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"No es una defensa del Evo, es una defensa de la vida en dignidad", Adriana Guzmán | Revista Colibri
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«No es una defensa del Evo, es una defensa de la vida en dignidad», Adriana Guzmán

Revista Colibrí dialogó con Adriana Guzmán, referente del Movimiento Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia, a raíz de la escalada de violencia que desencadenó en golpe de Estado. Explicó cómo se gestó el conflicto, qué intereses están en juego y cómo entiende que  deberían posicionarse los feminismos ante el avance de los sectores conservadores.

Por Irina Sol Philosoph Postan

Foto: Micaela Petrarca

-¿Cómo empezó a gestarse el conflicto tras las elecciones del 20 de octubre?

En un primer momento la oposición, encabezada por Carlos Mesa Gisbert, plantea que hubo fraude. Ahí quiero hacer una aclaración: Carlos Mesa, ha sido vicepresidente de Sánchez de Lozada en 2003 y por lo tanto co-autor de la masacre del gas. Carlos Mesa es un genocida. Y no debería haber sido candidato, debería estar en la cárcel como los genocidas. Pero eso es lo que permite la democracia burguesa y liberal, de la que no hemos podido salir en este proceso y esa es una crítica. Él plantea que hubo fraude y ahí empieza la movilización de grupos, creo que principalmente de clase media, que se han autodenominado «en defensa de la democracia».

Después, se plantea la segunda vuelta y luego, la anulación de las elecciones. Yo creo que la debilidad ahí estuvo en que el gobierno no haya reaccionado rápido y entonces las exigencias de la derecha han ido creciendo, para terminar en lo que estamos hoy. La anterior semana el dirigente Cívico de Santa Cruz, Luis Camacho, que representa a la clase empresarial, fundamentalista, religiosa, trasnacional, sojera y terrateniente del país, le dio 48 horas para renunciar al Evo. Pasadas las 48 horas, presenta al país una carta de renuncia redactada por ellos, y plantea que va a venir a La Paz, a la casa de gobierno para que Evo la firme. Y que va a traer a la casa de Gobierno la carta y la Biblia, para devolverla al Palacio de Gobierno.

-¿Por eso hablás de un golpe cívico y religioso?

Sí, en realidad la palabra es fundamentalista. A las clases dominantes, que Camacho representa, les es bueno utilizar la religión para mantener su dominación. Por eso estamos frente a un golpe cívico, religioso, empresarial, que no esperábamos. No de estas condiciones, no de estas características, no con este guión. 

-¿Qué es lo que está en juego ante esta avanzada de las derechas?

Las organizaciones hemos atravesado un proceso en contra del fascismo, del capitalismo, de las trasnacionales, del colonialismo. Un proceso en contra del racismo. Lo que hay es una pugna por un proyecto político de país. Su proyecto de país es extractivista, neoliberal, capitalista, trasnacional, de las oligarquías, e incluso, narcoestatal, porque el dirigente cívico y su familia han estado vinculados a los grupos de narcotráfico en el país. Ese proyecto está en pugna con el proceso de cambio que se ha concentrado en el Vivir Bien. Aunque no se ha logrado porque no se han transformado muchas cosas, aunque no se ha parado el extractivismo,  más allá del Estado, en las comunidades, en los territorios, y en gran parte de las ciudades, queremos vivir bien. Nos hemos cuestionado el capitalismo, no queremos acumular. Puedes ofrecernos tres, cuatro trabajos, dobles horarios, y no queremos. Dicen que somos flojos, nosotros creemos que es parte del vivir bien: trabajas para tener lo que necesitas y el resto del tiempo lo compartes contigo, con la naturaleza, con tus wawas. 

-Teniendo en cuenta el antecedente del intento de golpe de Estado en 2008, y que en estos once años fue dándose el proceso de cambio que describís, ¿por qué creés que se posibilitó esta avanzada por parte de los mismos actores?

La realidad de cada país es compleja, hay muchos factores que están en juego. Por un lado, en 2008 se articula un grupo armado, que es la Unión Juvenil Cruceñista, financiado por el Comité Cívico de Santa Cruz y entrenado por personas croatas en Bolivia. Uno de los errores en ese momento fue no desarticular del todo a estos grupos. No se los ha sancionado por sedición ni por racismo. Incluso integrantes de la Unión Juvenil Cruceñista han llegado a formar parte del Movimiento al Socialismo (MAS), y el gobierno ha llegado a plantear que es un gobierno para todos y que tenemos que unirnos. Nosotros hemos peleado en 2003 para tener un gobierno del pueblo. No sabíamos que también teníamos que gobernar para los ricos ¿Cómo puede el gobierno gobernar para todos, si aquí hay algunos que se roban la plata de los otros?

-¿Por qué pensas que persiste el carácter racista de estas reacciones? 

Lo resumiría en esta frase: porque no entienden, no aceptan que somos gente. Para ellos no deberíamos ser gente, para ellos somos peones, trabajadoras, no gente que puede mirarlos a los ojos, que pueden discutirle. En el Estado ahorita hay gran cantidad de diputadas, senadores, senadoras indígenas y es algo que no pueden aceptar. Así es el racismo. No lo pueden entender. Ni los terratenientes oligarcas ni la izquierda intelectual del país, que también está metida en estos movimientos. No pueden entender que los indios estén en el poder.  Por otro lado, después de lo que ha pasado en 2008, se ha hecho una ley contra el racismo y toda forma de discriminación, que no está reglamentada y, por tanto, no puedes usarla: no hay procesos ni sentencias con esa ley. Pero el racismo no se acaba con una ley: el racismo se acaba cuando acabas con los privilegios que tienen quienes ejercen racismo. Porque el racismo es un ejercicio de poder.  Entonces, la otra razón por la que esto resurge, es que no se ha acabado con los privilegios de los terratenientes del oriente boliviano. Se han mantenido sus créditos, se han condonado sus créditos en sequías, en inundaciones…

-Si el gobierno del MAS no les quitó sus privilegios ¿por qué crees que arremeten contra el Presidente Evo Morales?

Yo creo que ellos aún tienen el poder económico del país, pero no tienen la administración del Estado y ese es un problema en términos políticos. Son familias que han estado administrando el Estado con cargos que eran casi hereditarios. El control político es también un control simbólico y del poder. Eso es lo que han perdido y les perturba. Creo que esa es una de las principales razones que moviliza esto. Por otro lado, yo creo que por fuera del Estado y las debilidades y errores que he mencionado, el proceso de cambio se plantea desde la autonomía territorial, la autonomía del cuerpo, desde la descolonización, la despatriarcalización. Es un proceso que han seguido las organizaciones en sus territorios, más allá del Estado. Porque es un proceso que no empieza con el Evo, ni siquiera empieza con la masacre del gas. Es un proceso que se venía dando en nuestros quinientos años de resistencia. Entonces ahora es muy difícil, por ejemplo, que ellos tengan los peones en calidad de esclavitud, como los tenían antes los terratenientes. Ya no hay gente que quiera ser peón porque hay otras posibilidades. Porque puedes ir a otros lados, porque puedes ir a la ciudad, porque puedes estudiar. 

-¿Por qué crees que temen tanto a esa dignidad para y del pueblo?

Porque no van a poder seguir profundizando su modelo extractivista y capitalista si nosotras tenemos dignidad. Porque no vamos a negociar nuestro cuerpo, no vamos a negociar la explotación, y no vamos a negociar nuestro territorio. Antes, en las comunidades todo era como decía el patrón y hasta le agradecías por explotarte. Las trabajadoras del hogar, que venían a la ciudad sacadas de su comunidad para ser explotadas aquí en casas de ricos, cuando sus hijos eran ya adultos, eran devueltas sin nada a sus comunidades, como si fueran una cosa. Y las compañeras volvían cada año a traerles un regalo, papa, un cordero a sus patrones. Eso se ha roto y no pueden entenderlo, no pueden aceptarlo.

-Volviendo a los intereses económicos de las clases dominantes, ¿qué papel jugó la nacionalización de hidrocarburos en esta reacción?

Gracias a la lucha de las organizaciones, porque no fue un regalo del gobierno, cuando se recuperaron los hidrocarburos dijimos que esa plata vaya para que las wawas puedan ir la universidad. No sabes cómo ha crecido la población universitaria, esa misma población que hoy agrede. Pero eso hace que nuestros hijos hoy dejen de ser cargadores, peones, trabajadores y aspiren a ser profesionales y trabajar en otras áreas. Entonces esa es otra pérdida de su poder. 

-¿Cómo consideras que esta avanzada por parte de sectores consevadores afecta al feminismo comunitario? 

Mirarnos al espejo y reconocernos aymaras sin miedo y sin vergüenza, y desde ahí construir nuestros  discursos, pensamientos, nuestra vida, nos da la posibilidad de mirar desde otro lado al patriarcado, desde nuestros cuerpos. En este proceso de cambio, contra el que están atentando hoy los cívicos y fundamentalistas, se ha parido un feminismo desde los territorios, que plantea la comunidad.

Nosotras no creemos en el Estado, ni aunque sea Plurinacional, nosotras creemos en las formas de auto-organización, de autogobierno y de autodeterminación, que históricamente han subsistido frente al capitalismo en comunidad. Pero, el atentar contra un Estado Plurinacional nos hace las condiciones más difíciles para seguir profundizando un proceso para vivir bien, un proceso que no sea de acumulación de riqueza, que no sea extractivista.

Hemos visto cómo se ha planteado la discusión sobre el patriarcado, sobre la violencia, sobre el colonialismo. Yo no conozco otro país donde esa discusión haya sido tan profunda, planteándose la autonomía del territorio o el aborto como memoria ancestral. Y todas esas discusiones han sido posibles en este proceso. Porque se ha planteado la posibilidad de mirar el sistema, de imaginarte otra cosa, de soñar otra cosa. Entonces es un atentado contra el país, contra el proceso de cambio y contra las organizaciones que hemos ido construyendo con nuestros sueños, con nuestras manos, con nuestros cuerpos, en el territorio. 

-¿Cuál debe ser el rol del feminismo ante esta nueva configuración regional?

Algunos colectivos feministas en Bolivia se han pronunciado frente a este conflicto diciendo que es una disputa entre machos, que es una muestra clara de la machocracia que existe en el país, y que tanto los Cívicos, como el Mesa, como el Evo, son lo mismo. Nosotras nos quedamos con la boca abierta porque “si todos son lo mismo”, entonces no se puede apostar a nada y pues ¿qué hacemos? ¿cuál es la propuesta?

El feminismo eurocéntrico tiene esa habilidad de describir los problemas pero no plantear soluciones. Es una herencia de un feminismo colonial. A nosotras nos deja muy desconcertadas esos pronunciamientos, que también se hacen desde feminismos ambientalistas, que creen que el Evo es el principal depredador de la naturaleza en el mundo.

Creemos que él no ha acabado con las políticas extractivistas, pero también sabemos que no es el peor del mundo. Pero por el colonialismo, los blancos, empresarios, burgueses e intelectuales, que han estado al mando del Estado, pueden ser extractivistas, ladrones, y ni siquiera se les llama ladrón, sino “empresarios”. Pero los indios no.  Y ahí está el factor racista en su posición frente al Evo: él es peor porque, además de no haber acabado con el extractivismo, es indio. 

-¿Y cuál es el planteo desde los feminismos del Abya Yala?

Desde el Abya Yala hemos planteado hacer un feminismo desde el cuerpo. Ese es el desafío. Mirar qué te atraviesa a vos en términos de opresión, tratar de posicionarte desde lo que te atraviesa. Desde ahí no puedes no ver que las organizaciones que están movilizadas en las calles no son ovejas que responden al Evo, somos organizaciones que hemos hecho transformaciones, que no vamos a dejar en manos del fascismo. No es una defensa del Evo, es una defensa de la vida en dignidad. Y que no lo puedan entender es profundamente colonial. Entonces el desafío es construir un feminismo que no sea colonial, que sea comunitario, que sea popular, que sea villero, piquetero.

 

Al finalizar la entrevista, el viernes 7 de noviembre por la tarde, Adriana denunció que la policía de Cochabamba y Santa cruz, dos de los tres departamentos más poderosos de Bolivia, habían comenzado a amotinarse. 

El desenlace dos días más tarde sólo puede describirse como un golpe de Estado porque hubo intervención directa de las fuerzas armadas en la vida política. 

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