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Cuestionar la monogamia, un asunto feminista | Revista Colibri
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Cuestionar la monogamia, un asunto feminista

Por Mariana Fernández Camacho

“El amor no se gasta por amar…” canta Javiera Luna Fantín en el tema “Con tu amigo”. Y aunque la idea suena obvia, el esfuerzo por encontrar “EL” amor es testarudo. Un único y exclusivo amor que debería acompañarnos en todas las vidas de una vida. 

¿Por qué se aprende a amar así: de a uno/una/une y ─mejor aún si es─ para siempre? ¿Por qué no se valoran otras maneras de construir vínculos personales sexo-afectivos? ¿Cuál es el alcance de los contratos monógamos: atañen a la sexualidad, a los afectos, a la amistad, a todo parentesco?

El libro “La monogamia al desnudo. Notas para una crítica feminista” fomenta preguntas para hacer visible la trama de una norma social que se presenta como natural; de un dispositivo que establece un ordenamiento sexo-afectivo que jerarquiza, que excluye y que instituye sentido a través de prácticas que se reproducen en loop

“A lo largo de su historia, el feminismo fue cuestionando la idea de monogamia. Pero nos parece útil y necesaria una discusión feminista sobre cómo la estamos entendiendo hoy, luego de tantos años de luchas y objetivos alcanzados en materia de diversidad y disidencias sexuales”, introduce a Revista Colibrí María Marta Herrera, una de las autoras e integrante de la grupa de estudios que desde fines de la década del 90 viene cruzando filosofía y feminismo. Mabel Alicia Campagnoli, Silvana Darré Otero, Mónica D`Uva, María Giannoni, Mayra Leciñana Blanchard y Laura Morroni completan el equipo. 

Todas reconocen consideraciones de la monogamia en el historial feminista. No obstante, parece ser un elemento del mundo afectivo y vincular más resistente a la crítica que otros.

Así lo explica Campagnoli: “Vero Azpiroz Cleñan es una politóloga mapuche que visibiliza que en las comunidades originarias las mujeres tienen derechos colectivos específicos, en especial respecto de elegir la forma de casamiento según sus tradiciones: poligamia femenina o masculina o monogamia heterosexual, bisexual. En este sentido, señala algo invisibilizado por el Estado Nación pero también por los feminismos”.

Y continúa: “Tener a la vista estos antecedentes contribuye a desnaturalizar el carácter ahistórico con el que suele presentarse la monogamia. Por lo tanto, no fue una batalla olvidada pero las cuestiones feministas que se han masificado no la ponen en juego”. 

Si me cela, me ama…

Una de las apuestas del libro es afirmar que sin celos no habría monogamia. Los celos suelen ser el reaseguro de un sentimiento verdadero, y esta ecuación se refuerza en el imaginario social a través de canciones, melodramas y relatos varios de la cultura popular.

Érica tiene 30 años y desde hace seis que está en pareja con su “compa”. A los tres años de estar juntos empezaron a habilitar ciertas aperturas: “Nos sinceramos porque había personas que nos interesaban y con las que queríamos estar y nos resultaba una paja dejar de vivir experiencias en pos de una exclusividad sexual”. 

¿Qué acuerdos personalísimos pactamos en un vínculo amoroso? ¿Ese consenso es inamovible hasta que la muerte nos separe? ¿Qué prácticas son tácitas y adecuadas per se? ¿Existen prácticas per se? ¿Según quién/quiénes, por qué, de dónde vienen? La historia de Érica nos invita a pensar en los límites de la exclusividad que necesitamos, que exigimos y aceptamos.

“Lo sexual no es que no me afecta pero me genera otra cosa que los gestos de amor, tiernos. No tengo drama de que mi compa vaya a una fiesta y pase algo con alguien pero no estoy preparada para que invite a otra persona a comer a su casa por ejemplo, o que le cebe un mate. Son cuestiones que todavía no puedo. Lo tomo como un proceso”, dice Érica. 

En la misma línea reflexiona Cecilia, separada de su marido y padre de sus hijes: “Tuve tres parejas muy duraderas con hombres y nunca sentí celos o la necesidad de poseer al otro. No me quita el sueño la exclusividad sexual porque siempre tuvo más peso lo que pasaba en la intimidad del cotidiano: sentirme querida, cuidada, más que pensar en si mis parejas pasaban una noche con otras minas. Por mi parte, nunca fui infiel y cuando tuve ganas de garcharme a otros directamente me separé”.

Según Leciñana Blanchard, la monogamia corre para todos y todas en los dichos pero en los hechos es más laxa con los varones. Y se pregunta: ¿por qué subsiste la monogamia como mandato ostensible aunque su transgresión sea permanente? ¿Por qué monogamia y no, tal vez, nada?

Analizando el sistema monógamo y al poliamor como alternativa, la escritora y activista española Brigitte Vasallo introduce un nuevo factor: lo que define la monogamia ─sostiene─ no es la exclusividad sino la jerarquía de unos afectos sobre otros. Es decir, en tanto sistema, la monogamia implica la tendencia a clasificar vínculos. Y entonces quizás no importa tanto el sexo con otres mientras solo conmigo se compartan la diaria y los mates.

Para Campagnoli la iluminación de Vasallo va más allá de las relaciones de pareja: “Una marca fuerte es el sentido de decidir quién es ˋla mejor amiga´, que tendría una superioridad afectiva respecto de las demás amigas. Aunque no solemos asociar la amistad a la exclusividad, el peso monogámico surge en estas distinciones que buscan jerarquizar los vínculos. Los celos, por lo tanto, son una afectividad ineludiblemente ligada a producir vínculos monógamos, en el doble sentido de exclusividad y jerarquización”. 

Yo con vos, yo con todos

“La monogamia es un concepto internalizado, muy poco mirado de frente y juzgado. Quiero pensar que se puede desasnar esa construcción social y entender que el corazón cuanto más amor da, más grande se hace. Pero hay una diferencia sustancial entre decirlo y ponerle el cuerpo a esa idea. Me encantaría poder hacerlo, pero no sé si estoy a la altura”. Con 40 años y atravesado el duelo marital, Cecilia permite hacerse preguntas. “A nivel sexual me parece más sencillo. El tema es cuando en la cama no tenés solo un nombre y apellido sino a alguien que te importa. ¿Cómo combinarlo con el resto de los vínculos sexo-afectivos que se puedan dar? Es un quilombo, lo veo re difícil”. 

Después de 13 años de matrimonio monógamo, Natalia también volvió al ruedo del cortejo y afloraron algunos interrogantes: “Me pasa de conocer personas que dicen que les gusto pero que están con otra gente a la vez. Y lo que me surge pensar es: si trabajás y haces actividades y hay más personas ¿cuál es el tiempo que vamos a compartir? Me hace ruido porque me gusta compartir todo con alguien: sexo, charlas, mates… Si no hay tiempo, ¿cómo te conozco?”.

En una de sus notas de “La monogamia al desnudo”, María Marta Herrera recuerda que para Engels la monogamia se puede explicar por la reproducción del capital y de la propiedad privada, separado del sentimiento amoroso. Engels lo entiende como un dispositivo que recrea el capitalismo. 

En ese mismo capítulo, además, Herrera comparte definiciones y plantea que las relaciones poliamorosas pueden desarrollarse de distintas formas. Están quienes tienen una pareja primaria mientras participan de otras relaciones (sexuales, románticas o de cualquier tipo). Están quienes pueden participar de múltiples relaciones conservando equidad entre ellas. Las maneras de relacionarse son infinitas porque el punto es cuestionar la monogamia como norma universal. 

“No todos/as/es están hechos/as/es para ella, así como tampoco todos/as/es están hechos/as/es para el poliamor ─remata Herrera─. La idea que vertebra el poliamor es pensar por qué todas las necesidades afectivas/amorosas tienen que ser satisfechas en una única relación dual, monógama”

El poliamor, entonces, podría alivianar las expectativas de encontrar todo en una persona y la presión de tener que ser todo lo que la pareja necesita. 

¿Y los celos?

Según Herrera, los celos parecieran ser un límite constitutivo de lo humano, muy difícil de superar: “Pero el poliamor, en sus múltiples formas, defiende la idea de que las personas con las que nos relacionamos amorosamente no son competidoras ni es necesaria la exclusividad”. 

Conocer a la media naranja, al príncipe azul, que bajen la Luna bajo la flecha de Cupido, amarse todos los días hasta que la muerte los separe, ser sola/o/e si no hay pareja porque all you need is love… El amor es un asunto político pero las pelis de Disney lo estropearon. Aún hay tiempo. Bienvenides al tren. 

***

Mini BIO de la autora: Licenciada en Ciencias de la Comunicación de la UBA y egresada del Programa de Actualización en Comunicación, Géneros y Sexualidades; de la misma Facultad de Sociales. Integra la Red de Periodistas por una Comunicación no sexista (Red PAR).

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