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Reverberando de Bali a Argentina, entrevista al Club del Gamelan en Arte Para el Café | Revista Colibri
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Reverberando de Bali a Argentina, entrevista al Club del Gamelan en Arte Para el Café

Entrevista y fotos Paula Colavitto
Diseño Portada Flor Nicolini

Club del Gamelan en Planta Inclán - Foto: Paula Colavitto

Club del Gamelan en Planta Inclán , 2022


La sala está vacía de músiques pero llena de instrumentos poco convencionales. Las personas que llegan comienzan a ubicarse en semicírculo rodeando los instrumentos, se sientan en el piso. Hay silencio y quietud, pero a lo lejos se escuchan cantos y aullidos, algo pasa en camarines. El clima no parece el de un show musical, sino de algún otro tipo de experiencia vital, hay un aura meditativa pero a la vez expectante.

Entonces entran elles, son once artistas, se trata del Club del Gamelan, un ensamble que reinterpreta obras tradicionales de gamelan balinés. En la orquesta conviven instrumentos clásicos de Indonesia con diseños experimentales construídos en Buenos Aires como gongs electroacústicos, amortiguadores de autos y ollas amplificadas.

En conversación con Revista Colibrí, su fundador, Juan Pablo Pereyra y sus compañeres, cuentan más sobre este ensamble, que surge en 2019 y es el primer exponente de este tipo de música en Argentina.

 

Juan en el ritual previo a la tocada

– Juan, ¿cómo fue tu primer contacto con este tipo de música?, ¿qué emociones te atravesaron?

Fue en 2015, cuando una conocida compartió en facebook un video en calidad VHS de una enorme orquesta, compuesta por montones de personas tocando instrumentos de placas metálicas, gongs y pequeñas ollas, en algún lugar de lo que en ese momento parecía para mi ser Asia. La contundencia de lo que esta gente estaba tocando, la fuerza de la música, la sincronía entre el grupo y la destreza con que golpeaban los instrumentos, me dejó completamente impactado. Hacer una música así, que comulgue lo ruidoso con algo melódico y a la vez tan cautivantemente hipnótico, era uno de los sueños de mi vida.

Años después, mi gran amiga Natalia Spiner, quien hoy integra el ensamble, me compartió que estaba con ganas de viajar a Indonesia a participar de una beca de estudios de un año en música tradicional de Indonesia, Gamelan o Karawitan. Comenzamos juntos a investigar sobre el tema y pronto dimos con el dichoso video que me había cautivado. Se trataba del Gamelan Gong Kebyar, el principal estilo de la isla de Bali.

Tras muchas dudas sobre si me animaba o no a viajar tan lejos solo, en 2018, resulté ganador de la beca Darmasiswa y, con cierto temor pero mucho deseo, emprendí el viaje a Indonesia.

– Desde ese viaje a Indonesia hasta acá, a lo que fue la vuelta a Buenos Aires y llegar a formar lo que es hoy Club del Gamelan, ¿qué cosas tuvieron que pasar?

Uf, muchísimo. En principio, llegar a Bali fue una experiencia muy impactante, transformadora. Es una cultura muy distinta, muy viva, en donde la religiosidad, el espiritismo y el agradecimiento hacia las fuerzas de la naturaleza están completamente integrados a la vida cotidiana; y en donde la música, la danza, y las artes en general son solo un aspecto más de esa práctica devocional y religiosa que empapa cada acción que se realiza. Vivir un año en Bali fue una continua zambullida sonora, paseando por la isla, escuchando y conociendo todos los tipos de gamelan posibles.

En segundo lugar, todo el aprendizaje que recibí en las instituciones que me alojaron. En ISI Denpasar, el Instituto Nacional de Artes de Bali, donde me llevo la beca y por sobre todo en Sanggar Narwastu, una escuela local que quedaba a pocas cuadras de mi casa, y que al día de hoy congrega aún a toda una comunidad internacional de artistas reunidos en torno a las artes y al Gamelan.

Traer algo de esa experiencia a Buenos Aires, mientras yo estaba aún allá, resultaba en mi imaginario difícil y utópico, fue fundamental la arenga de Sebastian Rey y Juliana Ossés, colegas de la Licenciatura en Musicoterapia, quienes se convirtieron desde entonces en co-gestores del proyecto. Elles me ayudaron a recaudar plata en Buenos Aires para comprar los instrumentos originales desarmados y me alentaron a llevarlos hacia allá, lo que decidí hacer envolviendo cada una de las pesadas placas de metal en remeras y ropa. Llegué así a Buenos Aires en Julio de 2019 cargando 80 kilos de placas de hierro en la valija.

Después vino la pandemia y el proyecto estuvo parado casi un año, hasta que finalmente se reactivó con ayuda de toda una red internacional de amigxs que me hice durante el viaje en Narwastu, y que colaboraron desde el extranjero con pequeños aportes para que podamos construir el mobiliario de la orquesta.

El Club del Gamelan nació así como una experiencia pedagógica, una plataforma de talleres que lancé en redes y a la que se acercaron amigues y algunes desconocides; pero rápidamente se convirtió en otra cosa: Devino pronto en un colectivo de artistas muy comprometido a comprender y contagiar la esencia del gamelan balines, que es justamente ese hacer musical colectivo, un hacer que está vivo, tejiendose entre todxs y reverberando en el sonido del Gamelan.

– ¿Cómo es hacer este estilo de música, que trae arraigado tanto de otra cultura, en un territorio como lo es la ciudad de Buenos Aires?, ¿cómo describirían esa alquimia?

La afinidad de todo el grupo por la música experimental y de vanguardia fue fundamental para que pudiéramos apropiarnos de esta música de una manera respetuosa y a la vez auténtica para con nuestras subjetividades occidentales.

Entendemos que no somos un grupo que reproduce el folklore de otro lugar, cosa que sería imposible de hacer bien porque no nacimos ni crecimos allá, sino que nos nutrimos de este para intentar crear algo nuevo. En ese sentido, el concepto de re-interpretación nos resulta clave.

Nuestro repertorio se encuentra compuesto en partes iguales por fragmentos de piezas tradicionales que en Bali son de uso religioso, y que nosotres intentamos tocar lo más fielmente posible, con el mismo espíritu de ofrenda que las mantiene vivas alla; y otras que son de composición más reciente, secular, y estas últimas son las que nos animamos a interpretar con más libertad, habitando los márgenes y cambiando pequeñas cosas de acuerdo a cómo las vamos sintiendo, introduciendo quizas elementos que originalmente no estaban o modificando pequeñas pautas de regularidad.

Sentimos además una cierta cercanía entre los timbres y las estructuras del gamelán con la música electrónica, cosa que nos gusta acentuar en la manera de tocar, y también en la elección de los artistas con los que compartimos escena, que pertenecen en su mayoría a la escena porteña de electrónica experimental como Jorge Crowe, Proyecto Gomez Casa, Morita Vargas, Nancy Banda, Tomy Sainz & Pablo González, entre otres con los que siempre nos gusta concluir los shows en una suerte de jam final.

Creo que en ese ir mezclando ambos tipos de sonoridad, se va armando la alquimia que busca darle autenticidad a lo que hacemos. De a poco tenemos ganas de seguir indagando en la composición colectiva y grupal, pero de momento sentimos que aún nos queda mucho por aprender de la fuente original.

 


– En una nota mencionaron que, a lo que ustedes hacen, lo llaman
“punk balinés”, ¿cómo sería eso?

En primer lugar, eso del punk se vincula con la esencia del Gong Kebyar, que es uno de los ensambles de construcción más recientes en Bali.

Cuenta la leyenda que cuando Bali es invadida por los holandeses a principios de 1900, la mayor parte de los balineses funden el bronce de sus instrumentos más tradicionales, buscando de algún modo evitar que se apropien de su cultura, y con ese mismo bronce empiezan a crear instrumentos nuevos, llegando a lo que hoy es el Gong Kebyar. Es decir que en su esencia el Gong Kebyar es una suerte de resistencia cultural, y eso se evidencia en el estilo de la música, ruidosa, rápida, cambiante, por momentos difícil de escuchar. Una suerte de protesta, que a su vez trajo mucha libertad creativa y en eso yace la analogía con el punk como forma de protesta y como quiebre creativo en relación a las formas estéticas previas es bastante atinada.

Si bien existen en todas las embajadas de la región latinoamericana ensambles que tocan gamelan tradicional de Java, coordinados por profesores de Indonesia y también locales, como por ejemplo nuestros colegas de Sang Bagaskara en Argentina, el estilo de Java es mucho más lento, meditativo y parsimonioso (¡también hermoso!), en relación a estas músicas que son las que más se conocen por acá sobre Gamelan, sentimos que lo que nosotres hacemos es bastante Punk.

También lo decimos en relación a nuestra propia forma de tocar, autodidacta, autogestiva, algo noisera, DIY (do it yourself, (hacelo vos misme, serían las siglas en español). La esencia del DIY es la esencia sobre la que se armó este ensamble. 

Los muebles que soportan nuestros instrumentos fueron construídos por un carpintero amigo, el gran Santiago Rey, de manera muy austera en relación a cómo se arman esos muebles en Indonesia, son prototipos, están sujetos al cambio y requieren constantes reparaciones. Lo mismo con los resonadores, y por sobre todo, con nuestro set de gongs. 

Traer los gongs originales del gamelán, que son unos instrumentos enormes y muy pesados, era algo imposible, por lo cual pensamos alternativas y la primera que vino fue el nombre de Diego Dubatti, un escultor y artesano muy punk que vive en La Paternal. Él construye desde hace años unos instrumentos muy especiales con amortiguadores de autos amplificados con solenoides de lavarropas que tienen un sonido idéntico al de un gong. Trabajamos juntos para llevar el sonido de sus diseños hasta empatar exactamente las notas y la oscilación tímbrica del set de gong balines, y finalmente alcanzamos lo que queríamos, un set de instrumentos electroacústicos que hacen las veces de gongs, llenando ese lugar de graves profundos. Están montados sobre soportes de lavarropas y también incluyen lámparas recicladas, ollas que recauchutamos de un local de descartes que buscamos afinaran con los instrumentos originales… todo muy punk.

– ¿Qué significa para ustedes hacer música de forma colectiva y comunitaria? 

Kebyar significa en balines “prenderse fuego”. El acontecimiento de hacer música colectiva es prenderse fuego, explotar juntos. Siempre que nos reunimos y, por sobre todo, cuando hay público enfrente, sentimos que algo estalla, de la mejor manera, contagiando al resto con ganas de hacer algo también.

También hay algo de la música de tradición oral que es interesante en ese sentido. Son músicas que no están escritas, que se enseñan de persona a persona cómo se enseñan aca en latinoamerica las músicas andinas de los sikuris o los toques de tambor del candombe. Hay algo ahí que requiere una actitud colaborativa, de compartir lo que une entendió a otres.

 

Juli Ossés tocando para el Club Del Gamelan, Planta Inclán 2022

Juli Ossés, co-fundadora del ensamble, agrega:

”Ser en la música con otres es abrir todos mis canales a intercambios que exceden lo sonoro. Es entrar en comunión compartiendo un lenguaje común y primitivo del experienciar musical que además nos vincula con la historia que cada une de los integrantes trae, además de nuestra historia evolutiva. Ser en la música es dejar que mi sonoridad se entrame con la frecuencia de quienes me rodean y suenan conmigo, armar juntxs un pulso que aune nuestras voces, la de los gamelan y respirar los ciclos. Desmenuzar sus partes para saciar un poco el intelecto occidental y después entregarnos acompañadxs de las entidades protectoras, demonios y deidades en un trance hipnótico que se va gestando como obra abierta junto a las personas que están regalándonos su energía en forma de atención respetuosa y curiosa. Así creo que vamos descifrando memorias colectivas que traen las misteriosas polifonías balinesas, con todo su bagaje cultural y conversan con las memorias colectivas de nuestra tierra, con nuestra forma de habitar la música y los elementos discursivos que la atraviesan.
Además la cualidad grupal intrínseca del gamelan, nos abrió la posibilidad de compartir talleres grupales para músicxs y no músicxs, infancias e integrar la muestra del Laboratorio de Investigación Sonora E.S.CU.C.H.A en el CCK durante el 2022”. 

«Pienso a las músicas comunitarias cómo una gran forma de representar el entramado que une a los seres vivos, dentro del cual cada uno ocupa un lugar y un rol funcional al todo. Está representación nos permite recordar otras maneras de habitar está tierra, donde lo colectivo prima sobre lo individual y donde la música es el lenguaje que mantiene viva esa costumbre», concluye Mariano Marin, integrante del Club del Gamelan.

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ARTE PARA EL CAFÉ  es una sección de arte y cultura semanal impulsada en 2023 y curada por Carla PeverelliPaula Colavitto.

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Mini bio de la autora: Paula Colavitto es co-fundadora de Revista Colibri.  Es viajera y  artista multidisciplinaria: fotógrafa, realizadora audiovisual, performer, poeta y cantante.
guarda
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