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Enseñar en pandemia, una tarea que recae sobre las mujeres

Por Luz Rodriguez

Desde la declaración del ASPO, les docentes tuvieron que adecuar sus rutinas para brindar su servicio con la máxima calidad a pesar de la distancia, si se tienen en cuenta a quienes gozan de conectividad en el hogar. A esto, se suma la feminización de la educación: un informe realizado por la Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA) titulado “Salud y condiciones de trabajo docente en tiempos de emergencia sanitaria COVID19” -que cuenta con la participación de 15.634 docentes de todos los niveles y modalidades en las 24 provincias- arrojó que un 84% de les docentes son mujeres y, en paralelo, un 46% de las mismas pertenece a la modalidad de enseñanza primaria. 

Además de la carga laboral, las docentes cargan con las tareas domésticas históricamente relacionadas a las mujeres. Ante el debate de la presencialidad sí o no, debe tomarse en cuenta que es el personal docente en general -y las mujeres en particular- quienes ponen el cuerpo junto a su salud, tanto para transmitir conocimiento como de cara a los riesgos de exposición en la pandemia.

Cecilia Vanesa Martinez, trabajadora de la educación pública primaria en el Distrito N°17 y afiliada de Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), cuenta que en su rol de docente también se juega el de madre y hasta hija cuidadora. Enumera que la cotidianidad en la pandemia la encontró haciendo más de una tarea al mismo tiempo: mandar recetas a PAMI para sus padres, contestar mails a las familias de su grado, preparar el lavarropas. “No sólo soy docente de mis alumnos sino que tuve que convertirme en docente de mi hijo”, confiesa, mientras cuenta que se encontró intentando armar rutinas laborales a la vez que familiares, intentando ayudar a su hijo con los deberes escolares. Respecto a esto, completa: “Es muy difícil en este contexto coordinar cosas desde lo virtual con personas que en muchos casos casi no llegué a conocer. Hay una carga mental que es la suma de tareas diarias más tareas por los mandatos y terminás extenuada”. 

Marisabel Grau, docente y parte de la Secretaría de Prensa del Sindicato Ademys, recalca la carga de trabajo extra de las mujeres durante la pandemia al hablar de lo dificultoso que resulta enseñar cuando hay un “total desdibujamiento de la jornada laboral porque se reciben mails y mensajes a cualquier hora del día”. Leer trabajos prácticos en fotos de baja resolución, el uso dificultoso de la voz, el estrés, las contracturas o los problemas en la vista (por la alta exposición a las pantallas) son algunos de los factores que dificultan la posibilidad de enseñar en estas condiciones sanitarias cuando se es una única persona a cargo de hijes, cuenta Marisabel. Pero también se suma al debate de la vuelta a la presencialidad: Grau plantea que la apertura escolar responde a “garantizar que los espacios funcionen más como guardería que como escuela”, más que a las necesidad de les alumnes, mientras denuncia que desde hace al menos diez años que las condiciones de higiene escolar no están dadas en la Ciudad.

Menciona como habitual los bajos presupuestos de infraestructura, además de la no consideración de elementos básicos o si quiera personal de limpieza: “Hay escuelas que tienen un solo baño en la sala de maestros y los protocolos plantean que no deberíamos compartir baño. ¿Cómo piensa desarrollarse esto si no tenemos las instalaciones necesarias?”, se cuestiona, y adhiere: “Venimos reclamando conectividad y equipos gratuitos para familias y comunidad educativa. El gobierno de la Ciudad no lo ha llevado adelante desde marzo sabiendo que eso significa la exclusión de una cantidad enorme de estudiantes”.

Se evidencia una vez más que la brecha digital existe y condiciona el acceso estudiantil completo a las clases. En relación a esto, Graciela Schmidt, quien hasta hace un mes era Supervisora del Distrito Escolar N°17 de Nivel Primario de CABA, describe como “desvinculados tecnológicos” a les estudiantes que cuentan con precaria conectividad y que, por ejemplo, dependen de la llegada del padre o madre al hogar para enviar una tarea o que propiamente se encuentran en disputa en el uso de una misma computadora entre varios hermanos. Es decir, alumnes con presencialidad virtual pero sin una regularidad de trabajo para cumplir con los contenidos pactados por el Ministerio de Educación.

Comunicación perdida, teléfonos que no funcionan, telegramas enviados a donde “no vive nadie”, cuarentena en la casa de la abuela y hasta estar varados en fronteras son algunas de las causas enumeradas por Schmidt que dificultaron el contacto. Con más de 10 años de trabajo en conjunto a autoridades de la Ciudad, una de las propuestas de Graciela fue presentar con sus 21 compañeres y el cuerpo docente, protocolos de aplicación que concebían la vuelta de los sétimo grado de primario y los quinto año de secundario únicamente y para “cuando las condiciones epidemiológicas lo permitieran”. Finalizando agosto, les llegó la noticia por los medios (y sin comunicación previa con sus superiores) del regreso de les niñes que no gozaban de conectividad. De por sí, la poca tangibilidad de las clases a distancia no permitía medir el aprendizaje en casa, para lo que Graciela y equipo ofrecieron la idea de Promoción Acompañada, un programa que “demora la promoción de los chicos hasta abril del año siguiente, atendiendo a las trayectorias de cada uno”. La poca conveniencia de la presencialidad en este punto fue motivo de reunión tanto con el ministro nacional Nicolás Trotta como con la ministra porteña Soledad Acuña.

Fotografía de Manuel Yomal, aula vacía en escuela de La Plata, 2019

 

“No podés mantener a un chico a un metro y medio del otro, se agarran, se juegan y no se puede tenerlos atados a la silla. No hay un respaldo pedagógico”,
explica Schmidt.

El rol sindical docente desde una perspectiva de género es otro punto en deuda y urgente. Las docentes Cecilia Vanesa Martinez y Marisabel Grau cuentan relatos que, a pesar de ser paralelos, se tocan: según Martínez hoy los sindicatos “tratan de estar a la altura de la época”, señalando que hay un trabajo arduo en las secretarías de género. Sin descuidar esto, apunta que aún queda un largo camino por recorrer, mencionando que si bien hay una gran taza de mujeres en su gremio, esto se trastoca con que la mayoría lleva adelante tareas de cuidado familiar. Recuerda los abusos de poder en nombre de la “inmunidad sindical” y que en la presencialidad se deja entrever que los profesores varones aún cuentan con privilegios (como estar sobreprotegidos, casi hasta de forma maternal, y sentir menos exigencia en su labor) a pesar de que la mayoría de conducciones están representadas por mujeres. Concluye: “Es necesario reforzar no sólo la ESI con les alumnes sino también la capacitación docente, al repensar nuestras propias prácticas para poder transmitirlo a las aulas. En la virtualidad no se puso tanto de manifiesto esta desigualdad, pero existe y mucho. La ESI y la convivencia armónica son dos pilares importantes en la construcción de una escuela democrática  e inclusiva”. Por el lado de Grau, Ademys cuenta en su composición con un 85% de mujeres, ocupando en gran parte consejos directivos y direcciones. Al igual que en UTE, muchas de sus afiliadas son sostén de hogar. “En nuestro sindicato trabajamos día a día para garantizar que haya un proceso de despatriarcalización sindical y que las mujeres ocupemos espacios de definiciones políticas”, sintetiza.

Juan Ignacio Vedani, miembro del sindicato Seduca, apunta a la confusión instalada que contrasta volver a las aulas con volver a las clases diciendo que dicha dicotomía no se refleja así en la práctica:


“La idea de volver a las escuelas no hay que confundirla con volver a las clases, que es quizá lo que se quiere instalar desde ciertos sectores. Las clases nunca dejaron de estar, los docentes nunca dejaron de enseñar. Han seguido enseñando, han sostenido los espacios”.

En sus palabras, la vuelta a la presencialidad busca asegurar que 6.500 chicos y chicas con problemas de vinculación pedagógica puedan acceder a clases en espacios abiertos -con los debidos cuidados de higiene y seguridad- y aclara que, más allá de esta medida, las clases seguirán su curso de manera virtual, dado que hay un seguimiento pedagógico en el enlace permanente con directores, rectores y supervisores. Desde Seduca está la preocupación por la deserción escolar, por lo que apuntan a oír especialistas para medir los riesgos de cada decisión. Al mismo tiempo, desde el gremio, están a la espera de la renovación de las mesas paritarias, recordando que, esta vez, la Ciudad cuenta con un punto y medio menos de coparticipación. “Hay dificultades en todos los sectores pero este es el único camino para garantizar las condiciones salariales del docente y que como sindicato podamos tener un rol activo en la defensa de esto”, concluye.

La confusión sanitaria sobre la conveniencia de apostar a espacios al aire libre o seguir manteniendo la virtualidad y el encierro deja muchos finales abiertos. La desidia continúa ante un desamparo que pide a gritos ser escuchado. En ese limbo, son las mujeres una vez más quienes cargan con el peso en sus espaldas y pagan el precio más alto: con su salud mental, física y sobre todo con la opresión de una cultura que les sigue derivando las responsabilidades del cuidado incluso cuando no les da el tiempo o el contexto mundial de crisis.

Fotografía de Alana Rodríguez, movilización contra la UNICABA, 2019

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