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Crónica de mi primer Encuentro Pluridisidente | Revista Colibri
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Crónica de mi primer Encuentro Pluridisidente

Por Luz Rodríguez
Fotografía: Noelia Leiva y Alana Rodríguez

Viernes 11 de octubre en la Ciudad Autónoma, hay una humedad que agota y asfixia. Una mezcla de calor con nubes grises a lo lejos que deduce en confusión térmica.

En la fuente que sale en la Manzana de las Luces, a la salida de la terminal Bolívar de la línea E de subte, nos esperan tres de las chicas con más bolsos que personas. No pareciera que nos íbamos solo dos días, y eso (nos) generaba expectativas por el finde que se venía. Para cuando nos fuimos a Constitución, el tren Roca nos llegó  vacío y con una disposición de gente que nos ayudó a viajar cómodamente los 45 minutos que nos separaba de La Plata. En la llegada a la terminal, y durante todo el viaje, veíamos grupos aislados de chicas en la misma situación que nosotras; la manija funcionaba en automático. 

Para cuando nos bajamos en la estación de destino, nos asentamos en la casa que dos compañeras buscaron por cielo y tierra para que nuestra estadía fuera lo más cómoda posible. Consiguieron un lugar acogedor en City Bell, a unos 9 km de la ciudad que nos convocaba a este encuentro tan grande. La comida que nos había sobrado de una juntada, una semana antes, nos sirvió para tirar como picoteo sumándole un par de sanguchitos de milanesa y unos mates.

Nos bajamos entre todas toda una botella de vino y dijimos: «a dormir», al otro día teníamos que estar 7 am arriba para encarar la apertura en el Estadio Único.

El calendario marca el 12 de octubre, ya sábado.
El acto de bienvenida nos espera.

Llueve de forma muy irregular, aunque la humedad hace presencia. A partir del pronóstico meteorológico, varies compañeres no sabían qué llevarse y qué dejar afuera de la mochila. «Pero, ¿va a hacer frío?», «Tendré que llevarme piloto», «¿Dónde dejé el pañuelo?», «Ya fue, en vez de bolsa de dormir, llevo sábanas». Fueron varios conflictos internos de este estilo los que me rodearon mientras trataba de hacer la mochila el día anterior.
A la mañana estaba prevista la apertura oficial pero se oyó que se suspendió; el clima, de todos modos, no ayudaba mucho por lo que era de esperarse que algo malo podía pasar. Nos enteramos en medio del desayuno, con la lectura de un documento mediante un vivo en redes sociales. Una vez más pensé «si Dios existe, es machirulo».

Aún así, nos dispusimos recorrer un poco el centro y pasar por el Estadio Único: entre las primeras calles y avenidas de camino al campo, pudimos ver que las catedrales -junto a algunos edificios más protagonistas en el centro de La Plata- estaban valladas. En ellas, al igual que en  muchas otras esquinas de la ciudad, había policías mujeres. Bastante es lo que se especula sobre por qué  una institución mayormente (re)conocida por fuerza masculinas estaba, en esta ocasión, representada por su cara menos visibilizada: la femenina.

Cuando llegamos al Estadio Único, vimos focos muy dispersos de compañeras y grupos autogestionados que marchaban o se asentaban a contemplar los alrededores del estadio. Parecía que no nos detenía ni el clima, y así era. Algunas compas improvisaron cánticos con bombos y sikus. Huarmicita, flor de ovarios, resistiendo contra la opresión. Siempre puede ser lo que quieras ser. Ama y lucha con placer.

De vuelta en el auto, un leve sol asomó y dijimos: “bueno, a confiar”. Para qué…a los 20 minutos ya estaba diluviando con una fuerza que daba la idea de que las casas, en medio de las calles de tierra, eran pequeñas islas. El auto se había convertido en lancha, bromeábamos. Lo único que nos nacía en ese momento era gritarle al cielo: “¡¡¡No se inunda máaaaaaaaasss!!!”. De alguna forma, sentimos que tirar esa consigna al cielo fue de gran ayuda para el día después, domingo. Estábamos expectantes con la marcha y todo tenía que salir climáticamente bien.

Para la tarde, nos pusimos como punto de encuentro la Plaza San Martin, sobre la Avenida 7. Nos reunimos en la estatua de una especie de Cupido como referencia. Acordamos, desde allí, dirigirnos cada una a los talleres que habíamos elegido y volvernos a encontrar en el mismo punto a las 18.30. Una vez dicho esto, caminé 8 cuadras directas sobre la 7. Toda esa caminata era solo de paz y de seguridad; estaba expectante en todo momento por el evento que me trajo hasta acá.

La marica que sostiene el fuego de la sororidad. PH: Noelia Leiva

Durante todo ese fin de semana recuerdo estar expectante acerca de si me encontraba a alguien conocide o no. Buscaba caras cada vez que estaba en la calle, a la vez que caminaba -de a ratos sola- sin sentir miedo o esa especie de ansiedad negativa que te hace perseguir.

Para mi primer charla, había ido la Facultad de Comunicación Social y Periodismo, donde se dictó un taller sobre mujeres afroargentinas. El maps me indicaba la calle 8 y Av 44, por lo que caminé desde la San Martín hasta destino. Llegue, estaba oscuro y cerrado, noté que el maps me había tirado cualquier cosa. Fue decepcionante. Por la lluvia, se habían inundado un par de edificios sede de talleres y fue lo que le pasó a este, supuse.

A la vuelta busqué alguna facultad a la redonda que estuviera apta para dictar talleres y me encontré con la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, en Av 7 y 48. Me mandé al piso que dictaba Estrategias para el acceso al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Todas las aulas, explotadas. Eramos como 20 las que nos habíamos quedado afuera del taller, al que habíamos caído una hora más tarde de su comienzo. Ahí, pactamos autogestionar entre todes el taller, nombrando una moderadora que iba anotando nuestros nombres para dar permiso de exponer sin pisarnos. Apareció, a los 40 minutos de arrancar, una de mis gruperas con la que compartimos sólo un muy limitado rato hasta que decidimos irnos para encontrarnos con las chicas en un punto a 6 cuadras. Una vez allá, frente a la Facultad de Odontología, éramos seis las reencontradas. Faltaba media hora para volver al Cupido, así que una vez todos los patitos juntos, nos fuimos caminando para allá.

Para la noche, habiendo viajado en tren al ritmo de cánticos y con complicidades de desconocides, no quedó otra que empezar a innovar de forma lúdica.

PH: Noelia Leiva

En pequeños papelitos con nombres de personajes -de ficción como también de la realidad- nos pusimos a adivinar quién era quién. Vino de por medio, intercambiamos risas y preguntas que trataban de acertar identidades inimaginables. Para las 23.30 dos de las chicas se pusieron a acondicionar el patio para un ritual místico que habían organizado específicamente para la ocasión. Me encontré entre el cansancio de haber dormido poco, pero atravesada por la expectativa de presenciar una de las mareas verdes más masivas de nuestro país. Las chicas habían prendido velas y dispuesto 16 sillas en forma redonda, tras prender el fuego de una de las parrillas que había en la casa.

Una vez listo, nos pidieron que fuéramos juntando un papel y una lapicera: había que escribir qué cosa queríamos quemar o dejar ir, y qué queríamos que se prendiera tras arrojar ambos papeles al fuego vivo. Con los ojos cerrados, tras petición de las organizadoras de la mística, y oyendo la descripción de esta tarea, mis lagrimales se encendieron. Hasta el momento no sé darle una explicación a esto. Las palabras que nos llegaban de nuestras íntimas organizadoras, creo yo, me atravesaron en un momento propio muy blando. O simplemente, me llegó hasta lo más crudo y lo tomé como una tarea a cumplir desde mi condición personal.

Sólo me restó escribir lo que quería que desapareciera y lo que deseaba potenciar en mí, y así fue tras ese acto simbólico de arrojar el papel. No podía creer que había temido venir acá. Una vez allá solo me dediqué a repetirme: «¿Cómo no vine antes?»

Leé nuestra nota sobre el Encuentro Plurinacional y Disidente

Domingo, 13 de octubre. Mi último día

Habíamos pactado estar a las 7 am todas arriba. Recuerdo haber puesto mi alarma a las 7.18, aunque con las alarmas ajenas mi sueño se interrumpió de todas formas. Esta vez, los talleres arrancaban en doble jornada: a las 9 am empezaba la primera tanda. Me dispuse asistir con otra integrante de mi grupa, Ivi, al taller de mujeres y disidencias en relaciones afectivas.

La Facultad de Humanidades nos recibió rodeada de gacebos, colores, puestos con comida, ropa y libros. Una escena que te hace ver colores por todas partes. Las aulas en las que funcionaría el taller quedaban en el segundo piso. Llegamos con Ivi y fuimos corriendo con la esperanza de encontrar lugar en alguna de las 10 aulas que estaban reservadas para tal fin. “Completa”, “Llena” y demás sinónimos nos indicaba que llegar una hora tarde traía consecuencias, no podía creer cuanta masividad conllevaba participar de todo esto.

La 218 fue un caso excepcional en el que menos de 40 asistentes nos esperaban, en pleno arranque de la charla. Realmente el alivio que sentí cuando pudimos acomodarnos sin problemas, fue enorme. Nos sentamos, Ivi en un banco y yo en el piso. Tuvimos la suerte de que una compa nos recibiera con un mate a cada una, cosa que nos ayudó a combatir el frío que esa mañana -aunque leve- nos rodeaba. La monogamia del amor romántico y la responsabilidad afectiva en la relaciones poliamorosas fueron los dos tópicos que me llevé de esa experiencia. ¿Por qué pensamos que si le otre quiere abrir la relación, somos poca cosa para esa persona? ¿A qué viene sentirse insuficiente? ¿Por qué se estableció que celar es amor? Eran muchas preguntas que me venía haciendo de forma individual, y verlas plasmadas en realidades tan distintas pero similares a la vez a la mía me removió internamente más de lo que creí. La sensación de hablar sin miedo y sintiéndome como un pez en el agua no me la saca nadie.

Nunca sentí tanta potencia junta, aunque reconozco que todo lo que está pasando con el -nuestro- movimiento de mujeres y disidencias es algo en lo que aún no caigo. Y así transité mi primer encuentro: flotando, esperando, llorando de la emoción, abrazando, durmiendo al sol por una hora mientras me rodeaban carpas y grupos de diversas amistades. No había llegado a mi casa cuando ya estaba pensando en dónde se haría el próximo.
San Luis 2020, sabé, ya te estoy esperando.

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