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Día Internacional del trabajo doméstico: eso que llaman amor es trabajo no pago | Revista Colibri
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Día Internacional del trabajo doméstico: eso que llaman amor es trabajo no pago

Por Malena Montes

Las tareas del hogar y de cuidado recaen sobre las mujeres en un 76% de los casos, según la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo del INDEC del 2013. Las mismas se mantienen invisibilizadas para la sociedad ya que, al no ser remuneradas, no son concebidas como un trabajo, sino como un destino cultural para ellas.

Las consecuencias de sostener una socialización que divide sexualmente las tareas que deben ser remuneradas de las que no, producen fenómenos como la feminización de la pobreza (según datos de Naciones Unidas, el 60% de las personas que pasan hambre en el mundo de forma crónica son mujeres y niñas); brecha salarial (las mujeres ganan, en promedio, un 29% menos que sus pares varones, determina el informe de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género) y poca o nula participación de la mujer en espacios de toma de decisiones (según el ranking de la revista Fortune, en el 2019, las ejecutivas dirigen tan sólo 14 de las 500 compañías más grandes del mundo).

A raíz de la coyuntura actual de confinamiento, a todas estas tareas se le suman aquellas destinadas a mantener al virus fuera del hogar, lo cual genera hasta triples jornadas laborales. Según una encuesta de Grow – Género y Trabajo, realizada en abril de este año, las mujeres dedican dos horas más que los varones al cuidado de les hijes y duermen una hora menos. Los varones, por su parte, duermen una hora más por día y tienen una hora más de ocio y entretenimiento que ellas. El dato es similar al de la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo del INDEC del 2013.

Para visibilizar lo que sucede “puertas adentro” es necesario generar políticas públicas y educativas que rompan la complicidad cultural machista, que pone a ellas a cargo del cuidado y, a ellos, como “acompañantes”.

Al respecto, Revista Colibrí entrevistó a Candelaria Botto, economista feminista y coordinadora de la organización Economía Feminista. Además, dialogó con el colectivo Privilegiados, un proyecto de varones que busca “reflexionar sobre los comportamientos patriarcales y machistas que todos los varones tenemos”.

Porqué es importante visibilizar el Día Internacional del Trabajo Doméstico

Para Candelaria Botto, “es importante visibilizar un universo que normalmente queda encerrado en los hogares, un universo que no tiene remuneración ni, en muchos casos, reconocimiento social, en el sentido de que se sigue escuchando frases como ‘no trabaja, es ama de casa’”. Sin embargo, se esperanza con la actualización de la Encuesta del Uso del Tiempo que el Indec anunció hace menos de un mes y que permitirá, entre otras cosas, identificar las brechas de género en el trabajo no remunerado y las actividades de cuidado, además del tiempo dedicado a ellos, lo que influye en la autonomía de la mujer.

Mientras las cifras estatales se hacen esperar, una herramienta de la que disponemos en la actualidad para desarmar estereotipos de género y socializar las tareas es la implementación efectiva de la Ley de Educación Sexual Integral que, aunque fue sancionada en el 2006, es la eterna asignatura en “cuarentena”, ya que no se dicta en la mayoría de los espacios curriculares educativos del país.


Trabajo no remunerado: una inequidad que empieza en el Estado

Según un informe de la Dirección de Estadísticas de la Ciudad, el trabajo de cuidados y de gestión del hogar representó en el 2018 el 13.4% del PBI porteño. Además, si todas las mujeres radicadas en las grandes ciudades de Argentina que realizan tareas de cuidado recibiesen la remuneración estipulada para esta categoría por la Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares (CNTCP), según el tiempo total que le dedican a esta actividad, el valor monetario sería de más de 4 billones de pesos al año.

Asimismo, la desigualdad también forma parte de nuestra legislación: según la Ley de Contrato de Trabajo, la licencia por maternidad es de 90 días y la de paternidad, solo de 2. Es decir, desde la Ley misma se plantea que la madre es la “encargada principal” de cuidar, mientras el padre ocupará el rol de “acompañante”.

“Hay que empezar a pensar el cuidado como un derecho, en el sentido de que todas las personas necesitamos cuidados tanto en la etapa inicial como en la final de la vida, así como también cuando estamos enfermos o para las personas con discapacidad. El rol del Estado debe ser garantizar ese cuidado y socializar esas tareas”, afirma Botto.

Las masculinidades y el trabajo doméstico: “¿Te ayudo?”

Según la encuesta mencionada de Grow Género y Trabajo, los varones con niños a cargo dedicaban a estas tareas 3 horas de su tiempo previo a la pandemia, cifra que aumentó —según ellos mismos— a 6 desde la implementación de la cuarentena. Sin embargo, no se condice con el tiempo que las mujeres dedican (10 horas) y esa diferencia los varones la usan para dormir más, trabajar más o para el ocio.

“¿Te ayudo?” suele ser la frase utilizada por ellos. Un concepto que los aleja de la responsabilidad compartida, y los acerca, una vez más, a un simple acompañamiento. Al respecto, el colectivo Privilegiados opina que “los varones creemos que siempre que nos involucramos con estas tareas estamos ayudando, haciendo un plus, dando algo de más, que en el fondo… no nos corresponde hacer, pero somos copados y lo hacemos. Por eso pedimos medallas, aplausos (‘para el asador que se digna a cocinar al menos los domingos al mediodía’)… o por lo menos un ‘GRACIAS’”.

Y se preguntan: “¿Y qué pasa si no nos agradecen?”. “Basándonos en respuestas que llegaron a nuestro perfil, vemos que muchos varones se ofenden y se enojan si no se destaca lo que consideran una gran ayuda”, en relación a su cuenta de Instagram, donde se viralizan sus videos de “repensar la masculinidad”.

“Si pensas que estamos siendo sesgados, podés preguntarle a alguna mujer de tu entorno si siente que la división de tareas son justas, equitativas, o si todo recae sobre ella y cómo la hace sentir esto. Es posible que te sorprendas con la respuesta; y lo que creías que no era violencia desde la otra perspectiva se vea muy diferente”, reflexionan desde el colectivo.

Por último, concluyen “no hay que ‘ayudar’ a las mujeres en las tareas del hogar, ya que nos corresponden igual que a ellas. Es momento de transformar nuestras actitudes y pensar la casa como un espacio de coparticipación, y a quienes viven en ella como un equipo que divide democráticamente las tareas para tener una convivencia lo más armoniosa que se pueda. No es ‘ayuda’ lo que debemos dar, sino nuestros ‘privilegios’”.

El espacio privado y el uso del tiempo libre, dos terrenos por conquistar

A nivel histórico, todo lo que respecta a la feminidad fue considerado del espacio “íntimo” y, por tanto, se entiende como algo “privado” las cosas que les sucedan. Dentro del hogar, se afianza esa devaluación social. Para la antropóloga Rita Segato, “resolver el problema de la desigualdad de género no es sólo y simplemente resolver el problema de los hombres y mujeres, sino desmontar dos estructuras: 1. La asimetría binaria entre los temas de interés general —lo netamente político— y aquéllos de interés particular —su resto, su margen, lo no plenamente político—, y 2. El mandato de masculinidad que sustenta esta asimetría”.

Asimismo, el uso del tiempo libre también es una categoría que condiciona la vida de las mujeres por ascender profesionalmente o acceder a trabajos mejor remunerados. La historiadora Gerda Lerner reconoce que uno de los dos hitos de la historia que hicieron que los hombres tengan control de la propiedad privada fue el reparto desigual del tiempo libre: “Los hombres se benefician más que las mujeres por el simple hecho de que las actividades ‘femeninas’ de preparar la comida y cuidar de los niños nunca se detiene”, mientras, en cambio, para los hombres, el trabajo formal tenía un límite de horario. “Así es que, posiblemente, los hombres podían emplear este nuevo tiempo de ocio para desarrollar oficios nuevos, iniciar rituales que le dieran un mayor poder de influencia y administrar los excedentes”.

Queda nada más para la imaginación pensar qué sucedería si todos los temas que rodean a las identidades feminizadas fuesen tan importantes como los masculinos. Aunque, pensándolo bien, para imaginarse hay que tener tiempo; y, el tiempo, es, todavía hoy, un derecho de género.

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