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Fútbol masculino: escenario del patriarcado | Revista Colibri
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Fútbol masculino: escenario del patriarcado

Por Colectivo de Varones Antipatriarcales de CABA

Una vez más el fútbol nos hace reflexionar sobre la alegría popular, el poder y la masculinidad.  En esta nota analizamos la postal que nos dejó la Copa América desde una lectura antipatriarcal del fútbol, como puntapié para un debate sobre la violencia machista en el deporte y en la sociedad.

Somos campeones de la copa América, gracias Messi, gracias a los jugadores por el esfuerzo de llevar en sus hombros una presión absolutamente desmedida, y por el gran triunfo deportivo que despertó festejos populares no solo en Argentina, sino también en varias latitudes.

Creemos en lo popular y en el valor celebratorio del mito popular. Y por ello, nos parece oportuno hacer un pequeño análisis de esta postal de lo popular y de la ¨argentinidad¨, icónica por donde se lo mire.

Hablemos de política

El fútbol en nuestro país es un hecho tan político que tiene como hito maximo un delirante gol  a los ingleses», en su cancha, con la memoria fresca de la guerra de Malvinas; para después encima ir y salir campeones del mundo. Sin ánimo de grandilocuencia, ¨el gol de maradona¨ es uno de los hechos políticos más importantes del antiimperialismo latinoamericano.

Resulta también bastante obvio por sus efectos el poder que tiene el fútbol para afectar la toma de decisiones políticas a nivel nacional/supranacional, con manejos siempre tan opacos que se hicieron merecedores de un nombre digno de una novela televisiva bien latinoamericana: “la mafia del fútbol”. Tampoco podemos desoír, que aquel deporte ingles de principios del siglo XIX, mantiene hasta hoy en día una estructura piramidal, súper verticalista, compuesta casi exclusivamente por varones cis-heterosexuales, tanto así que le decimos ¨el futbol¨ al deporte, y también a las ligas profesionales masculinas, dejando marginadas otras experiencias como el futbol inclusivo, el futbol femenino, o la experiencia de los Dogos, un equipo de futbol Argentino, de varones, que llegó a salir campeón del mundo sin ser noticia claramente por su composición disidente.

Cualquier similitud con la iglesia católica no es pura coincidencia. Sino un reflejo de otro fenómeno popular de nuestra región heredado de otra de las naciones que invadió América para saquearla en su beneficio. A fuerza de apropiaciones, ambas instituciones configuran aspectos de la identidad popular latinoamericana, y todo este análisis, sin desmerecer ni un poco la alegría que nos causa ser campeones de América ganándole al equipo brasilero en el estadio Maracaná.

Esta estructura política y corporativa del fútbol, por medio de una hiper – fetichización de los jugadores, y del éxito deportivo como una cumbre social, ha logrado convertirlos en moldes, que para acceder a ser los jugadores más famosos del planeta, deben lavarse por completo de toda opinión que pudiera incomodar a ninguna corporación que tenga poder e influencia sobre un mercado (que está, por otra parte, convenientemente desregulado) y vivir una vida ¨normal¨ para no espantar inversores. Esto hizo desaparecer a los maradonas, y a sus goles políticos de antaño.

La violencia del espectáculo

El fútbol, además, constituye un escenario hiper-espectacularizado de la masculinidad hegemónica. Ríos de tinta y palabras alrededor de «la violencia en el fútbol ̈, un resultado que por sistemático es a esta altura innegablemente constitutivo de la pasión de multitudes. Advertimos a quien nos lee, que nuestra intención no es pronunciar un juicio denostativo, sino aportar a un análisis de esta estructura en favor de que algo de todo esto cambie.

En nuestra opinión, la perspectiva de género y la lectura antipatriarcal del fútbol aporta una mirada que es valiosa, no para hegemonizar ningún discurso sino para sumar perspectivas de reflexión para un debate social sobre la violencia machista en el deporte, que existe en el fútbol porque existe en la sociedad.

Como uno de los escenarios predilectos de la «masculinidad hegemónica», el fútbol suma en cada partido (tanto fuera como dentro de la cancha) actitudes que validan dicha masculinidad. Frases permanentes de odio a la disidencia sexual y/o racistas son coreadas por cientas/ miles de personas al unísono. También se justifica permanentemente y a veces de forma desembozada la violencia hacia el rival, y se normalizan cuotas de odio visceral a une hermane, nacional o latinoamericano, por razones de preferencia futbolística, perpetuando el sentimiento de enojo como única descarga emocional del varón, el exitismo del binario ganar / perder, y el odio en general a toda disidencia.

El lenguaje masculino del fútbol incluye la violencia. La violencia sexual y el machismo como forma constitutiva de su corset performativo, que compone la espectacular panacea de la masculinidad hoy día.  Por eso, hay que revisarlo.

Si alguna de estas reflexiones nos es incómoda, incluso ofensiva, reparemos al menos en ese sentimiento y lo que nos produce. ¿Cómo podemos construir un diálogo sobre la violencia en el fútbol que sea honesto y profundo sin chocar contra la propia violencia que la interpelación genera? ¿Cómo podemos gestionar mejor ese enojo?

Desde nuestra experiencia y análisis, rescatamos la importancia de trabajar sobre nuestras emociones. Para los varones, es indispensables para tener herramientas a la hora de pensarnos. Necesitamos tejer redes entre nosotres, que nos contengan y nos permitan habitar espacios comunes sin juicio y más allá de los sentimientos de odio y enojo. Espacios que nos permitan vislumbrar características estructurales de esos enojos, y esas violencias, y empezar a habitar esas tensiones de forma colectiva.

Apostamos por varones que puedan generar espacios de ternura y contención para sus propios procesos de responsabilización, al tiempo que los producen. Porque tanto hacer el trabajo como colectivizarlo son aspectos esenciales, y eso implica que también tendremos que aprender a gestionar esas emociones y esos procesos.

¿Es posible erradicar la violencia en el fútbol? ¿Podremos responder a la violencia sin violencia? Hay que poder sostener preguntas que resultan muy incómodas. Y se supone que sea así.

Hay que hablar de amor en el vínculo de rivalidad deportiva, y es evidente que eso choca con hábitos y patrones de comportamientos muy arraigados en el fútbol masculino cis – heterosexual. Nosotres queremos aportar a un debate sobre hábitos sistemáticos, encontrar sus orígenes y sus consecuencias en estructuras fuertemente masculinizadas como el fútbol. Está abierto el libro de pases, te convocamos, nos convocamos a todes.

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