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Socorristas, un lugar llamado empatía | Revista Colibri
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Socorristas, un lugar llamado empatía

Por Florencia Da Silva

Ilustración de Sofía López Marson

 

Vinieron para habitar el espacio que el Estado no termina de ocupar. Son la voz que trae alivio para les que tienen miedo e incertidumbre. Ayudan desde sus teléfonos a personas que no conocen y empatizan con sus relatos. No piden explicaciones. Solo tienden su mano para sacarle oscuridad a lo que tanto se quiso tapar. Las socorristas son el ejemplo de lo que es la sororidad. Porque son los cuerpos con útero los que padecen los juicios o los obstáculos por querer abortar y son las socorristas las que abrazan ese caos y lo transforman. 

Hace dos años que se debatió la legalización del aborto en el Congreso. Hace dos años compararon a las mujeres con perras y con marsupiales. Hace dos años Rodolfo Urtubey  dijo que en los casos de abuso intrafamiliar, a veces, «no hay violencia». Y hace dos años estuvimos cerca. Pero no fue. Mientras tanto, hasta que se reabra el debate de la Ley, la ILE y las socorristas son la herramienta para que las personas gestantes puedan decidir sobre su cuerpo. 

En Argentina, a partir del fallo FAL de 2012, la Interrupción Legal del Embarazo se aplica si fue producto de una violación -sin necesidad de la denuncia previa-. Luego de la actualización del Protocolo de Interrupción Legal del Embarazo en 2019, además, es legal si está en riesgo la salud de la persona gestante.

Sin embargo, la situación varía según el lugar. Hay provincias que adhieren, otras que cuentan con normativa propia y otras en las que no hay ninguna de las opciones anteriores.

Una de las provincias que no adhieren al protocolo es Corrientes.

Palito es parte de la grupa de Socorristas en Red de Corrientes. Se enteró de que el socorrismo existía en el Encuentro de Mujeres de Mar del Plata, en 2015. Cuando llegó a su ciudad, lo primero que hizo fue contarle a sus compañeras militantes y comenzaron a planificar para empezar a socorrer. En el proceso de investigación, se encontraron con que ya existía. Estaban hace poco tiempo y eran tres. La participación de Palito fue gradual. En un principio prestaba su casa para hacer algunos acompañamientos, que se hacen cuando la persona no tiene donde hacerlo.

 

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En los inicios, las llamadas que recibían eran pocas y compartían la línea con sus compañeras de Chaco. Pero llegó el debate sobre la legalización del aborto en el congreso y el teléfono comenzó a sonar cada vez más. Las encuentran en las
redes sociales o a partir de las manifestaciones que se hacen en la provincia. Y a pesar de que viven en una sociedad conservadora y religiosa, no son anónimas. 

A la clandestinidad no volvemos. Queremos sacar del clóset al aborto”, proclama Palito. 

 Ahora Palito es telefonista y atiende a las personas que quieren saber sobre cómo abortar. Desde que empezó la pandemia, atendieron a más de 200 personas, aunque no todas abortaron. La línea pública la atiende durante tres horas y sólo cuando está en su casa. Pero el acompañamiento lo hace a toda hora: en el gimnasio, tomando una birra con amigas y en cumpleaños. Hay días que arde la línea. Hay semanas que los acompañamientos son 10 y otras que sólo son 3.  Escucha a personas que están desesperadas y nerviosas porque tienen miedo de que las descubran, que las denuncien, que las vea el marido que le prohibió abortar o que se entere el papá.  

Hay momentos que el teléfono le da fobia. Palito cuenta entre risas que hay instantes en que quisiera taparse los oídos y ponerse en un rincón oscuro, lejos de las notificaciones y las llamadas. Es el cansancio normal de cualquier trabajo en el que se pone el alma y el cuerpo al servicio de ansiedades y preocupaciones. Para que la angustia no la invada va a visitar al río, para que sus aguas la relajen, o se junta con amigas por fuera de la red,  porque siempre prometen no hablar del tema pero nunca lo cumplen.    

Una de las historias que más le impactó sucedió durante la cuarentena. Una adolescente de 16 años había sido abusada y tenía un embarazo muy avanzado. Ya no la podían ayudar. Entonces llamaron al estado, a la línea de Salud Sexual y Reproductiva nacional, para ver qué solución le podían dar o qué tipo de información le podían ofrecer. Sus padres no sabían nada, sus amigas tampoco.  Ella no tenía a nadie y Palito junto a sus compañeras ocuparon ese espacio. 

Al poco tiempo, se dieron cuenta que llamar al Estado fue un error. Salud Sexual y Reproductiva de Corrientes tomó de caso: llamaron al Hospital Vidal para que le hagan controles médicos a la joven, pero a los días fueron a su casa una trabajadora social y una psicóloga, dijeron que eran del hospital y que venían por una denuncia del 0800. Pero nadie había denunciado nada. Quienes iban a ayudar, invadieron la intimidad de la adolescente, la interrogaron y pidieron hablar con el papá. Ella no quería.

– Llama a tu papá que tenemos cosas que decirle. 

“Son el enemigo”, concluyeron las socorristas. Después, los padres fueron contra la grupa. Las acosaron por teléfono. Palito interpretó la experiencia como un mensaje aleccionador por parte del Estado: esto pasa cuando hablas. Entendieron que no pueden pedir ayuda y que solo se pueden apoyar entre ellas. Los que tendrían que ayudar, no saben o no quieren actuar. 

En la provincia donde el gobierno local reafirma constantemente su postura antiderechos, militar el feminismo es igual de difícil que hace 20 años. Presentan informes, documentos y no hay respuesta. “A mí no me interesa insistir ahí. Creo que aunque el aborto sea legal, vamos a seguir estando porque la violencia obstétrica y los trabajadores de la salud aleccionadores van a seguir existiendo. No creo que pronto cambie la idiosincrasia, la doble moral y la religiosidad que tiene la provincia”, expresó Palito. 

El pañuelo verde atado en la mochila le trajo represalias en el sistema educativo. Ella es docente y se siente sola en un lugar tan colectivo como es la escuela. Sufrió persecuciones que la llevaron a  bajar de peso por el estrés y  terminó el 2018 con licencia psiquiátrica: “Por más que me desgaste mentalmente, voy a resistir hasta que sea ley”.  

En Corrientes, las socorristas se autoproclaman “enredaderas rosas”: juntas crecen, se nutren, aprenden. Juntas son mejores. Juntas florecen. 

Foto: Dan Pirro

En Río Negro la situación es distinta, dado que es una de las provincias que cuenta con protocolo propio. 

Lara vive en Ingeniero Huergo. Lo nombran ciudad pero sigue siendo un pueblo chico. En Huergo hay comité de ILE: son los de servicio social. Antes estaba el médico generalista y ahora la garantiza una ginecóloga. Pero esa profesional, también atiende de manera privada y cobra por los abortos. Lara, en 2018, pasó por la ILE. La ginecóloga le ofreció que la visite en su consultorio y que pague. Era una cantidad de dinero que no tenía.

-¿Querés atenderte conmigo? En el consultorio es más seguro.  

Pero era mentira. El aborto con Misoprostol es seguro en el hospital, en consulturios y en las casas. Las socorristas siempre anticipan el trato de la mujer pero no hay otra opción. Ella es la que otorga el medicamento. Las mujeres de servicio social intentaron solucionar la situación y, según Lara, está “más tranquila”.

Por otro lado, en esa zona de Rio Negro existe otro problema: el tiempo. Lara lo vivió. Tuvo que esperar tres semanas, que fueron eternas. El Estado no debe tardar más de 10 días, según el protocolo vigente, pero es común que el hospital se demore. Ella estaba asustada pero su socorrista le dio la seguridad que nadie le había dado. Cuando terminó todo le dijo: 

-Quiero hacer lo que estás haciendo conmigo. Quiero ser socorrista. 

Ahora, ella es la que acompaña. La grupa es pequeña pero por mes atienden a más de 30 mujeres y personas gestantes. Lara es telefonista junto a otra compañera, que es la encargada de articular con el sistema público: tienen reuniones pactadas, dónde están presentes las socorristas y el comité de ILE. 

Con el protocolo funcionando, la labor de las socorristas es acompañar y controlar que nada falle. Siempre les piden que se comuniquen con ellas y que les cuenten cómo las trataron. Lo hacen para denunciar los malos tratos. Hubo un caso de una mujer, a la que le dijeron que no había medicación y que fuera a la farmacia a comprarla. Ella no tiene obra social ni prepaga. 

-Vos no lo vas a comprar. Tu derecho es que te lo garanticen. Vamos a tener que llamar al 0800. 

Denunciaron la situación. Enseguida se comunicaron entre el Hospital de Huergo y el Hospital de Regina -ciudad aledaña-  y pactaron que les daban la medicación. 

Las llamadas que recibe Lara, siempre son impactantes. Las personas llaman con incertidumbre. No saben quien le va atender el teléfono, no las conocen. Quieren explicar el porqué. Pero las socorristas no piden explicación. Lara siempre escucha atenta y desprejuiciada. Ella es docente y cree que su escucha es pedagógica. Da lugar a las palabras y a los sentimientos.  Si la mujer que llama se pone a llorar y a ella le entristece su historia, deja que salgan sus sentimientos. Siempre trata de ponerse en el lugar de la persona que llama, en ese lugar tan necesario como es el de la empatía.  

Foto: Vero Ape

Después de las llamadas, como Socorristas en Red sistematiza los abortos, tienen que llenar un protocolo. Para eso, hacen una serie de preguntas a la persona que llamó. La mayoría de les que llaman no conocen lo que es la ILE, y el 98% sufrió violencia de género. “Hay muchos mitos alrededor de las personas que abortamos. Dicen que somos ateas pero muchas practican religión, yo acompañé a evangelistas y mormones. Dicen que somos pendejas y es mentira. Acompañe mujeres de más de 40 años”. 

Hubo una llamada que quedó para siempre en la memoria de la socorrista. Durante la cuarentena llamó una mujer y al finalizar, Lara le preguntó si sufrió violencia y le explicó los distintos tipos: emocional, física, obstétrica, económica. Al terminar la comunicación, la mujer se dio cuenta que hace mucho tiempo que sufría la violencia machista. Ella vivía en Rio Negro, pero es oriunda de otra provincia. «Cuando me habiliten los colectivos me voy», dijo. 

Lara no podía creer como con un llamado había cambiado el destino de una persona: «Ahí entendí que estamos cerca y que estamos para nosotras”. 

Foto: Alana Rodriguez

Este año, Lara decidió abortar y no quiso pasar de nuevo por la interminable espera. Lo hizo en su casa, de día y junto a sus compañeras. Su madre se encargó de cuidar a su hijo. Esta vez, no tuvo miedo y estaba confiada. Cuando terminó se sintió aliviada. Tenía mucha hambre y ganas de salir a correr. 

Pero no siempre se tiene la suerte de vivirlo así. Por eso, vienen las socorristas a amparar este espacio vacío que muchas veces deja el Estado. Mientras esperamos que el aborto deje de tener la legalidad restringida, ellas sostienen. Porque quién mejor que nosotras, para darnos la mano. 

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