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Guerreras y sobre cómo resurgir | Revista Colibri
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Guerreras y sobre cómo resurgir

Por Carla Peverelli

La fotógrafa argentina Eleonora Ghioldi usó su cámara para  que las mujeres que sufrieron abuso sexual tuvieran un espacio de escucha en el cual dar testimonio de sus experiencias y servir como puente entre ellas y el espectador.  El resultado es la muestra Guerreras – Historias de resiliencia, historias desde California hasta Buenos Aires, pasando por México. Incluye componentes de audio, entrevistas, testimonios e instalaciones.

Guerreras nació hace siete años, cuando Ghioldi y tres amigas compartieron sus experiencias personales de violencia sexual.  Formada en fotografía en los Estados Unidos, Eleonora decidió poner su arte al servicio de la ilustración de esta índole de historias, proporcionando un espacio para que las “guerreras” desoyeran el mandato de callar y comunicaran esas experiencias. “Todas las mujeres que forman parte del proyecto son amigas de amigas”, destaca Ghioldi. “La idea fue siempre establecer una red de confianza y tejer una escucha activa de interés y transformación.”

Al ser un proyecto tan largo, me imagino que la idea original habrá ido mutando a lo largo del proceso. ¿Cuáles fueron algunos de esos cambios que pudiste notar?

En realidad empezó como algo personal. Había conversaciones de situaciones que nos contábamos, y a raíz de eso, como todo lo que pasa por mi vida pasa por la fotografía, decidí sacarle fotos a estas tres amigas por separado. Las conversaciones eran de una a una luego de las fotos, vuelvo a sus casas con la impresión ya hecha y les pido que dejen un testimonio. Al ver eso después plasmado, me di cuenta lo fuerte que era visualmente; tenía una fuerza que me interesaba explorar. Ahí empecé a correr la voz para que se acercaran aquellas que querían compartir su testimonio sobre violencia sexual. En el proceso de crecimiento me topé con que muchos me decían que vaya a centros institucionales de violencia sexual a buscar testimonios, a lo que siempre dije que no, porque mi idea era hacer algo más orgánico: quería demostrar que no hacía falta, que se entienda que es algo que está en todos lados y todos conocemos a alguien que haya sufrido violencia sexual.


Se nota bastante la diferencia entre los casos: algunos son más leves que otros y sin embargo conviven entre ellos, sigue siendo violencia y abuso.

Bueno, de ahí se da el tema de que es una red: siempre hay una persona en común, esa fue la intención desde el principio. Lo que me interesaba también era no contactar a las mujeres sino que ellas lleguen a mí, siempre decía que si a alguien le interesaba pasen mi contacto, yo quería dar un espacio de tiempo también para que ellas lo piensen, lo procesen y si les interesaba me contacten.

 

Daniela, 14. Alguien a quien apenas conocía.
«Te deseo bienestar mental y espiritual para que no sufra ni una niña más. No debería ser así la primera vez de nadie».


¿Cómo sentís el hecho de que te abrieran las puertas de sus casas -y sus testimonios- mujeres que no conocías?

Eso a nivel personal me cambió. Es imposible no transformarse porque cuando la gente te cuenta situaciones tan íntimas, al final, terminás viviéndolas como propias, te podés sentir reflejada. También terminé como amiga de muchas de ellas porque esa confianza que se genera establece como un vínculo.


¿Y con respecto a los testimonios de familiares de víctimas de feminicidios? Debe haber sido impactante y duro..

Sí, eso es muy duro porque todas las personas se pueden realmente relacionar con ese dolor. Una cosa que aprendí de todas estas mujeres, y más que nada de las mamas de los familiares de víctimas, es la importancia de levantar una bandera. Una de las mamás habla de eso: estas mujeres si tienen algo en común es que ellas saben muy bien qué bandera están levantando y porque están haciendo esto. Ellas me decían todo el tiempo que no querían ser revictimizadas, que ellas eran sobrevivientes y guerreras, de ahí sale el título de la muestra; no querían que esto le pase a otras y por eso también elegían ser parte de este proyecto. Eso me enseñó a darme cuenta de que no es momento de ser ambiguo, que es importante en este momento político de toda Latinoamérica, saber donde una está parada, que es por lo que quiere luchar y poner su energía, eso creo que es lo que todas estas mujeres tienen muy en claro, pero las madres de víctimas de feminicidios saben muy bien lo que están haciendo. Todo esto fue un factor importante en mi propia transformación.

¿Notás que hay algo del movimiento en Latinoamérica con respecto a todo esto que haya resonado allá?

Yo no sé dónde se generó ni donde arrancó, creo que muchos de los movimientos se dieron simultáneamente y de diferentes formas en cada sociedad. Pero lo que tiene Los Ángeles es personas de todas partes del mundo, entonces las mujeres no son de ahi y las experiencias tampoco. Eso es algo que me parecía importante también, y esa ciudad me brindaba esa posibilidad. Después de ahí también voy a Ciudad Juárez, porque cuando terminé de hacer la mayoría de los retratos y de los testimonios no quería dejar de lado los casos de feminicidios. Ahí es cuando a través de conocidos llegué a las mamás de Ciudad Juárez y trabajé de la misma manera: fui a las casas y saqué las fotos. Yo no utilizo ningún tipo de luz artificial y les pido que no modifiquen nada de sus casas ni de ellas mismas, la idea era mantener todo lo más real posible.

Karen, 28. Hermano de mi jefe
«Escuché que tuviste una hija…Me pregunto cómo te sentirías si alguien le pusiera algo en su bebida y la violara. Apuesto a que no te gustaría».

 

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