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Violencia sistémica | Revista Colibri
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Violencia sistémica

Texto por Susana Dagraca

Fotografía por Paula Colavitto 

“A nuestros hijos, los ciudadanos más vulnerables de cualquier sociedad, les debemos una vida sin violencia ni temor. Para garantizarla hemos de ser incansables en nuestros esfuerzos por lograr la paz, la justicia y la prosperidad no solo para los países, sino también para las comunidades y los miembros de una misma familia. Debemos hacer frente a las raíces de la violencia. Solo entonces transformaremos el legado del siglo pasado de lastre oneroso en experiencia aleccionadora.” –Nelson Mandela.

Cada marco social e histórico determina e influye en las características concretas de los mode­los de subjetividad predominantes, en su modalidad de tramitar las exigencias pulsionales y en su manera particular de alojar el goce. Si nos trasladamos a la época de los romanos, nos encontramos con una sociedad que gozaba con espectáculos de sangre y muerte ofrecido en el Coliseo, donde los gladiadores, en condición de esclavos estaban obligados a enfrentarse en una lucha a muerte o eran descuartizados en la arena al ser ofrecidos a la ferocidad de los leones, en pos del prestigio de sus amos. Eso mismo para nuestra sociedad se convierte en un goce obsceno imposible de soportar. ¿Cómo pensara la violencia en el contexto social que nos toca vivir?; en principio podemos decir que es el efecto de la violencia sistémica.

La violencia sistémica es la violencia inherente al sistema, «son las consecuencias del funcionamiento homogéneo de los sistemas económicos, políticos, culturales» (Žižek, S.), en el mundo contemporáneo, es el efecto del discurso neoliberal, que a partir de la concepción política-económica de la globalización se convirtió en un discurso mesiánico que impuso la adoración del objeto de consumo. El gran logro de este capitalismo salvaje es haber advertido y captado, en su provecho, un elemento esencial de la constitución subjetiva: “EL DESEO”.

El deseo en la constitución psíquica, es un elemento estructural,que viene a denunciar que la satisfacción absoluta y total para el cachorro humano, está signada por la imposibilidad, esto le da su carácter radical: la insatisfacción. Esta característica del deseo, articulada a los ideales, es la que lanza al sujeto a la búsqueda de un objeto que está condenado a ser suplencia de otra cosa (señuelo, espejismo), que intenta restituir la verdadera causa del deseo, el cual consiste en el anhelo de conseguir aquello que por nuestra condición de estar atravesado por el lenguaje, es del orden de lo imposible. Dice Lacan: “El deseo es siempre deseo de otra cosa”. Podemos decir entonces que el deseo no se contenta nunca con el objeto que encuentra, su esencia está en la búsqueda en sí misma, convirtiéndose así en el motor de nuestra dinámica vital. El deseo es la zanahoria que se encuentra a la distancia justa, que permite al sujeto concretar diferentes metas: tener una carrera, formar una pareja, tener hijos, tener una casa, etc.,etc. Que cuando la alcanza, obtiene un grado de satisfacción, pero no total, deja un resto que garantiza que el sujeto siga deseando.

El triunfo del Neoliberalismo, es haber captado esta esencia subjetiva, y concretar en un objeto de consumo de carácter “universal” (de fabricación masiva), producto de la tecnología, cargado de valor libidinal, y programado para caducar en su materialidad física, convirtiendo a este objeto, en el señuelo ideal para ser ofrecido al deseo, ya que tiene una mezcla exacta de placer y decepción. Cada producto que sale al mercado se convierte automáticamente en un objeto caduco,lanzando así al sujeto a una búsqueda desenfrenada del último objeto ofrecido por el mercado, transformándose en esa búsqueda, él mismo en mercancía.

Esta promesa de satisfacción total e inmediata, ha modificado la estructura del tiempo, le quitó la dimensión de espera, para hacer primar el aquí y ahora, que lanza al sujeto, entrampado en este discurso, a la búsqueda de un goce ilimitado, alejado del lazo social.

Podemos analizar cómo este discurso se impone a través de los medios de comunicación masiva. Había una propaganda de una marca de cerveza, en la que se podían diferenciar dos escenas, la primera muestra a una mujer en una habitación sentada en un sillón; sobre una mesita hay una botonera que despierta su interés , comienza a oprimir los botones, al tocar uno de ellos, el sillón se cierra y la deja atrapada en su interior, la mujer queda desaparecida a la mirada del espectador, y sólo se escucha su voz, clamando por su amado:“¡querido¡”.

En la segunda escena ingresa en la habitación el amado, se encuentra con la habitación vacía, pero con un objeto que brilla “un vaso de cerveza” y una voz que clama “-¡querido!”-, el amado dirigiéndose a la cerveza, con un gesto que irradia satisfacción, le dice “mi amor”. Queda en evidencia que el mensaje de esa propaganda, propone que la satisfacción está en el objeto,prescindiendo de todo lazo social, al borrar de la escena a su pareja.

En el siglo pasado las publicidades de bebidas alcohólicas trasmitían un mensaje, se mostraba una familia unida, por ejemplo, celebrando la llegada de un hijo. Era un objeto de lazo social, de unidad familiar, agasajando un hecho de valor fundamental en la vida del hombre, el nacimiento de un hijo. Actualmente, el contexto en el que se ubica una bebida alcohólica, son escenas donde jóvenes, en estado de euforia,en actitudes desenfrenadas beben sin límite. Aquí el lugar que se le da al objeto es el de ser el garante de la diversión.

Si nos detenemos a analizar propagandas, programas para niños o adolescentes, o juegos para la Play, nos vamos a advertir que este es el discurso imperante, y que en muchos de ellos la temática es la destrucción del otro.

Como efecto del discurso capitalista salvaje, lo imaginario ganó un terreno abrumador sobre lo simbólico, la caída de la “imago paterna”, entendida como función de ordenar y formalizar las piezas sueltas de la máquina humana, hizo perder su eficacia simbólica.Y allí dónde lo imaginario impera desanudado de lo simbólico, la violencia irrumpe.

Cuando se presentó un proyecto de ley para prohibir la participación de jóvenes en publicidades de bebidas alcohólicas, las empresas se opusieron. Esto da cuenta que el neoliberalismo es una ideología que propone la retirada del Estado en su función social, y un dejar hacer al capitalismo financiero, esto afectó en forma drástica a nuestra sociedad, dejando a familias y comunidades excluidas de su contexto socio-económico habitual, que comenzó a vislumbrar un horizonte sin expectativas, modificándose para ellos el orden y los valores, pero atravesadas, al igual que el resto de la sociedad, por el discurso actual, cuyo imperativo es consumir, pero sin los medios económicos para poder hacerlo, y sin la red simbólica necesaria para quitarle consistencia.

   Cuando un niño abandona la escuela a edad temprana, el Estado, representado en sus instituciones, trasgrede la Ley y aloja al niño en la marginalidad, al no garantizar sus derechos fundamentales para su desarrollo psíquico e intelectual que le posibiliten una adecuada inserción social .

Cuando el Estado no protege a los niños de situaciones traumáticas, de maltrato, del abuso de drogas y alcohol , sabiendo que estas influencias pueden afectar en forma importante y negativa el funcionamiento del cerebro, como por ejemplo la capacidad de aprendizaje, está limitando las opciones y oportunidades del adolescente en su futuro.

La vulnerabilidad se produce en el terreno de los hechos, esto significa que aún cuando los derechos, la libertad y la igualdad de todos los individuos están reconocidos por el propio ordenamiento jurídico, en la realidad no están dadas, hay individuos y grupos que no cuentan con ese conjunto de garantías y libertades ofrecidas por el derecho.

El paradigma actual, de la diversión bajo la lógica capitalista,que ordena gozar sin renunciar a nada, bajo la forma del consumo sin diques, muchas veces conduce al sujeto a la muerte.

No importan los ideales, lo que importa son los productos que ofrece el mercado, que para obtenerlos no se requiere de la adquisición de un saber, solo de dinero para comprarlo.El acotamiento de lo simbólico,cuya función es la regulación del goce, produjo dispersión y ruptura de lazos, dejando a la pulsión de muerte desarticulada de su marco de contención, el extremo en muchos casos es la auto-destrucción o la violencia social.

Cuando un Estado no ofrece a sus ciudadanos las condiciones de igualdad de oportunidades, para desarrollar una vida digna, está ejerciendo violencia sistémica.

   Como sociedad tenemos la responsabilidad de dotar a nuestros jóvenes de las herramientas simbólicas que le permitan no quedar entrampados en el discurso neoliberal, cuyo imperativo es generar un sujeto de consumo.
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