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Puta Poeta - Entrevista a Nina León | Revista Colibri
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Puta Poeta – Entrevista a Nina León

Conectades, entrevistas de cuarentena
Décima edición: Nina León
Por Paula Colavitto 

«Soy el fruto que rompió cadenas.
La rebeldía erótica que mi madre nunca hubiera querido parir.
El pánico de mi hermana ante su putez.
Mi padre y mi hermano jamás podrán contratar mi placer.
Soy mi mutación cuantas veces desee.
La historia de mis propios labios.
Nina León.
Nací masturbándome con la izquierda
mientras escribía con la derecha lo que repetía mi cuerpo mojado:
escuchate, escuchate.»

Puta madre y puta poeta,  Nina León es trabajadora sexual, escritora, feminista, madre y militante de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR), mejor conocido como el sindicato de les trabajadores sexuales. Autora de  «Puta Poeta», libro que contiene poemas que hablan de  la militancia, el amor, la maternidad y el trabajo sexual.

Mientras se acomoda para  la entrevista, Nina sonríe. Está contenta porque acaba de vender algunas remeras por Internet para apoyar a las trabajadoras sexuales más vulneradas en esta cuarentena. 

-Nina: Hablando de autogestión y economía, justo acaba de llegar una de las chicas que había comprado remera, libro, todo junto. Perdón la desprolijidad.

-¿Cómo te trata la cuarentena?

Bien, bien, estoy agotada nada más y con muchísimo trabajo. Pero bien, que se yo. Dentro de todo lo que viene pasando y también con las situaciones que vemos a diario con nuestras compañeras que están con problemas de desalojo, con los bolsones de mercadería, con problemas realmente agobiantes y que afligen muchísimo. Yo no me puedo quejar. Tengo un techo, mi hija está bien, yo estoy bien, tenemos salud, que ya es un montón en este contexto rarísimo. Por ahí se me va más en lo emocional, pero también nos estamos acompañando un montón con mis compañeras y con mis amigas.

¿Qué es  ser una puta? ¿cuáles son las distintas formas de trabajo sexual?

En mi caso, ser puta significa ejercer el trabajo sexual. Personalmente, lo ejerzo desde la modalidad de Internet desde hace tres años. Yo hacía muchos encuentros, sobre todo, y tuve que pasar todo a un servicio virtual para evitar, obviamente, el contacto, cuidar a las demás personas y cuidarme a mí también, en este contexto. Fuera de mi modalidad hay otras, como calle y bueno, cabaret que se dio de baja hace un tiempo. Pero se siguen organizando quienes se quedaron en la calle después de los cierre de cabaret. Hay webcammers, hay muchas formas de organizarse. 

-Y vos, ¿cómo comenzaste?, ¿cómo fue tu proceso desde que comenzaste a ser trabajadora sexual hasta el día de hoy?

-Empecé hace 3 años en un contexto macrista, donde mucha gente estaba perdiendo el laburo y donde yo trabajaba en ese momento en una oficina como administrativa y no me alcanzaba  para subsistir en el sistema capitalista en el que vivimos. Entonces estaba buscando algo como para complementar ese trabajo en un primer momento. Era bastante difícil en un contexto en el que todo el mundo se estaba quedando sin laburo, pero también porque yo había pasado doce años por un montón de lugares. En el día a día, se me destrataba mucho, a mí y a mis compañeros y compañeras.

Habían cosas de los distintos trabajos administrativos, no sé, incluso los trabajos de periodismo también, de mucho destrato. Me molestaba siempre tener un jefe o jefa ahí forreándome  por 2 mangos. Era algo que lo sentía como muy injusto. El hecho de que jueguen también con los miedos por la necesidad de trabajar era algo que me molesta muchísimo. Pensé de empezar a en militar con las trabajadoras porque también estaba buscando un espacio de géneros, donde poder comenzar a militar y a organizarme.

Pasé de  ayudar en la cuestión de la comunicación que era algo que ya había hecho mucho tiempo a replantearme «¿y si ejerzo el trabajo sexual?, ¿y si me fijo a ver qué onda?».  Y bueno, empecé a interiorizarse en cómo hacerlo, más que nada en la modalidad de internet porque sabía que también calle a mí al menos no me genera seguridad, sabía que la policía todo el tiempo estaba hostigando a quiénes son mis compañeras. Entonces me costaba verme en la calle. Y bueno, me decidí y empecé a entrar primero a las páginas donde me publicitaria más adelante para ir viendo como publicitaban los servicios, cómo más o menos se trabajaba. Ganó la necesidad económica de complementar ese laburo que tenía en este momento y arranqué.

«A mí, particularmente, me toca mucho el tema de la maternidad. Mi hija tiene cuatro años, en ese momento tenía uno y medio. Yo la verdad que no me veía dejándola tantas horas, como había tenido que hacer mi vieja conmigo, por un laburo donde me forreen, donde ni siquiera me gustaba, donde me sentía mal. Y un poco eso también, fue como ‘bueno, yo lo voy a probar y si veo que no, no’.  Pero bueno, un poco era que quiero manejar mis horarios, mis tiempos, ser mi propia jefa, porque quiero compartir el tiempo con mi hija y verla crecer. Quería decidir cómo criar, cómo llevar adelante la maternidad y eso también tiene un poco que ver con la decisión.»


-Vos sos militante de Ammar, ¿de qué se ocupa?

-Ammar es el sindicato a nivel nacional donde nos organizamos trabajadoras y trabajadores sexuales de distintas modalidades, de distintas edades, de distintas provincias. Nació hace 25 años con la idea de contrarrestar la violencia institucional que padecían en ese momento mis compañeras. La realidad es que fue mutando de acuerdo a los distintos pedidos que iban entendiendo las compañías que tenían que ir solicitándole al propio estado. Y hoy por hoy, lo principal es la derogación de las medidas prohibicionales porque parte de la violencia institucional sigue muy vigente, sobre todo en contextos como la crisis del macrismo como ahora en la pandemia.

Eso se profundizó, pero además de eso, se aboga también por el reconocimiento de nuestros derechos laborales. Tenemos un montón de compañeras que toda su vida han laburado de putas y que han llegado a los 55, 60, 65 años y no tienen la posibilidad de jubilarse. O «colgar la tanga» como le decimos nosotras. Ni que hablar que nunca han tenido una obra social ellas ni sus familias. Son derechos básicos que mejoran la calidad de vida de la persona y nosotras siempre decimos que no va a modificar al 100% nuestras vidas una ley de trabajo sexual pero sí la va a mejorar. El resto también tiene que ver con una lucha cultural que se tiene que dar para quitarle el estigma a nuestro trabajo, quitarnos una cantidad de discriminación, de rechazo hacia las trabajadoras sexuales. Entendemos que la ley es importante pero complementando eso, mucho tiene que venir por el lado cultural.

-A ustedes se las asocia directamente con el regulacionismo, ¿cuál es la diferencia entre regulacionismo y reglamentarismo?

A ver, el sistema reglamentarista es, por ejemplo, el que rige en Uruguay. Nosotras no somos reglamentaristas porque ese sistema está, en realidad, muy centrado en lo sanitario. Pone a la trabajadora sexual siempre como un foco infeccioso, que obliga a que, por ejemplo, tengan libreta sanitaria. No es un sistema en que nosotras estamos de acuerdo en implementar acá. En cuanto al regulacionismo, en Argentina en realidad el Estado ya es regulacionista en torno al trabajo sexual. Ya lo regula, el tema es que lo regula desde el punitivismo. Por eso, justamente, lo que se busca desde AMMAR es la despenalización del trabajo sexual para dar de baja a todas esas normativas y esas reglamentaciones que hoy por hoy hacen que nuestro trabajo sea una actividad que todo el tiempo esté punitivizada. Entonces se busca, por un lado, la despenalización y por el otro lado, la creación de los derechos laborales como para que nosotras podamos tener una ley más garantista con respecto a los derechos laborales.

-Está buenísimo dejarlo en claro porque muchas veces se enfrentan regulacionismo y abolicionismo y no se termina de indagar qué es. Para quiénes no lo saben, ¿nos podrás contar de qué se trata el abolicionismo?

Pretende que no existamos, básicamente. Igual el abolicionismo en Argentina termina siendo bastante más prohibicionista, porque lo que busca directamente es que el trabajo sexual no exista como un trabajo. Eso es más bien ser prohibicionista. El problema es que, bueno, existimos, y no vamos a dejar de existir. Partiendo de esa base, nosotras siempre expresamos que, entendiendo los pedidos por parte del abolicionismo, es más simple pensar en los derechos laborales para las trabajadoras sexuales y en posibilidades reales de trabajo para quienes quieren dejar de ejercer la prostitución. No es que se puede priorizar o una cosa de la otra, pueden ir los pedidos de la mano, en paralelo y obviamente se beneficiarían ambas partes.


-¿Creés que lo feminismos tienen que acompañar la lucha de les trabajadores sexuales?

Me parece que es importante porque en realidad los feminismos levantan banderas que son muy básicas como “mi cuerpo, mi decisión”, pero cuando la puta es la que decide, entramos a pensar como víctima a la persona, de idiotizarla y de no pensarla como un sujeto político. Las trabajadoras sexuales también somos sujetos políticos, nos organizamos y aunque muchas todavía no, igual pueden recurrir al sindicato para la cantidad de problemáticas que puedan llegar a tener en su día a día. No es que tenés que ser afiliada sí o sí para recurrir a Ammar. Desde ese lugar, me parece que los feminismos también tienen que empezar a reconocer nuestras voces, a no querer seguir hablando por nosotras, cómo se hizo desde el feminismo durante muchísimo tiempo. Sobre todo, porque eso no hace más que tergiversar nuestra lucha y no hace más que plantear agendas que no son las nuestras y que nada tienen que ver con nuestras problemáticas, necesidades o demandas diarias.

«El problema también es focalizar como si las trabajadoras sexuales no sólo tuviéramos que resolver todos los problemas que existen sobre la trata de personas. Porque nosotras no somos el Estado, somos un sindicato que estamos buscando mejorar nuestras condiciones de vida y acceder a los derechos laborales. Entonces, no tenemos los presupuestos, no contamos con esa gente que en teoría está para políticas públicas contra la trata, pero que al final lo que hacen es criminalizar a nuestro sector. No somos nosotras las encargadas de ese tema, pero hay otro punto y es que nosotras tampoco tenemos que ir encargándonos de ir topándonos con hombres feministos. Primero no creemos que existan, segundo hay también un discurso de creer y el tipo que viene, pagan dos mangos, y nosotras tenemos acceder a hacer lo que se le ocurra la persona y eso la verdad que está muy lejos de la realidad. Digo, ¿te puede pasar? Sí». 

-Como en cualquier lado. 

Exacto, no nos pasa por ser trabajadoras sexuales, nos pasa en todo caso por ser mujeres, lesbianas, travestis y trans atendiendo a hombres. Que esos mismos hombres que cuando salen del servicio sexual pueden ser lo mismos que van y violentan a sus compañeras en su casa. O los mismos que van y violentan a una cajera en el supermercado. O los mismos que van y violentan a la maestra del jardín de su hija. Entonces creer que las trabajadoras sexuales tenemos que estar atendiendo a hombres feministos cuando en realidad ni siquiera existen, es un error de por sí. Es idiotizarnos también porque tenemos un montón de recursos, de redes de autocuidado, que incluso esas mismas redes las vamos trasladando a nuestras relaciones sexo-afectivas por fuera del trabajo sexual. Entonces no pasa el hecho de ser violentada por el hecho de ser trabajadoras sexuales sino porque atendemos hombres y somos mujeres, lesbianas, travestis, trans o no binarias.

-En relación al aislamiento preventivo obligatorio, ¿cuáles son las problemáticas más palpables que están enfrentando les trabajadores sexuales?

Las que más expuestas están son nuestras compañeras de calle y las de departamentos privados. Obviamente, desde el día uno de la cuarentena que no pueden trabajar. Muchas de las compañeras tienen problema de desalojo porque pagan alrededor de 800, 1000 mangos por la noche de hotel, que además son hoteles con condiciones malísimas y es a lo único que pueden acceder porque muchas de ellas son migrantes, muchas son travas, muchas son negras. Al no tener un recibo de sueldo o la posibilidad de trabajar con un monotributo, eso es lo único a lo que pueden acceder y encima los pagan altísimo. Por fuera de eso, muchas que no han podido laburar desde que se declaró la cuarentena obligatoria, no tienen cómo pagar.

Otro es no poder acceder a comprarse sus propias mercaderías o tener para pagar sus medicamentos y no poder comprarse productos de higiene y limpieza. Te obligan a hacer cuarentena, a «quedarte en tu casa», pero bueno primero para eso tenes que tener casa. Te obligan a lavarte las manos, a usar alcohol en gel pero para eso también tenés que tener dinero para comprarlo. Entonces, desde AMMAR estábamos en plenaria unos cuantos días antes de que se declare la cuarentena obligatoria y empezamos a recibir muchas inquietudes de compañeras distintas provincias respecto a qué iba a pasar si entrábamos en cuarentena, qué iba a pasar con los trabajos, de qué manera se iban a organizar.

Se nos ocurrió desde el día uno armar un fondo de emergencia nacional apelando a la solidaridad de quiénes ya conocen la lucha de AMMAR, conocen qué es lo que hacemos y sensibilizan con la realidad de nuestras compañeras que no iban a poder laburar y que eso se iba a profundizar. De hecho, pasaron 3 meses y  pasamos de atender a 200 compañeras en un principio y ahora estar en 5.500. Son compañeras que están siendo atendidas en 12 provincias, Tucumán, Córdoba Bell Ville y Villa Maria. Muchas no eran  compañeras que estaban organizadas y terminaron también sumándose al sindicato por la propia necesidad.

 

-¿Cómo podemos ayudar nosotres?

El fondo de emergencia es un fondo que seguimos nosotras sosteniendo. Pueden ingresar a @putasfeministas en Instagram a @ammarsindicat en twitter y van a ver ahí los datos, tienen ahí para poder ir aportar con paypall, por mercado pago, transferencia por CBU.

Tienen también para comprar remeras que estamos vendiendo de “Feminismo antiyuta” y “Putas Feministas” comprando una a $500. Ayudan un montonazo. Después para quienes estén en Capital Federal o en las distintas provincias donde está Ammar tenemos residentes que se están haciendo cargo recolectando alimentos, elementos de higiene, de limpieza, colchones, frazadas, caloventores, ahora que se viene el frío es muy necesario. Quienes puedan donar, nuestras compañeras de acá de Constitución están necesitando muchísimo todo eso.

Tenemos compañeras que está muy complicada porque obviamente que el virus también llegó a Constitución y estando hacinadas de a 27, 35, en un hotel en malas condiciones, es muy difícil que el virus no se propague de manera tan rápida como lo está haciendo. Entonces necesitamos la solidaridad de todes.

 

“Tu moral es mi tanga.
La lamo,
tengo tantas cosas ricas
nada gratis, claro.”

-Acercándonos  un poco más a tu arte, ¿cuándo comenzaste a escribir? 

Desde muy chiquita lo hacía a modo catártico y de grande lo volví a agarrar con la misma idea de hacer catarsis. Me tocó justo ir a un taller muy lúcido donde pude aprender un montón de herramientas como para ir sacando cada vez más cosas. Hasta que mi casa estuvo bastante despelotada con cosas escritas que tenía por todas partes y empecé a pensar en la idea de materializar en un libro y el primero me parecía que quería que fuera de poemas, porque era el género que más acostumbrada a escribir estaba desde que empecé ese taller.

Y lo publiqué el 8 diciembre, el Dia de la virgen, Jajaja. 

-Me encanta la tapa ¿quién es le ilustradore?

La ilustradora  fue la Kenny, que es una compañera también trabajadora sexual. Para mí era muy importante que ella lo trabajará porque primero que era darle trabajo a una trabajadora sexual, pero también me gusta mucho los trabajos que hace y ella me hizo el tatuaje que es de un lado una mujer y del otro lado un león. Es un tatuaje que  tengo en la pierna izquierda. El fondo del libro es de un atardecer acá en Boedo que es donde yo vivo, y me parecía muy lindo que pueda estar era un un fondo anaranjado, que realmente la foto que yo había sacado (soy adicta a mirar el atardecer). Para mi fue hermoso que en el libro este el atardecer de Boedo donde ademas nació Nina León como personaje de la escritura y también como trabajadora sexual.

-Para cerrar te queríamos contar que en la revista tenemos un segmento que se llama “Crianzas en Cuarentena”,  donde compartimos fotos y testimonios de xadres que están en aislamiento con sus hijes.  Nosotras vimos en tus redes que en tu descripción dice “mamá de Cuba” que es tu hija. También vimos en una de tus últimas publicaciones que dice:

“Día 14 de cuarentena:
deseo estar sola,
largas horas en casa
sin nadie que me esté demandando durante 24 horas la atención
que ni siquiera me la puedo dar a mí misma.
Fuerza a todas las madres”.

Entonces te queremos hacer las preguntas qué siempre hacemos para quienes nos mandan a la sección: ¿qué es lo que más te gusta y lo que menos te gusta estar en aislamiento con tu hija? y ¿qué le dirías a otros xadres que también se encuentran en la misma situación?

Quizás puedo empezar por lo que menos me gusta, obviamente, yo soy muy partidaria de nuestros momentos de soledad, de lo valiosos que son. Realmente, el primer mes me sentí muy mal, no mal, muy mal. Emocionalmente, me pareció una mierda, además de toda la impotencia que le generaba el saber que no me quedaba otra que enamorarme de la incertidumbre, porque ni siquiera sabés para qué lado va a disparar todo esto. Me pareció muy absorbente todo esto de de no poder sentarme a trabajar tranquila, de no poder ya tampoco  militar como antes. De tener que re-adaptar un montón de cosas, que para mí eran esenciales poder hacerlas en soledad o poder tener mis ratos de conmigo misma, cuando se trataba esa soledad de decir “estoy mirando el techo sin nadie que me diga mamá, mamá, mamá” ochenta veces.

Yo no romantizo la maternidad para nada, más allá de que a mi hija la amo y siento que es una educadora del carajo, que me trae un montón de respuestas, que es muchas veces mi niña interior ahí diciéndome cómo “no eh, acordate de que yo existo”. Y aprendo mucho realmente, pero bueno hay algo que tiene que ver con la soledad que para mí es impagable, irrenunciable. Tuve que ver de qué manera ordenar y organizar todo eso. Igual por suerte pudimos  ponernos de acuerdo con con el papá para ordenarnos de algún modo, para que esté también con una vecina muy amiga mía que la cuida cuando me tengo que ir a laburar. Y bueno fue como  re-aprender otra vez, no estaba acostumbrada a que este 100% del tiempo en casa y fue durísimo. Realmente fue durísimo. 

«Seguimos siendo las madres, siempre las madres las que muchas veces estamos mucho más a cargo de les hijes y es como ¿qué onda eso?, ¿qué onda que desde el propio estado incluso no se generan políticas públicas para realmente mejorar las condiciones de la maternidad? y que las madres también puedan abocarse a su vida, a su proyecto, a sus deseos y pensar sus vidas desde otro lugar. Es horrible estar absorbida las 24 horas solamente por la maternidad. Entonces nada desde ese lugar yo trato de todos los días trabajar la culpa. Trato todos los días de trabajar con ella la comunicación, a tal modo de que ella también entienda que yo no soy un superhéroe ni lo quiero ser, ni nunca va a ser mi idea. Creo que también hay como mucho juego de eso de ponernos normas, porque quizás es algo generacional y algo que lo traemos de nuestro linaje. ‘La madre no llora, la madre no siente tristeza, a la madre no esto no aquello’, y es como ‘no, la verdad que estoy partida al medio’. 

A la vez disfruto muchísimo de aprender de ella, de interpelarme todo el tiempo, cada vez que yo quiero bajar una línea y me la responde así como diciendo ‘no seas tan caradura’. Una quiere bajar una linea y te dice ‘pero vos acabas de hacer lo contrario’. Te enseña a bajarte muchísimo el ego, a darte cuenta que no  por tener más edad tenés que ponerte en un pedestal, como si fueras una autoridad, una maestra ciruela. No, estamos al mismo nivel. Es un ser que vino a enseñarte un montón, super recíproco todo.

-Está buenísimo. Te vamos a invitar entonces a sumarte para que nos mandes tu testimonio, así lo compartimos.

 Me tocó justo un concurso, en el día 20 de cuarentena que yo estaba en una, como muy nerviosa y me anoté en un concurso donde mandé un texto, que en realidad después me reía sola diciendo que lo que hice fue hacer una catarsis, un diario íntimo sobre las ganas que tengo de mandarme a mudar y no existir más como madre, jaja. Pero por suerte no gané. Porque sino aparte de puta me iba a tener que comer el garrón de ser la “mala madre”. Eso también, no creo una mierda en lo de «la mala madre», no creo una mierda en lo de «la mala y buena persona», tampoco. No creo más en el bien y ni en el mal. Me vengo interpelando un montón en ese sentido.

Me parece que todes venimos con historias distintas de vida, linajes distintos, de traumas distintos y que bueno cada uno va sobrellevando lo que le pesa de determinado modo. Que se yo, las proyecciones hacia les demás son muy dañinas, no son constructivas. No sé, el trabajo sexual en ese sentido me enseñó muchísimo también en esto de querer juzgar de manera inmediata una persona por tal comentario.  Entonces bueno, me parece que si realmente queremos, podemos tener muchísima voluntad, para entender a les pares. Bajarnos del pedestal en el que nos creamos estar muchas veces, para simplemente ponerlo en un lugar más receptivo, más amoroso. Este contexto también, a mí particularmente, me hizo como un quiebre de ultra mega sensibilidad y que  todo el tiempo tengo ganas de quebrarme y llorar.

«A mí me parece que es un momento muy propicio para que también empecemos a pensar un mundo mucho más sensible,
donde las emociones valgan, cuenten. Porque también estamos muy acostumbradas, acostumbrados, acostumbrades, a ocultarlas, a tenerles miedo.
A no confiar en les demás porque automáticamente nos ponemos a la defensiva
si mostramos nuestra vulnerabilidad porque le otre, la otra,
va a estar solamente para dañar y eso tiene que ver con proyecciones nuestras»

-¡Muchas gracias, Nina!

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