“Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de solo estar contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal. ¡Despertemos! ¡Despertemos Humanidad! Ya no hay tiempo”, Berta Cáceres al recibir el Premio Ambiental Goldman, once meses antes de ser asesinada por sicarios del poder político y económico en Honduras.
Por Bruno Colavitto
Foto de portada: Pedro Funes
Un 22 de abril de 1970, en Estados Unidos se congregaban por primera vez millones de personas celebrando el primer «Día de la Tierra», en rechazo a las políticas de consumo masivo, la contaminación del aire y la destrucción del medio ambiente. A partir de ese momento, año tras años se fueron multiplicando las manifestaciones y con el tiempo esta efemérides se volvió mundial.
Este año, se cumplen 50 años de ese primer Día de la Tierra, actualmente bautizado como Día de la Madre Tierra por la ONU a pedido de Bolivia en 2009. Este año, mientras a lo largo y ancho del planeta la crisis socioeconómica del coronavirus nos obliga a repensar muchos de nuestros hábitos, tienen aún más sentido las exigencias a gobiernos y empresas para preservar nuestro único medio de vida, nuestro planeta.
Reducir el uso de combustibles fósiles, evitar el avance de la frontera agrícola por sobre bosques y selvas, el acceso y el cuidado del agua potable son reclamos claves que giran en torno a esta fecha. Plantearnos una nueva relación con la naturaleza no es solo un ideal sino una necesidad de primer orden y el capitalismo, por más que se disfrace de verde, no es una opción real.
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