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Vivas, libres y sin miedo. ¡Así nos queremos! | Revista Colibri
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Vivas, libres y sin miedo. ¡Así nos queremos!

Por Constanza Chávez Flores
Fotografía: Candela Cafiso
Ilustración: Juan Paz14680599_345845319092939_4826712976344045500_n

Cientos de personas se movilizaron ayer con la consigna «Miércoles negro» para seguir luchando contra los femicidios. Hombres y mujeres marcharon para protestar y gritar: ¡Basta de violencia machista!

Todos los hechos y condiciones se dieron para que así sea. Sí, para que así sea. Una vez más las mujeres tuvieron que salir a las calles para luchar por sus derechos, para reivindicar que están dispuestas a darlo todo a cambio de la vida, la libertad y la no violencia.

Después de la huelga nacional de ayer, en la que todas las mujeres frenaron sus actividades de 13 a 14 horas, cientos de personas se congregaron en el Obelisco para marchar hacia Plaza de Mayo. El deseo colectivo era visible,  las gargantas gritaban basta de violencia machista, porque cada vez más mujeres pierden la vida. No obstante, una de las consignas principales era la petición de políticas públicas al Estado Nacional para una intervención más directa en los casos de femicidio.

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“Somos el grito de las que ya no tienen voz”, afirmaba un cartel sostenido por una mujer con los ojos tristes y las manos arrugadas por la lluvia. Es que ya ni eso frena las ganas que tienen estas personas de que se haga justicia de una vez y por todas. Por Lucía, por Melina, por Lola, por Candela, por Natalia, y por todas las que hoy están siendo víctimas de una violencia que parece no tener fin.

“Ni el poder político, ni el judicial, ni la policía, ni la cúpula de la iglesia toma ninguna medida”, reclamó Vilma Ripoll, dirigente del Movimiento Socialista de los Trabajadores – Nueva Izquierda (MST). Mientras ella hablaba, decenas de mujeres de la misma agrupación sostenían un cartel con la frase: “Todas somos Lucía”. Hay cientos de víctimas, pero la humillación y la violencia que tuvo que padecer la adolescente marplatense marcó un límite. Un límite que ya estaba trazado pero que hoy se vuelve a hacer presente.

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“El Estado no brinda la contención que la víctima necesita después de que efectúa la denuncia”, asintió con tristeza Laura Folch, hermana de Marcela que se suicidó en junio pasado luego de sufrir violencia por parte de su marido, quien hoy está libre. Marcela pedía que la ayuden, quería salir de la tortura que ejercía su marido, necesitaba que el Estado la proteja. Pero nada de esto sucedió. Y no soporto más.

La impunidad da lugar a que sigan ocurriendo estos hechos. Ayer, a horas de que comience la movilización, mediante el proyecto de modificación del Ministerio Público Fiscal, se eliminó la unidad especializada en la investigación de femicidios y violencia contra las mujeres. Era la única. ¿La multitud de ayer no representa el pedido? No sólo eso, sino que lo posiciona en un lugar en el que el Estado no debería mirar para otro lado.

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En la misma línea, el Encuentro Nacional de Mujeres que se realizó en Rosario los días 8, 9 y 10 de octubre, y que terminó en represión por parte de la policía, también dio lugar a que el límite haya sido traspasado. Fue una jornada de debates, talleres y exposiciones, donde las mujeres fueron a compartir argumentos, pero todo quedó reducido a la destrucción de la represión. Así como se destruyen las denuncias, las causas, y así como día a día se destruyen a las mujeres.

Alrededor de las 17, la multitud comenzó a tomar magnitud, eran cientos y cientos de hombres y mujeres que gritaban: «¡Ni Una Menos! ¡Vivas nos queremos!». Todos y todas de negro, cantaban y lloraban, gritaban y aplaudían. Con sentimiento, con impotencia, con firmeza.

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Son 50 los ataques sexuales que ocurren día tras día, es un número frío pero real. Durante 2015, fueron 286 las mujeres asesinadas, y desde 2008 el índice de femicidios no disminuye. Aún así, no son sólo las víctimas las que pierden sus vidas. Niños y niñas pierden a sus madres, padres y madres pierden a sus hijas, adolescentes pierden a sus amigas, novios y novias pierden a su pareja. Y así, el dolor se va expandiendo, la indignación se hace más presente y la impunidad también.

 

Los paraguas comenzaban a irse, los subtes a llenarse, las calles a vaciarse. La marcha estaba finalizando, pero la protesta continúa. Continúa por las vidas que se perdieron y por las que todavía se pueden salvar. Porque si de algo tienen que estar seguras las personas que luchan para que esto se acabe, es de que nadie está solo y ayer eso se evidenció.

Así como en Buenos Aires hubo una gran congregación, la movilización también se realizó en distintas provincias del país. Más allá del territorio argentino, la protesta se difundió por toda América: Chile, México, Uruguay, El Salvador, Honduras, Bolivia y Estados Unidos. Además hubo marchas en España, Francia y Polonia. Todos y todas pidiendo lo mismo: «¡Ni Una Menos!»

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