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El odio que das: juicio al gatillo fácil | Revista Colibri
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El odio que das: juicio al gatillo fácil

Por Pablo Hernán Velazquez

La doctrina Bullrich hace escuela. Disparar primero y preguntar después, perseguir por las calles a pibes y pibas como si de una película de acción se tratara, sembrar el terror al punto de obligar a escapar a alguien por miedo a que le pidan una coima, negar en televisión los hechos de gatillo fácil y disfrazarlos como “operaciones”, modo en el que la ministra Bullrich se refirió a la desaparición y asesinato de Luciano Arruga.

El mensaje de violencia que se baja desde el Estado tiene un lugar central en las empresas de noticias. En las redes sociales –donde el mensaje de violencia no tiene ningún filtro-, lamentablemente, se constituye un discurso que es aceptado por una notoria porción de la sociedad, sedienta de mano dura y defensora acérrima de la propiedad privada.

A poco de conocerse los detalles de la Masacre de San Miguel de Monte, en el cual el accionar salvaje de la Policía Bonaerense le costó la vida a tres menores de edad y un joven, un jurado compuesto por 12 ciudadanas y ciudadanos declaró culpable de “homicidio culposo” al policía José Ernesto Pérez Buscarolo, luego de una deliberación que se prolongó hasta entrada la noche del 27 de mayo. Buscarolo, como describimos hace unas semanas en Colibrí Revista, persiguió a los tiros durante veinte cuadras a Iago Avalos y su amigo, luego de que ellos hurtaran las tazas del auto del subcomisario.

A pesar de que durante el proceso se puso en evidencia el accionar criminal de Buscarolo, aquella fatídica tarde de mayo de 2017, el asesino logró convencer al jurado popular de que “no tuvo intención de matar”, a pesar de haber abusado de su rol de servidor público para recuperar dos míseras tazas. Durante las cuatro audiencias desfilaron testigos, familiares, policías y peritos de los cuales recogimos testimonio para tratar de resolver un interrogante sumamente complejo de responder: a pesar de las pruebas, ¿el jurado fue engañado o votó convencido?

¿Quién era Iago?

El jueves 23 se desarrolló la segunda jornada del juicio y en ella comenzaron las declaraciones testimoniales de testigos de las partes y peritos. Los momentos más emocionantes y desgarradores de esta jornada llegaron después, con las declaraciones de la hermana y de la mama de Iago.

Imagen de Laura Dalto

No pude hacer nada, no pude hacer nada, Iago se murió”, fue el mensaje que recibió Irina, según describió en su declaración. En ese momento había tomado conocimiento de que a su hermano le había ocurrido algo, se dirigió a la comisaria, pero allí “no nos dieron información”. Ante la falta, decidió junto con su hermana, buscarlo donde creían que podía estar. Pero cuando llegaron al lugar del crimen, “ya se lo habían llevado”.

Solo sabía que lo había matado un subcomisario, y que le había sacado dos tazas, las cuales ya tenía de regreso Buscarolo, porque los chicos le habían pedido disculpas y se las habían devuelto”, añadió sobre lo acontecido desde ese día nefasto.

Al recordar a Iago, Irina comentó algunos de los rasgos de su forma de ser, tal como en la conversación que semanas atrás Colibrí Revista mantuvo con ella: su pasión por la mecánica, por romper y desarmar cosas para volverlas a armar.

Un pibe querido en el barrio, que prefería quedarse en la casa aprendiendo a reparar autos con su papa y sus hermanos que ir a jugar”, resaltó al borde de la emoción, y mencionó también que “no hay negocio en el barrio que no tenga el cartel de él pidiendo justicia, hubo mucha gente que se acercó y colaboró con la lucha”.

Las sentidas palabras de su alocución se conjugan con las lágrimas y la tristeza de no tener más a su hermano por el abuso de un asesino que gozó de demasiados privilegios. Mientras tanto, Irina reclamó “hace dos años mi vida se pausó para pedir Justicia por mi hermano”.

Silvia, la mama de Iago, tenía una cuenta pendiente. Sentía una incontenible necesidad de hablar de su hijo. Comentó al jurado que esa luctuosa jornada se levantó para despertar a Iago, pero como llovía lo dejó dormir. Y si bien ese y todos los días de lluvia solía no ir al colegio, ese mismo año, se iba a recibir: “Fuimos al egreso de sus compañeros de la escuela, y fue muy difícil no verlo junto a ellos” describió su madre, quien pudo ver por última vez a su hijo luego de las 10 de la mañana “cuando fui al almacén a comprar un yogurt”.

Su llanto transcurrió durante toda su exposición, comentó que padece de una severa depresión que le cuesta mucho superar, pero aseguró que debe salir por el resto de sus hijes. Fue entonces cuando su abogado interrumpió para explicar que Silvia tenía la necesidad de hablar por su hijo, con lo cual finalizó su testimonio.

Luego tuvo su turno Alfredo Emanuel, amigo de Iago. No dudó en remarcar que “era un pibe trabajador, excelente persona, predispuesto y siempre presente cuando lo necesitabas”. De su familia dijo que “son gente de trabajo”.

Los “amigos” de Buscarolo

Imagen de Laura Dalto

El gendarme Pablo Rafael González fue uno de los primeros en llegar al lugar del crimen.  Según sus palabras “no sabía que era lo que había ocurrido”, y se excusó en que solo se había limitado a recoger lo que consideraba pruebas de un “hecho”. Al parecer, González no recordaba esas pruebas que ocuparon su entera atención y debió leerlas en el acta que se labró aquel 12 de mayo, así como observar nuevamente las fotografías que tomó ese día.

La defensa interrogó luego a Lorena Roca, comerciante del barrio, quien describió a Buscarolo como “cliente del almacén”. Posterior a esto, al ser consultada por hechos de inseguridad de los que fuera víctima, la testigo declaró sobre situaciones de las que “se enteró por la zona”, elemento con el que la defensa instaló el discurso de la “inseguridad”, para convencer al jurado.

Juan Manuel Esquivel es policía de la ciudad, y dijo conocer a Buscarolo hace 20 años, pero sin mantener una relación de amistad. Rápidamente “se emocionó” de solo pensar en la supuesta “situación de presión” que dice haber experimentado el asesino como si le hubiese tocado a él.

El oficial declaró con total naturalidad que “es muy fácil que se escape un tiro” a pesar de reconocer que un policía solo puede disparar cuando está en riesgo la vida propia o de un tercero. En este caso, el único que arriesgó vidas fue Buscarolo con su salvaje persecución por las calles de Villa Tesei.

El comisario Omar Algaraña fue otro de los miembros de la fuerza convocados por la defensa. Cuando fue el turno de interrogar para la fiscalía, reconoció que alguna vez dejo escapar a presuntos delincuentes porque huían en auto y estaban a una considerable distancia, con suficiente tránsito como para herir a terceros. Es decir, que la vida de terceros prevalece sobre una detención.

Puesto en la situación de Buscarolo, el comisario reconoce que no actuaría del mismo modo: “los dejaría escapar, aunque me avergonzaría y no lo comentaría con nadie”.

El testimonio clave del portero del colegio

El auxiliar de la escuela N°15 de apellido López, declaró en la jornada del viernes ante el auditorio y contó lo que observó el día que mataron a Iago.

Vi pasar un coche a toda velocidad, que pasó a tres coches como si estuvieran parados”, desarrolló y describió la situación de riesgo que vivieron les pibes por la brutalidad de Buscarolo: “Hice entrar a los chicos y escuché dos disparos, momento en el que los nenes corrieron desesperados y con cara de miedo para entrar”.

Luego de avisar a la directora para que avise al 911, López comentó: “Cuando vino la policía ya se había ido el coche y me llamaron para que quede como testigo de las vainas que recogieron en la esquina de la escuela”.

Buscarolo hizo el papel de arrepentido con el que logró engañar al jurado popular, pero es sabido que tiene contactos: “dos personas se acercaron a la escuela meses después para decirme que cambie mi declaración y diga que en el auto negro –en el que iba Iago- estaban sacando un brazo por la ventana ‘como si tuviese un arma”, denunció el portero.

López reconoció a una de esas dos personas en el tribunal el primer día del juicio, cuando aún no había declarado. Una muestra más del hábil manejo de influencias que le permitieron al policía asesino llegar al juicio sin pisar la cárcel.

Imagen de Laura Dalto

Un irritable perito de parte

Uno de los momentos más tensos del juicio se produjo cuando el perito criminalista contratado por la defensa, Jorge Walter Gordak, se sentó a responder preguntas de las partes. Gordak realizó el segundo peritaje a comienzo de este año en conjunto con Gendarmería, constató los orificios de bala y la trayectoria de los disparos, y sostuvo que, para él mismo, “se debía poner el asiento donde se encontraba el disparo artificialmente ya que se había movido”, pero acordaron que era la posición en la que podría haber sido encontrado.

El auto se encontraba con las gomas delantera bajas, por lo que dedujeron según esa modificación también. Teniendo estas consideraciones presentes, la bala atravesó la chapa del baúl, un plástico, el motor, el limpiaparabrisas y el asiento trasero, el asiento delantero y el cuerpo de Lago con sus vestimentas.

Lo que me sorprendió fue encontrar el casquillo del lado del conductor”, aseguro el perito, “ya que si la bala iba en línea recta como se constata en cada orificio debería estar del lado de la víctima” concluyó. Frente a estas afirmaciones la fiscalía y la querella preguntaron de diversas maneras ya que el perito repetía y desviaba la respuesta.

La fiscalía comenzó a enumerar una serie de situaciones que podían explicar de manera simple la ubicación del casquillo. Es decir, el movimiento del cuerpo al recibir el disparo, la continuidad de la persecución luego de los balazos, o el hecho de que el cuerpo se haya retirado del vehículo. Pero Gorbak, cada vez más incómodo, se cerró y negó todos los escenarios expuestos por el fiscal.

En este punto, la jueza debió ordenar el debate varias veces e incluso repreguntar ella misma hasta que el criminalista de la defensa dijo, “eso es una hipótesis y el hace ciencia”, y finalmente terminó infiriendo que era muy posible lo que la fiscalía graficó.

Sin embargo, Gorbak dijo ser instructor de tiro, y buscó aportar a la teoría de la defensa aduciendo que “es distinto tirar en un polígono que tirar en la calle, bajo presión o tensión de una situación estresante”, pese a que Buscarolo tiene 23 años de experiencia en la fuerza.

Durante más de 40 minutos el perito intentó comparar el entrenamiento de tiro de un civil con el de un servidor público, y que Buscarolo era víctima de una “situación de riesgo”, a pesar de que los pibes no estaban armados y fueron perseguidos con una persistencia voraz y desproporcionada.

El asesino de Iago y su “arrepentimiento”

Cuando tuvo que prestar testimonio el asesino de Lago, comenzó con estas palabras: “lo primero que quiero pedir es perdón a la familia y amigos”. Además, puso a sus propios hijos en la ecuación, y dijo mirando a la mamá de Lago, “no podría imaginar lo que sería perderlos”. Agregando que él, tiene “la bendición de tener a mis hijos vivos”.

Luego del espectáculo de pseduo arrepentimiento, comenzó el momento de la victimización: “recibimos amenazas, no sabemos de quién, y mi esposa se tuvo que mudar. Las marchas que hacen a mis hijos les hacen mal”. Con actitud forzada, Buscarolo apunto contra CORREPI (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional) al decirle a la familia de Iago “yo no disparé con odio, vi niños con carteles, no se rodeen de gente que les genera odio, por la memoria de Iago”.

En ese momento la querella intercedió ante la jueza y las partes para dejar en claro que el acusado debe dirigirse al tribunal y no a las víctimas, que intimidadas por la provocadora actitud del asesino fueron abandonando la sala.

Hecha la salvedad, Buscarolo describió lo sucedió el 12 de mayo de 2017: “dejé a mi hija en el colegio, y mientras mi otro hijo comía, mi esposa me dijo que me estaban robando el auto”. Según su versión, les dio la voz de alto, constato que le faltaban las tazas del auto y los comenzó a seguir. Dijo que lo golpearon con el auto dos veces y casi lo llevan por delante: “ahí disparé” afirmó, y sentenció que “si hubiesen parado esto no pasaba”. La declaración tiene un agujero que Buscarolo definió como “un negro” y que luego de eso estaba intentando guiar al amigo de Iago al Posadas.

La pose del policía se desmoronó cuando la fiscalía comenzó a preguntar sobre los hechos, el entrenamiento y demás cuestiones que lo pusieron nervioso, irascible y de malos modos a la hora de contestar hasta que notablemente irritado –como el día que asesinó cruelmente a Iago- dijo “no voy a responder más, ya dije todo”.

La violencia como política de estado

Cuesta creer que debemos acostumbrarnos a semejantes injusticias que ocurrieron antes también, ¡para que negarlo! Lo que lo hace aún más difícil de sobrellevar es que hay un discurso de hegemonía pura y dura que dice que las vidas de todes están supeditadas a lo que a un uniformado le venga en gana pensar de vos.

La sospecha es suficiente para arruinar vidas, truncar sueños, arrancar a pibas y pibes de su familia para siempre, regar de odio y resentimiento a la sociedad. Y cada vez son más las familias que tienen que despedirse injustamente de uno de sus seres queridos por el capricho de poder de una fuerza que está en el punto máximo de descontrol y criminalidad, desde el restablecimiento de la democracia política.

Es una eterna deuda del Estado. No solo debe sanear profundamente las fuerzas de seguridad, sino también impulsar los juicios a sus miembros y proteger a la vapuleada juventud, víctima de todo tipo de estigmatizaciones para que no seamos cada vez más quienes marchamos y reclamamos por familiares propios.

¡Justicia por Iago Ávalos!

¡Justicia por todes les pibes asesinados por el Estado!

¡Basta de impunidad y de Gatillo Fácil!

 

Agradecimientos a Laura Dalto e Irina Ávalos y a CORREPI

La foto de portada pertenece al grupo de Facebook Justicia por Iago Avalos

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