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Sobrevivir en pandemia: resistencia de las personas transmigrantes en América Latina | Revista Colibri
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Sobrevivir en pandemia: resistencia de las personas transmigrantes en América Latina

Por  para Distintas Latitudes 
Ilustraciones: Rocío Rojas


América Latina y el Caribe está marcada por un sinfín de crímenes de odio sin resolver, así como por medidas que niegan la existencia de las personas trans. La pandemia de la Covid-19 profundizó los contextos de vulnerabilidad social y económica a las que las personas trans estaban expuestas. El abandono político y la ausencia de un sistema de apoyo financiero y emocional por parte del Estado precarizó sus vidas aún más, obligándolxs a trabajar en la informalidad, incluso durante la pandemia.

En cualquier país del mundo, ser una persona trans implica vivir resistencias específicas. Como ser expulsadas de sus núcleos familiares, radicar en países en los que no se reconocen sus identidades y estar atravesadas por la violencia y la discriminación en su cotidianidad.

Poner el cuerpo para exigir derechos y sobrevivir no es algo que la pandemia de la Covid-19 haya enseñado a las personas trans, pero en estos dos últimos años, la fragilidad económica se combinó con un refuerzo de la discriminación. La ausencia de justicia y la escasez de oportunidades laborales obligó a muchas personas trans a migrar y buscar alternativas en otros países.

América Latina y el Caribe está marcada por un sinfín de crímenes de odio sin resolver, así como por medidas que niegan la existencia de las personas trans. La pandemia de la Covid-19 profundizó los contextos de vulnerabilidad social y económica a las que las personas trans estaban expuestas. El abandono político y la ausencia de un sistema de apoyo financiero y emocional por parte del Estado precarizó sus vidas aún más, obligándolxs a trabajar en la informalidad, incluso durante la pandemia.

Según la investigación de Ojo Público “La resistencia trans en pandemia”, en Colombia, en lo que va del 2021, alrededor de 27 mujeres trans fueron asesinadas. En México, entre marzo de 2020 y julio de 2021, se documentaron 145 agresiones a mujeres trans. 45 fueron asesinadas. De acuerdo a los indicadores de Impacto Covid LGBT MX, el 70% de las mujeres trans tuvieron pérdidas económicas en el primer año de confinamiento.

Kiyomi Silva trabaja como estilista en el Taller de Costura Trans Villera, orientado a generar puestos de trabajo registrado para personas trans de la Villa 31, en Buenos Aires, Argentina.

Por otra parte, según un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la esperanza de vida de las mujeres trans en la región tan solo es de 35 años. El 70% de les niñes trans sufren violencia en sus hogares, y el 77% de les adolescentes trans son expulsades de sus familias de origen.

En Argentina, sin embargo, la historia es un poco distinta. En julio de este año se aprobó la Ley de promoción del acceso al empleo formal para personas travestis y trans. La iniciativa establece que el Estado deberá contratar al menos el 1% de la dotación de la administración pública, en todas las modalidades de contratación regular vigentes, a personas travestis, trans y transgénero. Así y todo, la nacionalidad suele ser una barrera a la hora de conseguir trabajo.

Con el crecimiento de la migración en los últimos años vino también un aumento de la xenofobia. Y aunque la solidaridad entre elles y la autogestión salvó a muches, el avance del virus y las medidas de aislamiento lxs expusieron al contagio y al hambre, así como a la violencia y los asesinatos. En esta nota, seis periodistas de cinco países de América Latina y el Caribe recogen testimonios de personas trans que sobreviven en una región fracturada por la pandemia.

La pandemia, un catalizador de vulnerabilidades

Miranda Prent es una mujer trans que tuvo que huir de Ciudad de México en octubre de 2019 porque sentía que su vida corría peligro. Hace años vivía una situación de acoso con una expareja que le ocasionaba problemas con amistades, conocidxs y en distintos espacios laborales. Por esa situación de violencia y persecución es que ella decide migrar a España. Su plan era continuar ejerciendo el trabajo sexual allá, pero la pandemia hizo que se quedara sin casa, sin trabajo y sin recursos.

 

 

La pandemia, un catalizador de vulnerabilidades

Miranda Prent es una mujer trans que tuvo que huir de Ciudad de México en octubre de 2019 porque sentía que su vida corría peligro. Hace años vivía una situación de acoso con una expareja que le ocasionaba problemas con amistades, conocidxs y en distintos espacios laborales. Por esa situación de violencia y persecución es que ella decide migrar a España. Su plan era continuar ejerciendo el trabajo sexual allá, pero la pandemia hizo que se quedara sin casa, sin trabajo y sin recursos.

Cuando recién llegó a España, Miranda tuvo que pedir asilo. Desde entonces, cada seis meses tiene que renovar su tarjeta. “Eso no quiere decir que tenga derechos o  privilegios, pues las ayudas están restringidas por el empadronamiento”, narró. Para poder empadronarse, explica, tendría que alquilar un departamento por seis meses, pero no le alcanza y a los dueños de los pisos no les conviene porque tienen que declarar ingresos.

Al principio no sentía ese acoso verbal, sexual y físico o moral que sufría en las calles de México: “Yo pensé que era como parte de un respeto o una aceptación, pero la pandemia me dejó claro que más que inclusión es indiferencia”, agregó. Miranda mencionó que las personas LGBT no reciben apoyos gubernamentales, y mucho menos lxs migrantes. La ausencia de programas de protección y ayuda orientados a la comunidad travesti/trans hizo que quedaran todavía más aisladxs.

“Desde la pandemia hasta el día de hoy he estado viviendo al día. Lo que gano semanalmente es para reinvertir en hospedaje, en mi alimentación y en mi publicidad. Cuando me sale algún dinero extra lo envío a México para ayudar a mi familia. Esa sería, pues, la estabilidad que en este momento estoy conociendo”, relata Miranda. Su mamá depende de las remesas que ella le envía mensualmente.

“Aquí en ese momento sí había algunos apoyos para las personas y trabajo para los microempresarios, para los comerciantes. Pero una, ¿a qué podía acceder? Si las propias personas que estaban dentro de la legalidad que pertenecen a mi colectivo no tienen programas a los cuales acceder. Somos un grupo vulnerable porque, al final de cuentas, te das cuenta de que es como si no existieras”, reflexionó Miranda.

Miranda vive de departamento en departamento. Tiene que estar constantemente migrando a ciudades del interior de España porque los costos oscilan de acuerdo a las temporadas. En ocasiones, lxs propietarixs no quieren alquilarle departamentos por ser trans. Según cuenta, esto se suma a los problemas burocráticos del alquiler, como tener un trabajo formal, una nómina y un documento de identificación nacional (DNI). Todos requisitos a los que ella no puede acceder.

La estabilidad laboral también cambió en relación a su vida en México, donde tenía una carta de clientes que en Madrid no tiene. Para les trabajadores sexuales, continuar con sus actividades económicas y laborales implicó exponerse al contagio y situaciones de violencia. En muchos casos, bajó la demanda de servicios sexuales y, al mismo tiempo, se denunciaron casos de violencia institucional por parte de la policía.

De acuerdo con los datos del Centro de Documentación de la situación Trans de América Latina y el Caribe, CEDOLSTAC, de la RedLacTrans, la gran mayoría de mujeres trans en la región tiene como único sustento económico y de subsistencia el trabajo sexual. Las personas trans que ejercen el trabajo sexual son doblemente estigmatizadas. Esto se debe principalmente a que en la mayoría de los países de la región el trabajo sexual es criminalizado y con severas consecuencias para quienes son “cazadas” por la persecución y la violencia institucional.

A principios de abril del 2020, el gobierno de la Ciudad de México emitió la orden de cerrar los hoteles, dejando a todes sus huéspedes sin un lugar donde dormir, entre ellas mujeres trans trabajadoras sexuales que, debido a la precariedad económica, prejuicios y estigma, no tienen la posibilidad de rentar una vivienda. En cuestión de horas, esta medida colocó a un sinfín de mujeres trans en situación de calle. Posteriormente, el gobierno de la ciudad habilitó de forma improvisada albergues gracias a la movilización de diversas organizaciones civiles trans.

Pero el acoso, la violencia y las vulnerabilidades que sufren las personas trans no conocen de regiones o territorios.

Shayra González Pernía es de Granma, una provincia de Cuba. En septiembre de este año se mudó a Moscú, con el sueño de concretar sus vocaciones artísticas. Shayra se paga las cuentas con una cuenta de Travestis y Trans Escorts en internet y se dedica al modelaje y otros trabajos temporales desde Moscú. Rusia es una de las naciones con excepción de visado para Cuba al menos por 30 días de estancia.

Antes de migrar, Shayra fue empleada como farmacéutica en La Habana mientras estudiaba. En 2019 fue seleccionada para castings, como el del film cubano Antes de que llegue el ferry, de Juan Caunedo. También apareció en el corto de ficción Karla, de 2018. Ahora, desde Moscú, ayuda a su hermana gemela, que sigue viviendo rentada en un apartamento en la capital de Cuba, al igual que su madre y familiares, quienes residen en la Granma.

Se reconoce como activista LGBTIQ+ y denunció desde sus perfiles en redes sociales los casos de transfobia. Como en Cuba, en Rusia también se viven episodios marcados por el conservadurismo, el fundamentalismo y la discriminación hacia personas trans. Cuatro años atrás fue víctima de abuso sexual. “Recuerdo su risa de felicidad cuando me violó y el filo de un cuchillo brillando en mi cuello en medio de la oscuridad de la escalera de un edificio”, contó. “El acoso no debería existir en el mundo”.

Precarización laboral y activismo trans-villero

Siri Daniela Aconcha es una activista transmigrante venezolana. Diseño: Rocío Rojas.

“Tengo cinco años viviendo en el hermose y mugriente Ecuador”, dice Siri Daniela Aconcha, venezolana y activista transmigrante. Trabaja en Proyecto Transgénero, una ONG de Quito que ayuda a personas trans migrantes que atraviesan situaciones de vulnerabilidad, como ella. Según cuenta, migró con su mamá y su hermana por la situación política, social y económica de Venezuela. “También por la situación del entorno, porque es muy homofóbica. Venezuela está atrasada internamente en la diversidad y las disidencias”, dice.

Para Siri, las cosas no mejoraron durante la pandemia. Aumentaron las deudas y tuvo que mudarse de la casa donde vivía con su familia porque su mamá encontró un día su ropa y su maquillaje. “Me las quemó en plena calle, ahí, pasando pena. Eso fue muy discriminatorio y me tuve que largar de ese sector, por eso me independicé”, contó. En un comienzo, vendía caramelos para sobrevivir. Su identidad de género y la emergencia sanitaria le limitaba el acceso al trabajo.

Como la salud pública le negó el acceso a las hormonas, cuenta, tuvo que comenzar a automedicarse. Esto le provocó efectos secundarios. “A pesar de todo, por otro lado, la pandemia tuvo cosas positivas, como el hecho de que usar la mascarilla me hacía sentir más segura de caminar por la calle. Las personas me trataban mejor porque, claro, no se me notaba la barba con la mascarilla”, agrega.

Un poco más al sur de América, en el  barrio Carlos Mujica, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Kiyomi Silva trabaja como estilista en una peluquería. Desde marzo de 2021 forma parte del Taller de Costura Trans Villera, un taller textil orientado a generar puestos de trabajo registrado para personas trans de la Villa 31. Con dos máquinas de costura, cinco mujeres pueden realizar sus actividades económicas.

En julio de este año, se promulgó una ley que tiene por objeto su inclusión laboral y establece que el Estado debe garantizar el 1% de su planta laboral para las personas trans. Con esa medida, Argentina se convirtió en el primer país de la región en fomentar políticas de inclusión laboral para las personas trans. Sin embargo, las oportunidades no parecen ser iguales para todes.

“Es lamentable lo que ocurre. Nosotras -las migrantes, villeras o provenientes de pueblos originarios- aún no tenemos oportunidades. Las condiciones que hay que cumplir para acceder a los puestos de trabajo del cupo laboral -estudios completos, domicilio fijo, etc.- son inalcanzables para gran parte de las personas trans”, expresa.

Kiyomi ya no espera que las empresas lxs incluyan. Por eso apuesta por la autogestión a través de su emprendimiento de costura. “Dicen que es el cupo laboral trans, pero la gran mayoría de las chicas trans -incluyéndome a mí- no tenemos suficientes estudios para poder ejercer. Somos una población amplia y grande, y teniendo más de 30 muchas nunca pudimos asistir a un colegio. Hay algo que está mal en el cupo, y es que no se considera a todas las que no vamos a poder ocupar un oficio. Primero deberían dar la posibilidad de estudiar, o dar prácticas profesionales”, considera.

Sexilio y transmasculinidades

Muchas personas LGBTI+ se ven forzadas a dejar sus países de origen por sufrir violencia, hostigamiento, discriminación o censura debido a su orientación sexual o identidad de género. A este fenómeno se le llama “sexilio”. Eliot Gamboa también se fue de Venezuela, pero por una razón concreta. Allí le era imposible llevar adelante su tratamiento hormonal. Hace tres años no tenía a nadie que lo ayudara, por eso decidió emigrar a Perú.

Para Eliot, quizá la mayor frustración fue no poder cumplir con su medicación por dos meses, cuando la ciudad estaba confinada. El miedo lo resguardó por este tiempo, pero en cuanto se flexibilizaron las restricciones volvió a comprar sus hormonas. Gracias a que pudo desempeñarse como ilustrador freelancer, ahorró y empezó su tratamiento hormonal un año más tarde. Durante el primer año de la pandemia de covid-19, sus clientes siguieron haciendo pedidos y tuvo posibilidades de mantenerse estable económicamente.

A pesar de la crisis política, social y económica que obligó a millones de venezolanes a migrar, existen diferentes organizaciones que se encuentran realizando grandes esfuerzos para contrarrestar los efectos de la pandemia en la comunidad LGBTI. Entre ellas, la Fundación Base Lésbica Venezuela y las organizaciones nucleadas en el Consejo Nacional de la Sexodiversidad, que han desplegado un operativo de acompañamiento en barriadas populares de la Parroquia Del Valle, en los municipios Sucre y Simón Bolívar, en Caracas; la Parroquia Petare, en Miranda; y la Parroquia Urimare, en La Guaira.

Entre el 2 y el 5 de mayo del 2020, Blas Radi y Camilo Losada Castilla realizaron una consulta a 80 personas  transmasculinas de Latinoamérica en la cual  identificaron algunos problemas en el contexto de la pandemia. El hallazgo fue publicado en IlgaLac Coronapapers. La falta de cobertura médica, el maltrato en los centros de salud y el faltante de hormonas son parte del repertorio de problemas cotidianos de las masculinidades trans.

Todos estos problemas se agravan si las masculinidades trans que los experimentan están atravesadas por otros ejes de vulnerabilidad. Por ejemplo: si además son personas racializadas, migrantes y/o están privadas de libertad.

Jacob Ellis es un hombre trans afrodescendiente nacido en Nicaragua y actualmente solicitante de refugio en Costa Rica. Diseño: Rocío Rojas

Jacob Ellis es un hombre trans y afrodescendiente nacido en Bluefields, en la costa Caribe del Pacífico Central de Nicaragua. En febrero de 2019 se vio forzado al exilio, en el contexto de las protestas antigubernamentales en su país. Su activismo comunitario y defensa de poblaciones vulnerables le trajo encima a la maquinaria del poder. Fue amenazado de muerte: “Para resguardar y salvar mi vida”, contó, tuvo que migrar a Costa Rica, donde es solicitante de refugio.

La CIDH le otorgó medidas cautelares en septiembre de 2018. Eso lo puso más en evidencia y tuvo que migrar a casas de seguridad dentro de Nicaragua, hasta que finalmente se exilió a Costa Rica. “La gente ve al exilio como lineal y no es lineal: ideologías, lenguas. Nuestras luchas como pueblos indígenas y afro son históricas. Lo mío no es azul y blanco. Lo mío son personas, derechos humanos”, refiere.

La identidad de género no puede disociarse de la historia, la clase, la orientación sexual, la identidad étnica o el país de origen. Además de la crítica situación política en Nicaragua, las violencias que vivió Jacob se multiplicaron por su identidad de género, orientación sexual y color de piel. Ahora en San José, Costa Rica, la discriminación persiste: “Me discriminan no solo por mi orientación, por mi identidad, también por mi negritud”.

Durante estos últimos dos años, desde que se exilió, trabajó a medio tiempo en la limpieza de oficinas. Pero en diciembre de 2020 se quedó sin trabajo y sin seguro médico. “Exiliarse para resguardar la vida afecta emocional y personalmente, con todas las violencias agresivo-pasivas que enfrentamos las personas negras. Todo eso pasa por mi cuerpo”, explicó Ellis.

El coronavirus y las cuarentenas revelaron condiciones que ya existían. Es más, profundizaron las situaciones de desigualdad social, discriminación, racismo y trans-odio. Pero también emergieron respuestas solidarias y redes de activismos que recuerdan una y otra vez la fuerza comunitaria del colectivo trans y LGBT.

Entrevistas:

  • Eliot Gamboa, hombre trans venezolano en Perú – Omarela Depablos
  • Jacob Ellis, hombre trans nicaragüense exiliado en Costa Rica – Karla Pérez
  • Kiyomi Silva, mujer trans peruana en Argentina – Julieta Bugacoff
  • Miranda Prent, mujer trans mexicana en España – Laura Valentina
  • Shayra González, mujer trans cubana en Rusia – María Lucía Exposito
  • Siri Daniela, mujer trans venezolana en Ecuador – Camila Albuj

Este contenido es parte de una cobertura colaborativa entre cinco medios —Distintas Latitudes (México), Morras explican cosas (México), La Antígona (Perú), La Andariega (Ecuador) y Revista Colibrí (Argentina)— de la Coalición LATAM, una iniciativa para impulsar el crecimiento de nuevos medios fundados por jóvenes periodistas. Este reportaje fue posible gracias al Fondo de Respuesta Rápida de Chicas Poderosas e Internews.

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