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El machismo hiere más que las espadas | Revista Colibri
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El machismo hiere más que las espadas

Por Nahuel Pablo Manzano y Paula Colavitto

A una semana del final de la exitosa serie Game of Thrones seguimos quemándonos la cabeza pensando en las decisiones tomadas por los directores, D.B. Weiss y David Benioff, acerca de como a los fans nos estafaron con el final de la serie.

Más allá de los sinsentidos y las ridículas elipsis temporales, vamos a centrarnos en el giro machista de la última temporada. Si bien G.O.T nunca se caracterizó por ser una serie estrictamente feminista, podíamos distinguir algunos sesgos, como a muchas de sus protagonistas mujeres siendo lideresas, con fuertes personalidades y empoderadas. «El miedo hiere más que las espadas», escuchamos repetir innumerables veces a nuestra heroína favorita Arya Stark, quien es la única con un arco argumental que no fue tirado a la basura y convertido en una princesa de Disney, quien fiel a su personalidad e ideales rechaza ser Lady, esposa Gendry Baratheon y al terminar la guerra se va en busca de nuevas aventuras. Pero, lamentablemente no fue el caso del resto de nuestras fuertes mujeres de G.O.T….

Brienne de Tarth: de guerrera a llorona


Comenzamos con Brienne de Tarth, o mejor dicho Sir Briene de Tarth, una luchadora indiscutible, de personalidad fuerte y sensible, la cual habíamos visto vencer al mismísimo Sandor, «el perro», Clegane en combate cuerpa a cuerpo. Pero en la última temporada, no satisfechos con burlarse de su virginidad, la vemos despojada de su armadura, llorando como amante abandonada, a un Jaime Lannister egoísta y traidor, quién luego de tener sexo con ella, huye en medio de la noche a los brazos de otra mujer. ¡A este muchacho le vendría muy bien una charla sobre responsabilidad afectiva!

Sansa Stark: lo que no nos mata…


En un diálogo en el que desborda naturalización de la violencia, Sansa Stark atribuye su fuerza y astucia, aprehendida en estas últimas temporadas, a su terrible historia de violencia patriarcal. «Solías no poder mirarme a la cara», le dice El Perro, a lo que ella responde «he visto cosas muchas peores desde entonces, sin Meñique, ni Ramsay ni los demás, habría sido una little bird toda mi vida». Sin ser suficiente haber sido el juguete desechable de Joffrey y la moneda de cambio de Petyr Baelish, tuvimos que ver como Ramsay la violaba (lo cual no sucede en la novela de George RR Martin), convirtiendo el abuso sexual en un acto de entretenimiento masivo y forma de fortalecimiento de la mujer.  Claro que, de todas maneras, no podemos dejar de aplaudir que, al menos una de ellas, quede como Reina, en este caso, Reina del Norte.

Daenerys Targaryen: madre de garrones.

Para cerrar, nos es inevitable no protestar por el trágico destino elegido por los directores para la lideresa más importante de toda la saga. Daenerys Targaryen: «Madre de garrones».
Capítulos atrás, tuvieron que apresurar la trama y preparar el terreno para que Dany enloquezca y se vuelva la Mad Queen que temíamos que pudiera ser, pero erróneamente comenzaron este proceso haciéndola enloquecer de amor: la vemos llenarse ira al darse cuenta que Jon Snow, su sobrino, no quiere besarla, la vemos arrodillada suplicándole que no la traicione contando la verdad acerca de su linaje (el cual finalmente terminó siendo irrelevante), la vemos perdiendo su racionalidad e ideales por un sentimentalismo romántico históricamente atribuido a las mujeres.

Cabe destacar también que los encargados de «contener su locura» fueron todos hombres: un Jorah Mormont perdidamente enamorado de ella, paternalista y pedófilo que la cuida desde que es una niña; un Tyrion sensato que parece ser el único capaz de centrarla en su desatino pero que de todas maneras, a pesar de ser su amigo esta enamorado de ella y un Varys que a la primera de cambio que ve que hay un hombre capaz de tomar el trono, no duda en cambiarse de bando.

No obstante al derroche de romanticismo y machismo en toda esta progresión, los directores hacen que la gota rebalse el vaso con una de las escenas más polémicas del último capítulo «the Iron throne»: el trágico final, el amor que mata (¿acaso todavía no superamos a Shakespeare?). Una historia que a su vez, lamentablemente, aún no hemos podido extirpar de nuestra sociedad, los ya escuchados «me obligó a hacerlo», «no me dejó alternativa». La peor muerte de la serie en manos nada más y nada menos que de su supuesto amor, quien mientras la besa y le rinde pleitesía, le clava un puñal en el abdomen. ¡Y claro que podrían haber elegido a otro personaje para que la mate! ¿Era necesario que sea justo él y  hacernos empatizar con su elección y  avalar esta muerte?
Ya hemos jurado nunca más aceptar muertes en nombre del amor. La cultura que consumimos también es un reflejo de nuestra sociedad. No existe arco argumental, ficcional o real, que nos convenza de que era lo que había que hacer.


Como broche de oro, luego de 10 años de tanta puja entre mujeres poderosas (Cersei, Daenarys y Sansa) el rey, por supuesto, termina siendo un varón.

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