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Reciclado comunitario: la Ecocasita que se convirtió en un punto verde | Revista Colibri
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Reciclado comunitario: la Ecocasita que se convirtió en un punto verde

Por Charo Zeballos

¿Puede un proyecto de reciclado cambiar la realidad de un barrio? La comunidad de la “Ecocasita”, en Villa Alba, La Plata, piensa que sí. Con amplio conocimiento de la implicancia de una propuesta socio-ambiental y de las grandes necesidades materiales y humanas que conlleva, decidieron levantar un lugar de referencia ecológica, que articula diferentes productivos dentro de espacio conocido como “La Casita de los Pibes”. 

Para entender un poco más, Pedro y Julia, parte del grupo de la Ecocasita, explicaron a Revista Colibrí la conformación del mapa: el productivo está inserto en Villa Alba, en el marco de “La Casita de los Pibes”, un proyecto  sociocomunitario, parte de «Lxs cuidadores de la casa común», con y para les pibis del barrio y sus familias, que aglutina espacios de alimentación, contención, educativos y productivos de trabajo. El punto verde no nació como una idea aislada, sino que se entrama con intereses diferentes que ya circulaban en el espacio. 

“Distintos intereses vinculados a lo ecológico, desde el Plan FinEs, cartoneros, ecobotellas, el grupo Scout, coincidieron en un grupo que empezó a pensar en lo ecológico en el barrio”, contó Pedro. 

De esa forma, proyectaron ideas que involucran el trabajo de les cartoneres y las problemáticas específicas de las personas, y se les ocurrió utilizar los residuos que más abundan: los plásticos. Se convirtieron en punto de recolección de lo que llamaron botellas de amor (donde se acumulan muchos envoltorios dentro del envase).  Pero, para ir más allá, había que darle un uso a esos plásticos y que ese uso sirviera a la comunidad. Por eso comenzaron a fabricar ecoladrillos, con la enorme ambición de colaborar en las problemáticas de vivienda desde el reciclado

Ecoladrillos no es lo mismo que ecobotellas (o botellas de amor), la gente se confunde pero para hacer lo primero se necesitan materiales de construcción, varias máquinas y personas trabajando. Dicho de otra forma, se necesita, más que buena voluntad, inversión material y humana: “Pensamos que un objetivo así podía ordenarnos mejor que hacer únicamente talleres ecológicos en el barrio. A partir de eso empezamos a articular con otras redes. La experiencia de ecoladrillos estuvo muy buena en tanto activó un movimiento ambiental”, explicó Pedro. 

Ecoladrillo

El proceso  de reconversión socio-ambiental-económica “en la práctica fue imposible porque el nivel de tiempo de producción es altísimo y no rinde económicamente ni rinde en la construcción”, continuó y agregó que se trató de una buena experiencia, pero que se requiere de un espacio y una ingeniería de construcción muy difícil de alcanzar sin una inversión muy grande. 

Muestra en un punto que lo ecológico, lo verde, lo ambiental, requiere predisposición y dinero. Es posible hacerlo en lo casero pero es mucho tiempo y poco rendimiento, sirve para hacer una casa, una cosita con barro, pero a gran escala implica un financiamiento que alguien tiene que hacer, sea el estado o la deuda ecológica”. 

Reciclaje comunitario

Julia agregó a la conversación la necesidad de pensar el reciclaje en el marco de lo comunitario. En el caso de “La Casita de los Pibes”, como la propuesta en sí es con les otres, como cualquier experiencia promovida desde ese lugar se piensa primero en colectividad. “Es cercano a la idea del ecopunto y es una estrategia para que las personas conozcan la alternativa de lo que es reciclar a partir de una experiencia colectiva”, explicó. 

De esta forma, no se trata de dar indicaciones a las personas para que individualmente trabajen en sus casas, sino plantear algo desde el territorio, que impacta en lo individual, en la materialidad de los residuos, pero el impacto más grande se da en lo colectivo. “La acción individual forma parte de todo un eslabón de procesos que ponen al sujeto en el lugar de la acción directa, que cada cual pueda hacerse cargo de sus propios residuos y llevarlos a un lugar tiene que ver con la lógica del reciclado que es una conciencia de los usos y de los materiales”, enfatizó. 

La perspectiva ambiental se inserta en dinámicas más complejas, su incorporación a consciencia tiene que interpelar en muchos niveles. Por este motivo, Julia resalta el alto porcentaje de “greenwashing” o ecoblanqueo, que existe en las acciones ambientales, generalmente por parte de las empresas contaminantes, donde aquello que promocionan es incomprobable o carece de una verdadera intencionalidad de transformar la realidad. 

“Una empresa de gaseosa incentiva a que productivos como el nuestro reciclen sus botellas para hacer pellets, pero en el momento en que le sale más barato comprarlo afuera lo hacen y el productivo se queda sin vender. Eso no solo genera desgaste en las organizaciones, sino que provoca muchos mitos alrededor del reciclado, en el que la gente escuchó que en algún lugar tratan los residuos pero no sabe dónde acercarlos.  Es porque muchas veces los proyectos se caen porque no pueden competir con la lógica del mercado”.  

En el vínculo entre estado y comunidad, sostienen, es clave producir el trabajo en función de lo ecológico y medioambiental inserto y articulado en la economía popular. “Es la que se está ocupando de eso y quien más conoce ese mundo. Muchas veces el movimiento ecológico tiende a no ver el rol efectivo del trabajador urbano en el reciclado”, comentó Pedro. Sostuvo que es necesaria una articulación de demandas, de intereses ecológicos y económicos: “la apuesta es reciclar reconociendo a quien lo hace, generando trabajo digno”. 

Hacer madera con plástico

En la misma línea comunitaria, la Ecocasita encara un nuevo proyecto que continúa la primera experiencia de los ecoladrillos: la ecomadera. Se trata de una técnica, que requirió una gran inversión en máquinas, tiempo y conocimiento de técnica y  logística para crearlas, mediante el cual van a compactar el plástico para generar un material resistente. 

“No es que solo somos unos ecologistas, sino que también somos personas que forman parte de una organización más grande que piensa proyectos que puedan cautivar o generar compromiso con la vida de los jóvenes”, sostuvo Julia en referencia a la necesidad del productivo de ofrecer una estabilidad en las proyecciones. 

La ecomadera permite realizar sillas, mesas, platos, hasta vigas de construcción. Se trata de generar experiencias micro que sirven para pensar en propuestas más amplias, donde los comedores, los municipios, las escuelas,  puedan usar elementos de plástico reciclado. Para llegar a esa instancia es necesario que exista una predisposición desde lo estatal, para reconocer ese trabajo y generar la demanda.

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