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Cartoneros y recuperadores en Argentina: cooperación, militancia y reciclaje en tiempos de crisis | Revista Colibri
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Cartoneros y recuperadores en Argentina: cooperación, militancia y reciclaje en tiempos de crisis

Por Nicole Martin y Mateo Missio para Distintas Latitudes

 

En un mundo atravesado por la pandemia, cartoneros de Argentina muestran cómo la organización alrededor del reciclaje inclusivo permite avanzar colectivamente en momentos de crisis.

Este texto fue ganador de uno de los estímulos de producción de contenido periodístico otorgados en el marco del #ForoVirtualCOVID19, con el apoyo de la Iniciativa Regional por el Reciclaje Inclusivo.

El mundo produce alrededor de 2,010 millones de toneladas de basura por año, algo así como llenar 800 mil piscinas olímpicas de desechos, según el último informe del Banco Mundial. Debido al crecimiento poblacional y al sistema de consumo, este número podría ascender a 3,400 millones en 30 años. En Argentina,  se genera una tonelada de desechos cada dos segundos, algo así como 1 kilogramo diario por persona, según el Informe del Estado del Ambiente de 2017, elaborado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. Pero en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), el municipio más poblado, el promedio es casi del doble (1.9 kg), lo que lo ubica como la ciudad que genera más Residuos Sólidos Urbanos (RSU) en el país.

El reciclaje es una solución ambiental que puede reducir la cantidad de residuos que se entierran o se desechan al mar. La principal característica del reciclaje en Argentina es la organización cooperativa de “cartoneros”, recuperadores de cartón, un oficio creado a partir de la crisis económica del 2001. Actualmente, son reconocidos como “recuperadores urbanos” y encuentran en la figura de cooperativa una vía para formalizar su trabajo y atravesar los contextos desfavorables, como es la crisis económica mundial por la covid-19.

La CABA es el municipio donde el circuito está más sistematizado y, en promedio, según el Gobierno de la Ciudad, las catorce cooperativas recuperan alrededor de 500 toneladas de sólidos por día, en el contexto habitual. Sin embargo, la pandemia perjudicó su trabajo y tres cooperativas consultadas (Cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste, El Álamo y Recuperando Esperanza) declararon en esta investigación que el volumen de reciclado disminuyó en más de 50% en cada caso a partir del 20 de marzo de 2020, cuando el Gobierno Nacional decretó el aislamiento preventivo, social y obligatorio. Desde entonces, la cuarentena se flexibilizó en diversas partes del país, pero en CABA y Provincia de Buenos Aires (PBA), continúa siendo estricta, dado que es el área que concentra 86% de los casos confirmados acumulados, según el último Boletín Epidemiológico Nacional.

Aunque la recolección de residuos se declaró como una actividad esencial en todo el país desde mediados de marzo, los seis mil recuperadores urbanos de la Ciudad están con actividades mínimas, únicamente autorizados a trabajar con algunos comercios autorizados y con una distribución de trabajo de uno o dos días a la semana. La cuarentena minimizó su actividad por dos puntos fundamentales: primero, porque muchos se movilizan desde la Provincia (es decir, desde las afueras de la Ciudad) y las restricciones perjudicaron la circulación de los enormes camiones que cruzaban hacia la ciudad de Buenos Aires. Y segundo, porque el nuevo contexto alteró la conducta de la población, que descuidó la separación de basura.

La Cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste (RUO) es una de las más grandes del país y cuenta con una estructura de proyectos sociales que organiza actividades educativas y de fomento para los más de mil socios. Antes del 20 de marzo de 2020, la cooperativa lograba procesar ochenta toneladas mensuales pero, en junio, solamente registró 12 toneladas de material reciclado, una disminución de 85% porciento. Aún así, Eduardo Marcelo Catalano, referente y coordinador de proyectos sociales en la cooperativa, enfatiza los beneficios del asociativismo y manifiesta que la organización es la que sostiene la calidad de vida: “Estar organizados significa acceder a un universo al cual aquellos recuperadores independientes no acceden, nos da una estructura política, social y organizativa que nos permite articular con otras cooperativas y negociar con el gobierno de la CABA mejoras en el trabajo”.

Fotos: Facundo Cardella (Cooperativa Recicladores Urbanos del Oeste)

En la Ciudad, los recuperadores urbanos organizados acceden a descuentos sociales en transporte público, uniformes, incentivos económicos y cobertura médica. Las cooperativas de reciclaje surgieron a partir de la crisis económica y social del 2001 y en CABA se les dio un marco legal con la Ley 992, sancionada en diciembre de 2002, que ha marcado la historia del sistema de reciclado en la ciudad, pero también de la vida de miles de trabajadores de la Provincia de Buenos Aires. Esta norma creó el Programa de Recuperadores Urbanos (PRU), que adjudicó la gestión de residuos reciclables a cooperativas de cartoneros y cartoneras y, al mismo tiempo, formalizó por primera vez a miles de trabajadores.

Además de los incentivos arriba descritos, el cooperativismo les permite acceder a un incentivo económico del Gobierno —que ronda el salario mínimo vital y móvil en la Argentina—, pero también organizar proyectos a beneficio de los recuperadores. La cooperativa RUO, por ejemplo, cuenta con una Escuela primaria propia, para que los socios logren terminar el tramo educativo. En una de sus plantas, ubicada en el Bajo Flores, cerca de una de las villas más grandes de la Ciudad, la 1.11.14, también organizaba una cocina donde, en épocas pre pandemia, diez cocineros le daban de comer a 250 personas por día. El aislamiento los atravesó también porque, cuenta Catalano, estaban realizando una capacitación gastronómica para mejorar la calidad de los alimentos, que tuvo que ser suspendida.

Los llamados recicladores “de a pie” de RUO, que recorrían los barrios en búsqueda de reciclables, esperan la autorización del Gobierno de la Ciudad para poder volver a circular, mientras que sobreviven con el incentivo económico. Antes de las medidas preventivas, realizaban los servicios de Recolección Domiciliaria puerta a puerta, mientras que los grandes camiones acompañaban con la Recolección a Generadores Especiales y todos centralizaban en un inmenso predio en el Barrio de Caballito, donde un mural de casi cien metros retrata a personajes de la cultura popular Argentina, como el Indio Solari, Charly García, Luca Prodan, María Elena Walsh, Mercedes Sosa, Diego Maradona, entre otros y otras.

Los cartoneros de esta organización provienen de la zona oeste del Conurbano bonaerense y se trasladaban en la Línea Sarmiento. Allí comenzaron a organizarse desde la perspectiva territorial, encontrados en el llamado “Tren Blanco”, que reunía a desocupados y desocupadas de la Provincia de Buenos Aires. Por el 2001, miles de familias esperaban con sus carros desde temprano en los andenes para subirse a algún vagón, para viajar a la Ciudad en búsqueda de cartón; en medio de la crisis económica más aguda del país, el precio del reciclable iba en ascenso. “Antes del 2001, no había cartoneros ni tampoco una política de recuperación de materiales secos en la ciudad, fue la crisis la que empujó a 50.000 personas a buscar primero comida, después cartón”, recordó el referente de RUO.

“Acá, en el barrio, bajaban del tren unos 300 cartoneros y sus familias”, relató Alicia Montoya, directora del Centro Verde Diego Duarte, donde trabaja la Cooperativa El Álamo. Esta organización trae otro ejemplo del carácter social de las cooperativas de recuperadores. Ubicada en el barrio porteño de Villa Pueyrredón, que está en el límite con la Provincia de Buenos Aires, surgió como iniciativa de la Asamblea de Vecinos de Villa Pueyrredón. Durante la crisis, las familias llegaban a la Capital para conseguir sustento y desde la Asamblea, los integraron. Comenzaron con una huerta comunitaria y un comedor para niños y, más tarde, surgió la iniciativa de tratar los residuos, orientados por un especialista del barrio.

En 2001, los dueños de los grandes depósitos llamados “galpones” a donde iban a parar todos los materiales recuperados, eran quienes se quedaban con el mayor beneficio económico, por lo cual comenzaron a desarrollarse las cooperativas de trabajo, que comercializan directamente con el Estado. “Las cooperativas siempre han estado organizadas por militantes sociales y políticos. No conozco ninguna cooperativa que se haya formado sólo por cartoneros sin el impulso de los militantes progresistas”, opinó Alicia Montoya.

El trabajo del Álamo se vio gravemente afectado por el aislamiento social, preventivo y obligatorio ordenado en marzo de 2020. Antes de la cuarentena, procesaban un promedio de 400 toneladas por mes, pero en junio, registraron entre 150 y 180 toneladas. Montoya declaró que “las dos primeras semanas de la cuarentena, la actividad fue nula. Con el asesoramiento de una infectóloga armamos un protocolo de trabajo, tanto para los camiones de recolección como para procesar los residuos en la planta”.

En todo el país, la Ley 25.916 de Gestión de residuos domiciliarios, sancionada en 2004, establece la ejecución de “presupuestos mínimos de protección ambiental para la gestión integral de residuos domiciliarios”, que comprende varias etapas: generación, disposición inicial, recolección, transporte, tratamiento y disposición final. En cuanto al órgano ejecutor, no hay ninguna institución encargada de dar cumplimiento a la Ley, sino que son las autoridades de jurisdicciones locales los órganos competentes de otorgar estos presupuestos y sancionar leyes municipales que reglamenten los procedimientos.

Por ejemplo, CABA cuenta con la ley 1.854 de Gestión de los Residuos Urbanos (Basura Cero), sancionada en 2006, que propuso la progresiva reducción de la cantidad de basura que se entierra mediante el crecimiento de las industrias asociadas al reciclado y la reducción en la generación de residuos. Sin embargo, aún catorce años después, los objetivos de la ley están lejos de cumplirse. Mientras que una de sus metas era la reducción escalonada del entierro de basura del 75% para 2017, en 2017 el Gobierno de la Ciudad sólo logró reducir un 26% del entierro de residuos. Es decir que no cumplió ni siquiera el primer objetivo del plan.

Tanto en CABA como en 51 municipios de la PBA, es la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE) la empresa estatal que centraliza los residuos sólidos. Aunque su gestión tenga el mismo destino, tanto en la Provincia de Buenos Aires como en la Ciudad de Buenos Aires, la realidad de los trabajadores en las dos jurisdicciones es diferente. Mientras que en la Ciudad se abona un estímulo mensual por el servicio público -que se mantiene en cuarentena-, en la Provincia de Buenos Aires, afirma Carlos Alberto “Beto” Soraire, Presidente de la cooperativa “Recuperando Esperanza”, no sólo no hay trabajo por el aislamiento sino tampoco ninguna ayuda del gobierno.

La cooperativa, integrada por cincuenta socios, está asentada al sur de la capital, en un galpón de Avellaneda y otro en el Puerto Viejo, en el barrio de La Boca. Entre las pintorescas casas pintadas de colores y los turistas que sacan fotos al paisaje desde el Riachuelo, se encuentran los grandes establecimientos donde los recuperadores hacen el proceso de reciclaje. En el caso de “Recuperando Esperanza”, el punto de acopio está en la zona entre Bernal y Villa Itatí, uno de los lugares más golpeados por la covid-19.

La cuarentena los afectó profundamente. Antes de la pandemia recuperaban cincuenta toneladas por mes, en junio y principios de julio no llegaron ni a las 10 toneladas. El aislamiento tampoco les permite juntarse y compartir el sustento en comidas comunitarias. Todas las actividades se vieron suspendidas por el aislamiento, a excepción de la olla popular (comedores comunitarios) que se mantiene dos veces por semana en articulación con otra cooperativa. La larga mesa de reunión se reemplazó por una fila distanciada, donde las personas llegan con un tapper de plástico a calmar la necesidad.

“Casi siempre seguimos de largo al mediodía sin almorzar, tomamos mate o comemos un pan, antes comíamos todos juntos en el galpón, pero ahora lo poco que tenemos lo tenemos que traer a la casa”, dijo el Presidente de la Cooperativa, en referencia a las consecuencias de la falta de trabajo y aclara: “Está todo parado, hay que pagar los gastos fijos, no nos bajan ningún subsidio y estamos muy complicados. Los pocos ingresos que podemos tener, los tenemos para la casa de cada uno”.

Sólo seis recuperadores de la cooperativa están en actividad, alcohol en gel y guantes mediante. Y aunque están realizando trámites para recibir subsidios nacionales de emergencia, todavía les resta vencer la burocracia.“Hasta ahora, no cobramos ni un peso”, sentencia Soraire. Se ven especialmente perjudicados porque la zona donde trabajan es foco de coronavirus. En Villa Azul, donde suelen hacer recolección, el gobierno de la PBA estableció dos semanas de confinamiento total a principios de junio, preocupados por los 344 infectados y dos muertes por la covid-19. El barrio estuvo vallado y custodiado por policías hasta el 8 de junio, cuando la medida pasó al aislamiento focalizado, únicamente de los casos positivos o sospechosos.

En los 135 municipios de la PBA, el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS) es la institución que certifica y aprueba los procesos de reciclaje de las cooperativas. Por la pandemia, estableció el 19 de marzo que los residuos provenientes de la recolección diferenciada deberán estacionarse un mínimo de doce horas antes de ser manipulados. Además determinó que en «las plantas de clasificación y galpones de acopio se deberán realizar descacharreos y desinfecciones periódicas».

Los “puntos verdes” son lugares de recolección de materiales reciclables como papel, cartón o vidrio, pero también residuos de aparatos eléctricos y electrónicos. Principalmente, se trata de containers ubicados en Plazas y Parques que permanecen cerrados por el peligro de propagación del virus, tanto en CABA como en la PBA.

Pero incluso en pandemia, un caso modelo en el país es el del Instituto para el Desarrollo Sustentable de Rafaela, en la provincia de Santa Fé. Además de gestionar una planta de reciclado en la cual trabajan 3 cooperativas de recicladores que procesan 200 toneladas de residuos por mes, cumple con trabajos de formación en centros educativos donde aseguran alcanzar anualmente a más de 20 mil niños, niñas y jóvenes con programas de educación ambiental. Fuentes del instituto afirman que la cantidad de toneladas recuperadas no disminuyó a partir de la cuarentena, pero sí hubo menor calidad en la separación en las casas.

“Llegaban bolsas de residuos recuperables más sucios, mezclados con otros residuos orgánicos que a lo mejor antes llegaban en mejor estado, con mejor calidad de separación”, sostuvieron desde el área de prensa del Instituto. Cuando empezaron a notar que los residuos llegaban en mal estado, especialmente las primeras dos semanas de cuarentena, iniciaron campañas de información y concientización a través de plataformas digitales para que los vecinos se enfoquen en seguir separando los residuos. En CABA, desde la cooperativa RUO manifestaron preocupaciones similares.

“El trabajo de las cooperativas de recuperadores urbanos es fundamental para el ecosistema urbano por su tarea de recuperación, pero también podemos hablar de las campañas de comunicación, de los programas con los que abordan las problemáticas de sus compañeros y compañeras, entre otras cosas”, afirmó también Ana Luz Vallejos, co-directora de Feriado al Planeta.

La organización Feriado al Planeta, con sede en Argentina, Bolivia y Colombia es un equipo interdisciplinario dedicado a desarrollar programas y contenidos que promuevan el reciclaje. Su labor en educación está orientada a niñas, niños y jóvenes en las 38 villas y asentamientos precarios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Aunque están sin actividades por la pandemia, normalmente trabajan con cooperativas de reciclaje de todo el país.

Para Maria Paz Caruso, del Instituto para el Desarrollo Sustentable de Rafaela, el reciclaje viene a ser parte de un verdadero modelo de desarrollo sostenible, que permite menos generación de basura, pensar a los residuos como un recurso y la posibilidad de generar empleo y un marco social para la inclusión laboral. “Este sistema de separación y recupero, para luego permitir el reciclaje, genera beneficios sociales que cuesta encontrar en otros modelos”, concluyó.

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Este texto forma parte de Nada es basura, una serie sobre cómo es, qué pasa y quiénes están en el ecosistema del reciclaje en América Latina. ¿Qué posibilidades existen para personas, gobiernos, empresas y organizaciones en la basura? 

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