irónico pensar que estamos despiertos solo por abrir un par de ojos miedosos y prejuiciosos, cuando el ojo esencial que vive dentro nuestro y en todos lados esta cerrado y dormido o tristemente tuerto y muerto.

Fotografía: Kyle Thompson

 

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