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¿Petróleo en el Mar Argentino? Miradas en debate | Revista Colibri
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¿Petróleo en el Mar Argentino? Miradas en debate

Por Bruno Colavitto*
Fotografías Paula Colavitto y Alana Rodriguez

 

El 4 de enero de 2021 miles de personas se manifestaron en Mar del Plata y otros puntos del país,  en el «Atlanticazo», en rechazo de la decisión del gobierno de permitir que YPF, Shell y Equinor comiencen a buscar petróleo costa afuera de la Provincia de Buenos Aires. ¿Qué implica este proyecto? Como es un tema complejo, presentaremos dos notas que intentan abordar algunas de sus aristas.

La pesada herencia

En 2018 el gobierno de Mauricio Macri, además de seguir impulsando el proyecto de Vaca Muerta, llamó a licitación para iniciar tareas de exploración petrolera en el Mar Argentino. Como resultado de ello se adjudicaron 18 áreas a 13 empresas (de las que solo 3 son de capitales nacionales) para explorar las cuencas Austral, Malvinas Oeste y la Argentina Norte. En esta última cuenca, YPF está presente en dos áreas en alianza con la compañía noruega Equinor, y en una tercera, con Equinor y la holandesa Shell.
Si bien para algunos sectores del gobierno de Alberto Fernández explorar nuestro mar es en sí mismo un acto de soberanía, los resultados de la licitación, la rebaja a las regalías que hace unos días firmó el Gobierno o la Ley de Solidaridad, que redujo del 12% al 8% las retenciones a las exportaciones de hidrocarburos, no parecieran indicar lo mismo.
El justificativo siempre es el mismo: alentar la inversión. A la vez, el Gobierno se empeña en conseguir dólares para negociar con el Fondo Monetario una deuda fraudulenta. A las petroleras se les dice “paguen menos y llevense más”, y aún así se quiere negociar con el Fondo. Parece que las comunidades terminan pagando tanto los costos ambientales como económicos de este modelo.
Vaya suerte la de las petroleras.


¿Bombardear el mar? ¿qué riesgos tiene?

El proyecto está en etapa exploratoria. Para ello, Equinor planea realizar una prospección sísmica marina, que consta en disparar cada cierto tiempo un cañón de aire comprimido arrastrado junto a una serie de hidrófonos por un barco.
Este cañón genera ondas sonoras que penetran en el fondo marino y rebotan en las distintas capas de roca. Los hidrófonos, como murciélagos, detectan las ondas que rebotaron. Así, según el tiempo que tardan en regresar se puede reconstruir el fondo marino en profundidad.
Dentro de la actividad petrolera, la etapa de explotación es la que más impacto causa, por lo que en una próxima nota el eje estará puesto allí. La exploración sísmica, que puede durar de 5 a 6 meses, impacta principalmente en la fauna marina, y en las actividades que dependen de ella, la pesca.
Se sabe que tanto las áreas de pesca como las rutas de algunas ballenas coinciden con las áreas en debate. Si bien la gravedad del impacto es baja, son pocos los estudios a nivel mundial o local sobre las consecuencias que este método genera a largo plazo en la fauna marina que, en la zona, involucra además de a peces y a las ballenas francas, al plancton, crustáceos, moluscos, tortugas marinas, etc.
En ese sentido se expresó el presidente del Instituto de Conservación de Ballenas durante la audiencia pública de julio de 2021, afirmando que “no hay forma de que esta actividad pueda garantizar que no tendrá impactos irreversibles en la biodiversidad”. 

Esquema de prospección sísmica marina. Modificado de EIA Golfo San Jorge.

En la misma sintonía, hace algunos años, el investigador del INIDEP Adrián Madirolas, concluía una entrevista diciendo que “el impacto de la sísmica puede ser dramático aunque no mate un solo pez”, refiriéndose a que no solo el comportamiento sino también los ciclos de reproducción pueden alterarse si no se tienen los cuidados adecuados. Pero, como sabemos, esos cuidados no siempre se garantizan.
Por ejemplo, en el Golfo San Jorge donde esta actividad se realiza hace años, los pescadores denunciaron en 2009 que este método de exploración cambió el comportamiento de varias especies de peces, disminuyendo así la pesca. Tras una presentación judicial se prohibió toda prospección sísmica que superara un límite que pudiera afectar a la fauna. Límites que, por (in)acción u omisión de los organismos de control, no fueron respetados.

Problemas complejos requieren de muchas miradas

Esta nota comienza con algo que parece ya no discutirse: la soberanía sobre los bienes comunes. No es que tener empresas nacionales contaminando sea menos peor, ni que el cuidado de la biodiversidad marina no sea importante. No se trata de elegir entre la industria pesquera o la petrolera, o si las ballenas se afectarán dos, tres o cinco meses.
Por eso, la portavoz del gobierno Gabriela Cerruti corre el eje cuando en conferencia de prensa intenta convencer técnicamente sobre el bajo impacto de esta actividad. 


Dejando de lado que las
sanciones y controles a estas actividades son, por regla, grotescos, el movimiento ambientalista no viene a discutir solo cuestiones técnicas. En una entrevista realizada a fines de 2020 al ingeniero y miembro del Taller Ecologista de Rosario, Pablo Bertinat, él decía que para “atender al cambio climático, a los impactos por la megaminería y por la extracción de petróleo, debemos entender que la energía es una restricción”. Y ahí está el eje: el ambientalismo viene a poner en discusión la propia noción de desarrollo. 

¿Controles? Una pileta de lona método infalible para contener un derrame reciente en la provincia de Río Negro. Gentileza: Izquierda Diario.

Sigue Bertinat: “pensar qué tipos de desarrollo podemos tener en función de los recursos limitados que tenemos, en función de atender, sobre todo, la emergencia del cambio climático, que implica necesariamente reducir los consumos de energía”.
Los “para qué” (y los “para quiénes”) son fundamentales. No es que el ambientalismo se opone a todo, como se lo acusa. El objetivo es luchar y empujar para encontrar una solución real a los problemas estructurales de nuestro país y de nuestra región sin profundizar en la destrucción del único ecosistema que tenemos para vivir. 

 

Sí, eso lleva tiempo. Y no, no son los tiempos de las multinacionales ni del FMI: son los tiempos de la vida y de nuestro planeta.


*Bruno Colavitto es investigador del CONICET sobre riesgos naturales.Intenta aportar desde su profesión y sus deseos militantes de cambiar la mirada y relación que tenemos los seres humanos con la naturaleza. Leé más notas del autor aquí 


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